Prensa OVV Mérida
El viaducto Campo Elías es, sin duda alguna, un atractivo de la ciudad de Mérida. Sus 165,28 metros de longitud y sus 70 metros de altura -en su punto máximo- se convirtieron en la forma de unir un tramo de la metrópoli, pasando sobre el río Albarregas. Esta estructura de concreto, que entró en servicio a principios del año 1972, fue parte del Plan de Desarrollo Urbano de la capital del estado para integrar dos áreas importantes de la ciudad que se ubicaban al otro lado del casco central, es decir, donde se ubican hoy en día las avenidas Las Américas y Los Próceres. Posteriormente, se construyeron otros dos viaductos, el Miranda y el Sucre, para integrar completamente la urbe.
El Campo Elías, por ser el primero de los viaductos, se convirtió para los merideños y turistas en una especie de mirador desde donde se observaba la ciudad y se apreciaba el verdor curvilíneo de las riberas del río Albarregas, fuente natural que atraviesa la Ciudad de los Caballeros. La intención de conservarse como corredor de circulación vehicular y peatonal, sin mucha protección en las barandas, se fue deshaciendo a medida que el sitio se fue convirtiendo en escenario para los más dramáticos suicidios. Las cifras se elevaron de tal manera que no hubo otro remedio que colocar altas barandas, entre el 2004-2005, para evitar la escalada de lanzamientos desde esta estructura. Se pensó en hacer lo mismo con los otros dos puentes, pero los presupuestos no dieron para concretar las obras y, en ambos casos, las propuestas quedaron en el aire. Sin embargo, la medida no bajó el número de muertes, solo cambió el modo de hacerlo. En tiempos recientes se ha observado que las personas también optan por lanzarse desde los otros dos viaductos.
Lo cierto del caso, es que Mérida siempre ha llevado a cuestas la percepción de ser el estado con la mayor tasa de suicidios en el país, en ese sentido hay pocos estudios que lo corroboren. Recientemente, el Observatorio Venezolano de Violencia en Mérida (OVV Mérida), culminó una investigación de aproximación al estudio de los suicidios en Venezuela, con énfasis en los estados Mérida y Aragua. Este trabajo se desarrolló entre octubre de 2019 y marzo de 2020. La particularidad de esta indagación fue que se abordó desde dos visiones, por un lado, hubo un enfoque cuantitativo con datos donde se emplearon diversos procedimientos demográficos y geográficos, y por otro, se abordó un enfoque cualitativo, sustentado a través de entrevistas a familiares de víctimas de suicidios y a profesionales vinculados al área, como psicólogos, psiquiatras y sociólogos.
Diversas fueron las fuentes de información utilizadas para esta investigación; en este sentido, hubo consultas desde anuarios estadísticos de Venezuela, anuarios de epidemiología y estadística vital, anuarios de mortalidad, base de datos de mortalidad de la Corporación Merideña de Salud (Corposalud Mérida) y revisión de la prensa regional, tanto escrita como digital, durante un lapso de tiempo comprendido entre el 2014-2018. La búsqueda de datos comprendió desde las estadísticas publicadas en 1936, las más antiguas conocidas en el país, hasta el 2014, que son los registros oficiales más recientes.
Para encender alarmas
Gustavo Páez, coordinador del OVV Mérida y encargado de dirigir la investigación, explicó que dentro de los resultados más destacados se puede señalar que la tasa de suicidios en el país, entre 2017 y 2018, se ubicó alrededor de 9 suicidios por cada 100 mil habitantes, lo que estaría por debajo de la media mundial de 10,5 suicidios por cada 100 mil habitantes. Estaríamos -dice- muy alejados de los países con las mayores tasas de suicidio del mundo, como Guyana con 29, o como Rusia y Lituania, con 31 suicidios por cada 100 mil habitantes. “No obstante, el problema no es que nuestra tasa sea inferior a la media mundial o que esté muy alejada de las más altas del planeta, sino que basta con decir que se duplicó entre 2015-2018 y eso es razón suficiente para encender las alarmas. Es bueno señalar que Venezuela, en toda la historia de estadísticas conocidas sobre tasas de suicidios estimadas, vale decir entre 1936 y 2014, nunca había experimentado una tasa superior a 7 suicidios por cada 100 mil habitantes; solo durante un lapso relativamente breve entre 1965-1972 fluctuó en valores cercanos e iguales a 7 suicidios por cada 100 mil habitantes”, señaló Páez.
Otro dato aportado por la investigación, es que las tasas históricas de suicidios estimadas en el período comprendido entre 1950 y 2014, revelaron que el estado Mérida se posicionó como la entidad con la mayor tasa histórica del país con 8,9 suicidios por cada 100 mil habitantes, seguido por Trujillo con 6,3. Zulia arrojó 6,2; Barinas 6,0 y Táchira 5,4. “Un aspecto importante de destacar, es que la tasa histórica de suicidios de Mérida es más del doble (2,04 veces) de la de Venezuela, es decir 8,9 versus 4,4, respectivamente”, acotó Páez.
De acuerdo al estudio, el resultado obtenido de la tasa de suicidios en el país, es congruente con el obtenido en una investigación realizada por el Institute for Health Metrics and Evaluation, University of Washington, publicada en febrero de 2019, en la cual se demuestra que en Venezuela se incrementó dicha tasa en un intervalo de 40 a 60% entre el período 1990-2016. Esto -según el mismo estudio- arrojó una tasa que fluctuó en un intervalo de 5 a 10 suicidios por cada 100 mil habitantes.
Mérida y sus datos
La pregunta sobre las causas por las cuales Mérida ha mantenido a lo largo del tiempo una alta tasa de suicidios, siempre ha estado sobre la mesa. El estudio arroja varias respuestas que parten, no sólo de los datos que se levantaron cuantitativamente, sino de las respuestas y percepciones de los especialistas consultados para esta investigación.
En tiempos recientes, las estimaciones indican que la entidad andina alcanzó una tasa promedio de 22 suicidios por cada 100 mil habitantes entre 2017 y 2018. Esto significa -explica el estudio- que el indicador aumentó aproximadamente un 83% entre 2014 y 2018. Mérida -a decir de las conclusiones- al igual que Venezuela, nunca había alcanzado semejante valor en dicha tasa, puesto que el mayor registrado fue en el año de 1999 con 16,1 suicidios por cada 100 mil habitantes. “No obstante, por contar solo con cifras recientes para el estado Mérida (2014-2018), no podemos asegurar que esta entidad federal aún se mantiene como la región con la mayor tasa de suicidios del país”, explicó Gustavo Páez.
A criterio del coordinador del OVV Mérida, la posible explicación a este hecho estriba en una doble realidad que ha coexistido en el estado andino durante varias décadas. Una de carácter urbano, que tiene como foco el Área Metropolitana de Mérida, y otra de carácter rural, teniendo como epicentro las zonas aledañas del estado, sobre todo la del Páramo merideño.
En la primera realidad -explicó Páez- se tiene la presencia de la Universidad de Los Andes (ULA), su expansión después de los años 60, y su poderosa influencia como factor de atracción nacional e internacional de adolescentes y jóvenes con intenciones de cursar estudios. Estas circunstancias hacen que las personas estén expuestas a distintos factores de riesgo, bien sea por soledad o por falta de protección familiar. “En la segunda realidad se tejen varios planteamientos. En este caso se combinan elementos propios de la personalidad del merideño, con la presencia frecuente de trastornos mentales en la población, preponderancia de comportamientos machistas, la práctica de reproducción endogámica, el consumo de alcohol, la actividad agrícola como fuente principal de ingresos económicos para la población, y la disponibilidad y uso de agroquímicos como sustancia empleada para suicidarse”.
Lo cierto del caso es que las dos realidades antes descritas, han cohabitado al menos en los últimos 60 años y, en conjunto, son las que quizás podrían explicar por qué Mérida, a partir de los años 70, se perfiló como la entidad con la mayor tasa de suicidios del país.
Según la percepción de los especialistas entrevistados para este estudio, el suicidio es un hecho que depende de múltiples factores, algunos de los cuales son predisponentes, detonantes y de riesgo, que funcionan a distintos niveles, los cuales pueden ser individuales, familiares y sociales. Por lo tanto, no existe un único factor que explique la ocurrencia de los suicidios, así como no existe una única causa por la cual las personas decidan quitarse la vida. En suma, el suicidio, para estos especialistas, es un hecho que congrega muchos factores y muchos móviles, por lo que resulta muy complejo a la hora de estudiarlo.
