Crónica Uno
Mariana Sofía Garcia
11 de agosto, 2021
En el mismo camino de agrupar y representar a las personas que hacen arte en sus casas, Conchita creó una organización llamada Cenica, que tiene su casa como un punto de encuentro para hacer reuniones culturales, agendas de actividades en Petare y una red de apoyo para artistas de la tercera edad que merecen reconocimientos o necesitan ayuda.
Caracas. La casa de María Bastidas, conocida como Conchita, nunca está sola. Cada tanto alguien toca a su puerta. Por lo general, son músicos, artesanos o manualistas que la buscan para crear en lo que ella prefiere llamar como su taller de “Amigos Cultores”. Lo que se vive en ese hogar, ubicado en el sector Caruto de Petare, está enfocado en la cultura y los valores de una comunidad que palpita.
Conchita es una artesana integral. En Petare todo el mundo la conoce porque ha organizado y participado en muchas actividades basadas en la cultura de paz. Y es que, a su juicio, ha visto con dolor que muchas organizaciones con gran poder no llegan a los barrios y tampoco a los artistas que están escondidos en sus casas, porque “no se escudriña para relucir aquellos adultos con larga trayectoria o los niños que están floreciendo su ímpetu artístico con los dones que tienen de nacimiento”.
Es hija de un indígena que estaba de paso por Tostós, un pueblo ubicado en el estado Trujillo. “Nací en la montaña, en una estera”, confesó entre risas. Cuando cumplió ocho años, su madre la llevó a Petare para que estudiara. Era un cambio drástico porque ella estaba acostumbrada a montar caballo y en la ciudad se sentía encerrada. Hasta les tenía miedo a las personas.
“Me inscribieron en el colegio de Fe y Alegría”, contó Conchita. Ahí las monjitas le agarraron mucho cariño a la niña que en ese momento tenía un acento gocho muy pronunciado, y le enseñaron ciclismo y natación para que participara en competencias.
En paralelo, se la pasaba en la cancha jugando metras, volando papagayo y compartiendo con los demás niños. Conchita sintió que se estaba formando como líder porque siempre buscaba apoyo de los adultos para hacer fiestas y actividades que unieran las culturas de donde ella venía y las de Petare.
Se casó a los 21 años y tuvo dos hijos. En ese momento, se apartó un poco de la vida cultural hasta que se puso a trabajar como maestra en la Unidad Educativa de El Llanito. Dando clases fue como renació su amor hacia la cultura y se preguntó cómo podía hacer para que los niños aprendieran tantas cosas que quería enseñar. “Me fui por el teatro y los títeres”, recordó Conchita.
A esas manifestaciones artísticas le sumó la siembra, algo que había aprendido en Tostós, y consiguió que en el colegio tuvieran un jardín grande. Las otras maestras le pedían que las enseñara a hacer los títeres, las muñecas y otras manualidades.
Pasó varios años trabajando como maestra hasta que un muchacho que conocía le dijo que en la Alcaldía de Sucre estaban buscando personal y le iban a pagar un poco más que en la escuela. En la entrevista dijo que su vida estaba dedicada al arte y a la educación. Por eso la asignaron a visitas a casas de cultura en los barrios.
Yo me salía de esas casas y buscaba a los niños y adultos con talento que estaban escondidos”, contó Conchita.
Así comenzó a hacer exposiciones de pintura, poesía, manualidades y, con ello, viajar a distintas partes del país. En Petare, Conchita ha visto mucho talento en La Línea y en Maca, y los ha llevado a que se presenten en la zona colonial para que los vecinos los conozcan, y considera que, en el interior del país, en Barlovento y Todasana hay mucho potencial.
“He regresado a mi pueblo y allá hago dulces criollos, sopa, enseño a pintar, a hacer títeres y, como los niños hablan de mí en el colegio, también les enseño a las maestras que me buscan interesadas por aprender. Uno va dejando huellas por donde pasa”, manifestó.
En el mismo camino de agrupar y representar a las personas que hacen arte en sus casas, creó una organización llamada Centro Urbano Integral de Cultura, Arte y Oficios (Cenica), que tiene su casa como un punto de encuentro para hacer reuniones culturales, agendas de actividades en Petare y una red de apoyo para artistas de la tercera edad que merecen reconocimientos o necesitan ayuda.
Hemos visto artistas que, por ejemplo, son de la tercera edad y sus dientes se les cayeron. Tienen muchísimo talento en la música pero les da pena salir así. Otras veces hemos visto a artistas que viven arrumados y buscamos la manera de arreglar sus casas para que florezca su amor por la cultura”, comentó Conchita.
Hace varios años, en una de sus tantas visitas por los barrios, escuchó a unos señores llamados Improvisión que cantaban muy bonito, y el oído se le fue para allá. Les preguntó si querían asistir a una reunión de músicos y uno de ellos no olvidó la invitación, que era después de quince días. El día del compartir vio que llegaron con un tamborcito.
“Tienen tanto talento que les di una consola que tengo de 16 canales, dos cornetas grandes y un piano. Ahora se han presentado en muchas partes y me nombraron representante de la agrupación”, contó orgullosa. Igualmente, está representando a otra agrupación llamada Los Integrales y ayuda en la formación de jóvenes en el género rock.
Para la organización de las actividades culturales en Petare hay dificultades. Desde lo económico, aspecto en el que por lo general buscan apoyo con ONG o tratan de vender dulces criollos para autosustentarse, hasta lo logístico, por la dificultad de mover a los músicos y artistas. Sin embargo, siempre consiguen que salgan los encuentros de la forma más bonita posible.
Los artistas siempre van a su casa para pintar, tocar música o hacer manualidades. A pesar de las necesidades económicas, siempre alguien lleva algo para hacer una comida o un dulce.
Petare palpita, tiene alma. Tiene un sentimiento puro, de grandeza, nobleza y de paz”, insistió Conchita.
Dentro de sus actividades también le ha dado importancia a las obras sociales. A principios de julio consiguió hacer un evento basado en la concientización ciudadana con presentaciones de música y bailes en la calle Los Bomberos de El Llanito, con el apoyo de la ONG Dale Letra, y se encargaron de limpiar, pintar y reparar la cancha donde se presentaron.
A pesar de la pandemia, han mantenido la agenda llena de actividades en áreas abiertas, como las platabandas de las casas cuando se ha sumado al proyecto de la ONG Zona de Descarga. Además, Conchita se ha involucrado en ayudar a niños con discapacidad para que también exploren en el arte y la cultura.
Petare ha estado entre las parroquias más violentas del país y forma parte del municipio Sucre, que también es uno de los más violentos del Área Metropolitana de Caracas, y que, según el Observatorio Venezolano de Violencia (OVV), llegó a tener una tasa de 87 muertes por cada 100.000 habitantes. No obstante, personas como Conchita han tratado de dejar atrás esos números para sumar en la formación de mejores petareños bajo los ideales de la cultura de paz.
Fuente: