NIUS Diario
Esther Yánez
02/08/2016
- La tasa de suicidios ha crecido un 153% entre 2015 y 2019
- En los primeros seis meses del año se han registrado 94 suicidios, y ha habido un repunte de los casos desde el comienzo de la cuarentena
“Las primeras semanas de cuarentena solo quería dormir para evitar la vida”. Evitar la vida es algo que lleva haciendo Ender los últimos tres años; y la cuarentena por la pandemia del coronavirus parece la excusa perfecta para dejarse llevar sin culpa. “No quería despertar. Desayunaba tarde, almorzaba tarde… Solo quería que terminase el día para no sufrir”, cuenta.
Lo que para unos puede suponer un suplicio; la nada, la solitud, el confinamiento, la inactividad como rutina impositiva a una pandemia planetaria, para otras personas como Ender es un alivio. Libertad para una depresión crónica camuflada en un virus mutante. Ahora, piensa, no llama tanto la atención entre los otros rostros taciturnos bajo una mascarilla obligatoria desde el principio.
Ender ha intentado suicidarse dos veces desde que en 2017 tuvo que dejar su empleo fijo en el Ministerio de Salud donde llevaba trabajando más de doce años. Él tiene 42, es licenciado en relaciones internacionales, habla inglés, es un profesional. Pero como tantos otros venezolanos sufrió en carne propia los efectos de la crisis devastadora que azota el país y su salario se vio disminuido a menos de dos dólares al mes. La hiperinflación llegó en aquella época a situarse en cifras estratosféricas que posicionaban a Venezuela como uno de los países con los números más altos del mundo.
Y desde entonces, la ansiedad y la depresión, enfermedades invisibilizadas y que según la OMS padecen más de 300 millones de personas en el mundo, forman parte de la rutina de Ender, que para combatirlas toma ansiolíticos y antidepresivos que muchas veces no consigue o que consigue a un precio impagable para el venezolano común, lo que aumenta la ansiedad en un cuadro psicótico nada halagüeño, provocando un círculo vicioso del que es muy difícil desprenderse. Caminar, asegura, es su mejor medicina: “Salgo por las tardes y camino durante horas distancias largas, o doy vueltas a un parque que hay cerca de mi casa”.
“El año pasado sufrí la mayor crisis emocional de toda mi vida y mi familia pensó que no saldría de esta”. Era la época en la que estaba buscando un empleo y aunque le llamaban para meterle en diferentes procesos de selección, nunca quedaba finalista y no conseguía los contratos, lo que acentuaba la desconfianza en sí mismo y, por ende, la depresión y la ansiedad. Ender asegura que la familia no entiende lo que sufre un enfermo con estas dolencias. “Creen que es que eres flojo (vago), que no te quieres levantar de la cama porque no quieres, y no es así”, dice.
La situación se agrava con la cuarentena
La depresión se camufla en la sociedad del siglo XXI y se confunde como un bajón estacional o puntual de serotonina, de química en el cerebro, de una causa momentánea en el espacio y el tiempo; pero no es así. En Venezuela se han convertido en el principal motivo de suicidios debido a la crisis económica de los últimos años y la situación se está agravando de manera alarmante desde el comienzo de la cuarentena según los expertos. Desde enero de este año y hasta el 29 de junio, el Observatorio Venezolano de Violencia ha contabilizado 94 suicidios en el país, y desde marzo, fecha en la que comenzó el confinamiento, han experimentado un aumento de los registros.
Fernando Jiménez, psiquiatra venezolano, asegura que ha notado un repunte de casos con instintos suicidas en su consulta desde el comienzo de la pandemia. “Hay una relación causal directa entre la situación socioeconómica del país y la salud mental de los venezolanos. Con la cuarentena la situación se agrava por la incertidumbre y por la situación particular que vivimos aquí. El venezolano ha perdido ciertos factores que lo sostenían como la alimentación o la capacidad de trabajar y producir un sueldo superior a 6 u 8 dólares por mes; y eso es claramente insuficiente para una familia”, sostiene.
Además, la cuarentena obliga a una sociedad, que vive en un 60% de la economía informal y de salir a la calle a diario para llevar el pan a casa (literalmente), a quedarse en casa, lo que aumenta el estrés emocional.
La tasa de suicidios rompió récord en Venezuela en el año 2019 según cifras del propio Observatorio Venezolano de Violencia (OVV), que asegura que el país ha sufrido un incremento del 153% de suicidios entre los años 2015 y 2019.
Antes del chavismo, el suicidio representaba entre 4 y 5 personas por cada 100.000 habitantes. Pese a los buenos años petroleros, la tasa aumentó entre 8 y 9 durante los primeros años de Chávez y a partir de 2015, cuando comenzó el peor momento de la crisis, la tasa se disparó, cuadriplicando sus cifras hasta 9,7 personas por cada 100.000 habitantes en 2018, ubicando a Venezuela como el país con la tasa más alta de todo el continente latinoamericano.
Según estimaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Venezuela registró 1.143 suicidios en el año 2015 y la cifra aumentaría hasta los 2.900 en el año 2018. El gobierno chavista no da cifras oficiales al respecto desde el año 2003, y el tema es un absoluto tabú en la sociedad venezolana poco dada a sacar los asuntos de la psique en público o más allá de los muros estrictamente familiares.
La primera vez que Ender pensó en suicidarse decidió que se tiraría por la ventana de la casa de su prima. “Pensaba en cómo caería y en si sería suficiente porque es un piso ocho y podría quedar vivo. También pensé tirarme al metro, pero al final me frené por mi espíritu. También pienso mucho en dónde quedaría mi alma si me suicido porque soy una persona religiosa y la religión no aprueba esta práctica. Así que por eso me eché para atrás esa primera vez”.
Pero la segunda vez no pensó en su espíritu ni en la religión. Agarró el bote de pastillas que está tomando para equilibrar la química que su cerebro no genera de manera natural y se tomó un puñado de diez píldoras. “Después me di cuenta de que no eran suficientes, aunque cuando me las tomé sentí que me iba a morir, de repente solo quise vomitar porque me encontraba muy mal. Para matarte tienes que tomar al menos dos o tres cajas”, cuenta. Y lo dice con la rudeza y la ironía del que ha sobrepasado todos los límites de la morbosidad para hablar de ciertos temas y contempla la delgada línea entre la vida y la muerte con una naturalidad pasmosa de dueño absoluto de su destino.
El informe del Observatorio Venezolano de Violencia revela que el número de hombres suicidas es cuatro veces mayor que el de las mujeres y que el principal modo de terminar con su vida es el ahorcamiento. Ender, incluso, explica que él pensó en ese método porque tenía un conocido de 18 años que lo hizo así y que consiguió llegar al nudo perfecto mirando tutoriales de YouTube. Pero no sabe porqué, quizá sea la diferencia generacional o digital, al final optó por un método más clásico. El envenenamiento es la segunda práctica más utilizada en Venezuela según estas estadísticas y en más de la mitad de los casos están presentes diferentes trastornos mentales.
Sin embargo, para entrar en un ciclo depresivo que conlleve pensamientos de quitarse la vida, no es necesario, según el doctor Fernando Jiménez, tener enfermedades mentales previas. “Puede haber un brote psicótico generado de manera repentina”, explica; y de nuevo aquí son fundamentales las condiciones de crisis y la pobreza en la que está sumida Venezuela y la falta de expectativas al respecto.
Un testimonio desgarrador
“¿Qué pensaste los momentos antes de intentar suicidarte?”. Es una pregunta recurrente a la que Ender no tiene problema en responder. “Pensé en que ya no había esperanza. En que ya todo había llegado a su fin y en que tenía que tomar una decisión que fuera certera y determinante. Y, ¿cuál es la única opción que te queda? Matarte. El suicidio”, dice.
¿Y el miedo? Sentí mucho miedo, pero miedo a pensar que nunca habría imaginado que yo iba a terminar así. Tenía mi trabajo, mi carrera, soy una persona competente, que ha atendido delegaciones internacionales, que ha viajado. No puede ser que en unos segundos vayas a terminar con todo lo que has logrado en la vida, pensaba. Pero sí. Es posible”, cuenta.
Ender dice que está “conteniéndose” mientras habla porque solo quiere llorar; y que mientras da la entrevista siente los síntomas de su depresión y de su ansiedad en el cuerpo; y dice que son enfermedades hermanas, distintas pero complementarias. “La depresión te hunde, y te tumba y te quita las ganas de todo, es el miedo al pasado. La ansiedad te da la adrenalina para salir a la calle y no parar de caminar durante horas, es el miedo al futuro”; y ambas son “muy graves”, según los expertos, y pueden causar grandes trastornos no solamente en las personas que las padecen sino en su entorno familiar.
En Venezuela, el deterioro del sistema de salud, ha provocado que las enfermedades mentales sean las últimas en la cola de la atención sanitaria y muchas veces, la necesidad de cubrir lo básico, como el plato de comida diario, no permite prestar la atención necesaria a este tipo de dolencias del interior. Tampoco hay psiquiatras suficientes en el país porque muchos se fueron buscando un reconocimiento a su labor, y de nuevo, sus malos sueldos y condiciones laborales, provocan que los especialistas huyan del sistema público al privado, donde al menos pueden rascar unos dólares en cada consulta.
Ender lleva tres meses trabajando como community manager en una empresa para la que además puede teletrabajar. Gana cincuenta dólares al mes y está contento porque cree que es un buen sueldo, visto lo visto. Sin embargo, cada día tiene un pensamiento recurrente: “¿Hasta cuándo durará este trabajo? ¿Cuándo llegará el otro mejor que yo? ¿Cuándo me van a despedir? ¿Y si mañana me dicen que ya no, que me vaya? ¿Y qué voy a hacer entonces?».