Para Gaudy Avendaño, psicóloga clínica, el suicidio es una conducta humana que depende, en muchos casos, de emociones, sentimientos y pensamientos negativos que puede padecer un individuo en un momento dado. Estos sentimientos -según afirma- por lo general lo llevan a caer en estados depresivos. “El suicidio tiene que ver con desesperación, incluso se puede decir que hay distorsiones cognitivas y pensamientos de carácter muy negativo, en donde la persona tiende a emplear una visión de túnel, que es una de estas distorsiones. No vislumbra más salida, solo observa como única escapatoria el acto del suicidio, el cual se mezcla con la desesperanza, la desmotivación, lo que lleva a la persona a pensar que por mucho que ella haga, por muchas decisiones que ella tome, o por muchas cosas que ocurran en su entorno, nada va a pasar y nada va a resolver la situación por la que está atravesando”.
Adentrando en el problema
Si bien la situación del país no siempre ha sido causa fundamental para el incremento de los suicidios, en este momento se lleva el peso mayor. El estudio realizado por el OVV Mérida pone el acento en ese punto, para determinar que en el país están dadas las condiciones para que la ocurrencia y frecuencia de casos de suicidios aumenten.
De los resultados derivados de las entrevistas a profesionales, se puede deducir que las tasas de suicidios sí han aumentado en los últimos años producto de la profunda crisis económica, social y político-institucional por la que atraviesa el país. Se piensa que la crisis aludida ha ocasionado sentimientos negativos en muchos venezolanos y ha hecho que en la población hayan aumentado los casos de depresión y ansiedad. Para los especialistas, la desesperanza se ha apoderado de la sociedad venezolana, por lo que un número dado de venezolanos, dentro de los que se incluyen casos de merideños, ha tomado la desesperada y lamentable decisión de quitarse la vida, bien sea por no poder emigrar al extranjero en búsqueda de bienestar y de mejorar su calidad de vida o porque, al no poder hacerlo y quedarse en el país, no logra soportar la crisis y sobrevivir ante esa realidad.
La opinión de los profesionales que participaron en el estudio es unánime cuando afirman que resulta evidente cómo los suicidios han aumentado en Venezuela. “Lo que ocurre es que se desconoce esa realidad por falta de estadísticas y de un diagnóstico oficial de la situación. Se desconoce la realidad debido a que no existe información publicada al respecto, por parte de las autoridades gubernamentales. Este aumento en los suicidios viene asociado a la situación que padece el país, la cual se ha convertido en un sufrimiento para muchos, donde la situación económica y social actual es lo que ha llevado a que se incrementen las tasas de ansiedad, de depresión, etc.”, según se lee en el informe.
El estudio se adentró, igualmente, en esos aspectos cuantitativos que ponen en contexto cifras del problema. De la revisión de prensa regional, se obtuvo que, al parecer, la depresión fue el principal móvil de muertes por suicidio entre 2014 y 2018, dentro de una muestra de 216 casos de suicidios cuyos móviles fueron conocidos. Esta pasó de un peso relativo de 34,1 en 2014, a 58,8% en 2016. Luego, aun cuando disminuyó un poco, se mantuvo por sobre el 56% en 2017 y 2018. El resto de causas estuvieron referidas a problemas familiares, problemas de pareja, padecimiento de enfermedad, migración de un familiar, entre otras.
En opinión de la psicóloga Avendaño, muchas veces la víctima no expresa abiertamente que va a suicidarse, sobre todo las razones por las cuales lo hace; es decir, tiende a ser poco expresiva, generalmente se crea un código, sobre todo en los jóvenes, que es un código de silencio. “En estas personas el dolor emocional pesa más que el dolor físico; la forma que se puede conocer estos pensamientos es mediante una indagación psicológica, pero no es lo común que la persona exprese que se quiere suicidar. Cuando la persona expresa su deseo, generalmente se asocia más a un llamado de atención”.
Las cifras más recientes para Venezuela son las de 2014 y éstas indican que, del total de suicidios que ocurren en el país, el 83% se corresponden al sexo masculino, mientras que el restante 17%, es del femenino. En Mérida, las más actuales que son de 2018, muestran que el peso porcentual es de 80% para los hombres y 20% para las mujeres. Las tasas de los hombres, tanto en Venezuela como en el estado Mérida, son entre 3, 4 y hasta 5 veces la de las mujeres, en algunos años.
