Prensa OVV Mérida

Lograr una vida larga y sana es una de las mayores aspiraciones humanas. Tanto es así que para organismos internacionales como la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el hecho de que la humanidad haya podido controlar las tasas de mortalidad constituye uno de los mayores triunfos de la civilización en los últimos siglos.

Sólo por citar un período, en 1960 el promedio mundial de esperanza de vida apenas superaba los 50 años. Ahora, según cifras de la ONU, en 2019 el estimado de expectativa de vida mundial había logrado sumar dos décadas más, llegando a los 72,6 años. Si bien es una cifra que esconde muchas disparidades en función de cada país, es indudable que se trata de un indicador de avance como sociedad.

Entonces, si el aumento de la esperanza de vida es un indicio en el camino de hablar de progreso -dicho sea de paso, este dato hace parte del Índice de Desarrollo Humano (IDH) que mide el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD)- resulta pertinente preguntarse, en un país como Venezuela, cómo se está en cuanto a este indicador demográfico.

Precisamente, esa fue la interrogante que se planteó, desde una perspectiva local, el equipo de investigadores del Observatorio Venezolano de Violencia en Mérida (OVV Mérida): ¿Cuál ha sido la evolución reciente de la esperanza de vida en el contexto del estado Mérida, a sabiendas que en los últimos años se ha producido un grave deterioro de las condiciones de vida de los venezolanos como consecuencia de la crisis humanitaria por la que ha atravesado el país?

La contundencia de los resultados, si bien puede ser un factor que ratifique el desalentador cuadro social venezolano, constituye un serio basamento científico para la toma de decisiones y para la acción.

Menos años de vida

La investigación denominada “Esperanza de vida en el estado Mérida, Venezuela, en tiempos de crisis humanitaria”, fue asumida por los investigadores Gustavo Páez, Karina Rondón y Yhimaina Trejo, todos geógrafos y miembros del OVV Mérida. El concepto de esperanza de vida se refiere al “número promedio de años que se esperaría pueda vivir un individuo bajo el comportamiento (en el momento de su estimación) de las tasas de mortalidad por edad, o según edad y sexo si es el caso”, según lo define el propio estudio.

El objetivo que se trazaron los especialistas fue estimar la esperanza de vida de la población del estado Mérida, entre el período 2010-2017, dado que éste constituye el lapso más reciente del que se tienen registros confiables. “La idea fue aproximarnos a conocer las tendencias de este indicador en la entidad merideña en un contexto de situación-país de crisis humanitaria”, indica el equipo en su investigación.

Los resultados del estudio ratificaron lo que informes previos ya mostraban para Venezuela, pero esta vez con la lupa puesta en la situación concreta del estado Mérida: “Quedó en evidencia que, empleando tanto proyecciones corregidas elaboradas por las Naciones Unidas como las hechas por el INE, el indicador en estudio (esperanza de vida) descendió en el lapso 2010-2017”, señalan las conclusiones.

Los investigadores detallan que los resultados obtenidos al calcular la esperanza de vida al nacer de los merideños, apuntan a que este indicador descendió alrededor de 3 años, entre el 2010 y 2017. Específicamente, pasaron de aspirar -en promedio- una vida de 78,5 a una de 75,5 años.

Esa caída de 3 años es, como ya se apuntó, un promedio general. Pero cuando el estudio discrimina dichos resultados desde el punto de vista del sexo de los habitantes de la entidad, se observa que la expectativa de vida de los hombres retrocedió 2,0 años mientras que las mujeres mostraron un declive más pronunciado ya que la pérdida fue de 3,5 años.

“Desde el punto de vista de la edad -describe la investigación- las expectativas de vida se redujeron en todos los grupos etarios analizados, mientras que, con el cruce de la edad y el sexo, en la mayoría de los conjuntos de hombres y mujeres el indicador también mostró un claro descenso”.

Sobre lo anterior, detalla el estudio que las pérdidas (de años de vida) fluctuaron entre 2,7 años (grupos entre los 5-39, 45-64 y 70-79 años); 2,8 (40-44 y 65-69 años) y 3 años (0-4 y 80 años y más).

La crisis empuja la mortalidad

El notorio retroceso de la esperanza de vida de los merideños tiene, para muchos, una explicación verificable mediante una simple observación de las condiciones que la crisis política, social y económica ha generado en el entorno venezolano: precario acceso a los medicamentos, servicios de salud depauperados, insuficientes ingresos para una alimentación completa, exposición a entornos violentos, entre otros factores.

Si bien no se equivocarían los que deriven del anterior escenario cifras desoladoras en cuanto a la calidad de vida, la investigación del equipo del OVV Mérida tuvo que recurrir a procedimientos científicos para ponerle cifras y explicaciones respaldadas con la mayor cantidad de datos estadísticos válidos.

La metodología desarrollada -que se aplicó en tres etapas- para conocer la evolución reciente de la esperanza de vida del estado, se basó en la revisión de las estadísticas con datos tomados de la Corporación de Salud del estado Mérida (Corposalud), del Ministerio del Poder Popular para la Salud (MPPS), del Instituto Nacional de Estadística (INE), del Observatorio Demográfico de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) y del documento Perspectiva de la Población Mundial de la ONU. En cuanto a los datos locales y nacionales, en muchos casos los investigadores tuvieron que recurrir a hacer aproximaciones.

Para el OVV Mérida, una crisis humanitaria “es aquella situación en la que existe una excepcional y generalizada amenaza a la vida humana, la salud o la subsistencia”. En ese sentido y respaldados por los datos estadísticos que desde el año 2014 aporta la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (ENCOVI) -proyecto coordinado desde el 2014 por la Universidad Católica Andrés Bello- parten de la premisa de que “en Venezuela sí ha habido crisis humanitaria” y que ésta, además, ha sido ampliamente documentada.

Siendo así, los investigadores refieren que, ciertamente, “la interrupción de los servicios de salud y disminución del acceso a éstos, exposición a la violencia y otros eventos traumáticos, alta exposición a vectores de enfermedades, cobertura de vacunación insuficiente, factores ambientales (reducción del acceso al agua potable y al saneamiento), acceso insuficiente a alimentos y baja ingesta de nutrientes, son factores que llevan a que las tasas de mortalidad asciendan y que por ende la esperanza de vida retroceda”.

El equipo explica que existe una gran cantidad de investigaciones que han demostrado la relación entre condiciones de vida y la salud. “Es decir, individuos menos aventajados socialmente fallecen más jóvenes en parangón con aquellos que tienen una situación social más próspera”, subraya la investigación.

Por las mencionadas consideraciones, y apoyándose en la ENCOVI, el estudio toma la premisa de que “en la medida que se deterioren de forma progresiva las condiciones de vida; en esa proporción también la salud va a experimentar un deterioro y con ello puede incrementarse los niveles de mortalidad. Entonces, al incrementarse éstos últimos, la esperanza de vida tenderá a retroceder”.

La investigación, aportando más datos concretos, reveló que la tasa bruta de mortalidad aumentó de 4,4 a 5,6 defunciones por cada mil habitantes, lo que significó un incremento de 27,7%. En el caso de la tasa de mortalidad del sexo masculino, el ascenso fue de 22,6% y en el femenino de 34,3%.

Pero, además, de manera más específica, en trabajos recientes desarrollados por el OVV Mérida durante los años 2019 y 2020, se ha tratado de relacionar la emergencia política compleja con ciertas tendencias que se han dado en la entidad en relación a varios temas.

En ese sentido, los estudios previos demostraron que la mortalidad infantil (lapso 2010-2017), las muertes violentas por acciones desmedidas de la fuerza pública de seguridad (lapso 2013-2018), la tasa de muertes violentas y la tasa de suicidios (lapso 2014-2018), se han venido incrementando en los últimos años. Una vez más: estas condiciones sociales empujan al alza a las tasas de mortalidad.

Revelaciones sobre la mortalidad

En cuanto a las causas de muerte, la investigación destacó el apreciable incremento del número de defunciones y del peso relativo porcentual de enfermedades crónico-degenerativas tales como las del corazón, el cáncer y la diabetes, en el lapso 2010-2017 dentro de la población estudiada. También relevante fue el ascenso de los fallecimientos por causas externas y violentas de muerte, tal como es el caso de los suicidios y homicidios.

A propósito de este aspecto del estudio, en el Anuario de Mortalidad 2014, referido a Mérida, las enfermedades del corazón continuaban en el primer lugar (21,7%), se mantenía el cáncer (16,5%) y los accidentes de todo tipo (8,8%) como segunda y tercera causa de muerte, al igual que la diabetes con 8,4% ocupa el cuarto lugar, desplazando a los suicidios y homicidios a la sexta posición, mientras que las enfermedades cerebrovasculares (7,2%) se mantenían en el quinto lugar

También sobre las causas de muerte, el OVV Mérida hizo mención en su investigación al hecho de que las tasas de suicidios según sexo, mostraron una tendencia descendente hasta 2012-2013, entre 44% (hombres) y 67% (mujeres). Después de ese período aumentaron en 104 y 416%, respectivamente.

Todo lo anterior se traduce, para los investigadores, en el hecho de que el aumento de las tasas de mortalidad, tanto en hombres como en mujeres, es lo que explica desde el punto de vista cuantitativo, el retroceso de la esperanza de vida al nacer (general) de los merideños y el declive en los años que le restan por vivir a éstos según el sexo y los distintos grupos por edad.

Lo más reciente

Para el equipo del OVV Mérida, dado que la investigación “Esperanza de vida en el estado Mérida, Venezuela, en tiempos de crisis humanitaria” plantea una mirada estadística sobre el referido indicador sólo hasta el año 2017 -que es la fecha hasta donde es posible contar con cifras en materia de mortalidad para Mérida- es importante dejar por sentada una hipótesis de lo que pudiera haber ocurrido en los años posteriores, es decir, los que van del 2018 hasta el actual año 2022.

“Si tomamos en cuenta que aún perviven los factores de fondo que generan la situación de emergencia política compleja, o crisis humanitaria, y que, además, tenemos el impacto generado por la pandemia de la Covid-19, es probable que la disminución de la esperanza de vida del merideño o bien se haya mantenido en esa disminución ya presentada en la investigación, o quizás pudo haber retrocedido aún más hasta la actualidad, por la sencilla razón de que no hemos salido de la crisis y además se le agrega la pandemia, lo que deriva en la lógica suposición de que más gente ha muerto. Y ya sabemos que mientras las tasas de mortalidad aumentan, la esperanza de vida disminuye en una relación inversamente proporcional desde el punto de vista estadístico”, estima el equipo del OVV Mérida.

En definitiva, la mirada actualizada de la esperanza de vida en Venezuela, y en Mérida en particular, parece plantear que las tendencias a la baja de este indicador, que ya se venía perfilando desde antes de 2017, sigue en curso de caída. “No es de extrañar que el incremento de la tasa de mortalidad se haya seguido acentuando en estos tiempos recientes ya que la prolongación de la crisis y el impacto de la pandemia del coronavirus sumó más muertes a los factores preexistentes, lo que implica que todavía la esperanza de vida siga mermando”, reiteraron los investigadores.