Sobre este aspecto, Avendaño considera que el rol social de los hombres y mujeres incide sobre las diferencias en cuestión. La tipificación de roles de género, lleva a que el hombre sea el proveedor, el que debe ser exitoso; mientras que socialmente la mujer tiene un papel más pasivo. “Si la mujer es exitosa, está muy bien, pero si no logra triunfar, no es tan criticada y evaluada como lo sería en el caso de los hombres. Al hombre, dentro de la sociedad, no se le permite expresar sus emociones, porque es visto como debilidad, en esos casos”.
La percepción general de los especialistas, expresada en la investigación, es que los hombres emplean métodos más violentos y agresivos, como el ahorcamiento, uso de armas de fuego, lanzarse desde sitios elevados; mientras que las mujeres utilizan métodos menos letales, como el envenenamiento con sustancias tóxicas, sobredosis de medicamentos, heridas con objetos cortantes. Desde el punto de vista de los intentos de suicidio, mencionaron que esta situación es más frecuente en el sexo femenino, precisamente porque ellas utilizan métodos menos letales para suicidarse y porque, a veces, dichos intentos son solo un llamado de atención hacia la pareja, padre o madre.
Desde el punto de vista de la edad, en Venezuela hasta el 2014, el mayor peso relativo porcentual de los suicidios se encuentra entre los adultos jóvenes, es decir, entre 25 y 29 años y adultos de mediana edad, entre 30 y 44 años. No obstante, las tasas más elevadas se presentan hacia los adultos de 45 a 64 años y los adultos mayores de 65 años y más. En el caso del estado Mérida, el mayor porcentaje se ubica en los adultos de 45 a 64 años, lo que representa un 50% de los suicidios. En cuanto a las tasas, los valores más elevados se hallan también en los adultos de 45 a 64 años (46 suicidios por cada 100 mil habitantes en esas edades). Es de destacar la tasa de las personas de 65 a 74 años y las de 75 años y más, las cuales muestran valores importantes de suicidios por el orden de 29 y 30 muertes por cada 100 mil habitantes en esas edades, respectivamente.
Este aspecto también tiene explicación dentro de la investigación. En general, los profesionales, tanto psiquiatras, como psicólogos y sociólogos, coincidieron en que esa tendencia en cuanto a las edades, lo justifica el hecho de que principalmente las personas que están emigrando son jóvenes, que apenas están construyendo su proyecto de vida y su estabilidad, pero el adulto de mediana edad y el adulto mayor ya tiene su proyecto de vida establecido. “En este caso la frustración es mayor, porque, por ejemplo, aquellas personas que tenían un trabajo estable y luego lo pierden, o ya tenían su vivienda y luego la pierden, o tienen que vender algunas de sus pertenencias para poder alimentarse, entre muchas otras situaciones, propicia que la frustración aumente en los individuos”. Resalta la investigación.
El método más empleado para cometer el suicidio, tanto en Venezuela como en Mérida, es el ahorcamiento, en el 62 y 58% de los casos, respectivamente. En el país, los envenenamientos tienen un 21%, uso de armas de fuego 13% y otros métodos 4%. En el caso de Mérida, el segundo lugar lo ocupa el envenenamiento con un 29%, seguido del uso de armas de fuego con un 7% y otros métodos, que concentran el 6%.
Entre Libertador y Tovar
El amplio informe refleja, igualmente, los municipios con más casos de suicidios. Sobre este aspecto los porcentajes históricos indican que Libertador se lleva el primer lugar con 39,1%, seguido de Alberto Adriani con 12,6%, Campo Elías 10,1%, Sucre 7,3% y Tovar 3,9%. En conjunto, concentran el 66% de la población total del estado y el 73% del total de los suicidios ocurridos entre 2001 y 2018 en la entidad andina.
En lo que concierne a las tasas históricas de suicidios, es decir, la frecuencia con que suceden las muertes, la realidad es muy distinta. Según la investigación, los cinco municipios que poseen los mayores valores de tasas históricas de suicidios son Cardenal Quintero con 17,7 suicidios por cada 100 mil habitantes, mientras que Pueblo Llano tiene 16,1; Libertador 15,9; Santos Marquina 12,8 y Miranda 12,8; los dos primeros y el quinto puesto son entidades rurales, en tanto que el tercero y cuarto son municipios urbanos.
Para Gustavo Páez, coordinador del OVV Mérida, estos resultados son muy congruentes con la realidad particular que ha coexistido en el estado Mérida con respecto a otras entidades federales, de allí que estos patrones espaciales son parte de la base de sustento explicativo del por qué Mérida ha sido en las últimas décadas el territorio con la tasa de suicidios más elevada del país. “Esa realidad ya descrita se refleja en el espacio geográfico a través de las cifras alcanzadas en el Área Metropolitana de Mérida (urbana) y la Zona del Páramo (rural), dos regiones que históricamente exhiben las mayores tasas de suicidios del estado y quizás de Venezuela”.
Si bien se tejen cantidad de planteamientos en torno a las causas por las cuales Mérida es el estado con la tasa más alta de suicidios, no existen estudios, aparte de éste, que intenten explicar de forma aproximada esa realidad o singularidad. Lo que se diga al respecto -por lo menos en opinión de los especialistas- es mera especulación.
En lo que sí estuvieron de acuerdo los conocedores del tema, es que los suicidios deben ser abordados desde distintas áreas. Este abordaje -a criterio de los profesionales de la salud mental- debe empezar dentro del seno familiar, pasando por los centros educativos hasta los medios de comunicación. “Se debe suministrar orientación sobre el tema de los suicidios a estudiantes (en el caso de los profesionales que son docentes) y a la comunidad en general, mediante charlas orientadas principalmente hacia la prevención, hacia los factores de protección. El problema del suicidio se debe aprender a identificar y la población debe tomar conciencia de la situación, puesto que se ha convertido en un problema de salud pública”, reza el informe.
Otra de las propuestas recogidas dentro de la investigación se centra en la creación de grupos de apoyo con el acompañamiento de profesionales, como psiquiatras y psicólogos, que coadyuven en la orientación a personas que han intentado o pretenden suicidarse.
No es mera casualidad que los especialistas hagan esta recomendación, pues dentro de las entrevistas a los familiares de los suicidas, se demostró que las víctimas dieron señales previas a la decisión de quitarse la vida. Sin embargo, en la mayoría de los casos fueron desatendidas. Para Avendaño, los familiares parten de la idea de que nunca se concretará una amenaza de suicidio y están equivocados.
La pandemia: Un valor agregado
A la crítica situación económica, política y social que ha venido atravesando el país, a lo largo de los últimos años, se suma ahora la pandemia. Este aspecto vino a agravar las circunstancias relacionadas con el tema de los suicidios, por cuanto se ha decretado una cuarentena que mantiene en confinamiento a la población, para evitar la propagación de la enfermedad.
A partir de los estudios realizados por el OVV Mérida, empleando como fuentes de información a diversos medios de comunicación e informantes clave, se han encontrado varios patrones con respecto a los suicidios en todo el país, durante la etapa de confinamiento.
El primer patrón identificado es el de aumento de casos de suicidios durante el aislamiento. Según Páez, de un total de 94 casos que se llevan registrados entre enero y junio de 2020, el 27% ocurrió antes de la medida de cuarentena, mientras que el restante 73% ha acontecido durante la misma. El otro patrón -recalcó- tiene que ver con la manera progresiva como han ido aumentando los casos de suicidios entre enero y mayo. “En enero solo registramos 7 casos; en febrero 10, al igual que en el mes de marzo; pero en abril la cifra aumentó a 14 casos y en mayo subió a 36, eso significa un aumento superior al 400% entre enero y mayo. Entre tanto, hasta el 29 de junio llevamos registrados 17 casos, lo cual no significa necesariamente un descenso puesto que no todos los hechos de suicidios son reseñados en prensa.
Un tercer patrón es que los estados andinos -Mérida, Táchira y Trujillo- concentran el 34% del total de casos que se llevan registrados hasta el momento. Esto -recuerda Páez- concuerda con parte de los resultados obtenidos en la investigación señalada en este trabajo periodístico. El cuarto patrón es el referido a los móviles por los cuales las personas toman la decisión de quitarse la vida. “De acuerdo a nuestro registro, de ese total de casos, el 33% ha tenido como móvil distintas circunstancias relacionadas con la crisis que atraviesa el país, y, en segundo lugar, están los casos de depresión con un 27%, lo cual guarda estrecha relación con la crisis nacional. Y es que se ha demostrado en diversos estudios en el mundo que la depresión, como otros trastornos mentales, suele estar presente en más del 80% de casos de muertes autoinfligidas”, culminó diciendo el representante del OVV en Mérida.