Nuevo Herald
Por María Andreína Malave
En tan solo siete meses Lina Rivera, vecina del barrio Unión de Petare, en Caracas, perdió a su hijo, un yerno y dos sobrinos. Las Fuerzas de Acciones Especiales (FAES) los mataron por “resistencia a la autoridad”, según el portal de noticias Runrun.es. A su hijo y a su yerno los mataron el mismo día. Ella y su hija temen que las FAES vuelvan en cualquier momento.
El caso de la familia Rivera no es aislado: casi el 40 por ciento de las personas asesinadas en Caracas son víctimas de la política de mano dura del régimen de Nicolás Maduro, según reveló un trabajo de investigación publicado recientemente.
Cuando suben los de negro, elaborado por el movimiento social Caracas Mi Convive, que promueve el empoderamiento de las comunidades en temas de prevención de la violencia, aborda a través de testimonios el tema de las ejecuciones extrajudiciales, violaciones a los derechos humanos y el trauma, dolor e impunidad que dejan los operativos de las fuerzas de seguridad del Estado.
Según las cifras reveladas por la investigación, un tercio de los homicidios en Caracas ocurren a manos de las fuerzas de seguridad del régimen de Nicolás Maduro.
“Las personas que sufren pérdidas por ejecución extrajudicial se encuentran, en su mayoría, en situación de pobreza y exclusión”, y las familias afectadas no tienen ningún mecanismo legal al que acudir”, asegura el reporte.
Venezuela es el país más violento de América Latina, según el Observatorio Venezolano de Violencia —81.4 muertes violentas por cada 100,000 habitantes. Los operativos de la política de mano dura del gobierno, —entre estos la reciente Operación de Liberación del Pueblo (OLP), que comenzó en el 2015— han dejado marcas en las comunidades más desfavorecidas y destrozos en muchos hogares, según la investigación.
Alexander Campos, miembro del Centro de Investigaciones Populares (CIP), explicó que el Estado creó cuerpos como las FAES para exterminar a los jóvenes de las comunidades a través de operativos ilegales y para eliminar a quien consideren sospechoso de actos violentos o asesinatos.
Según Campos, estos operativos generan un grado extremo de terror en el barrio.
Las FAES se han convertido en “una señal de la muerte, y efectivamente los símbolos que utilizan, como las capuchas, comunican esto. Para las comunidades, ver que ellos entran es ver cómo cualquiera de sus hijos puede ser asesinado”, dijo.
Campos agregó que ahora las FAES están atacando a quienes consideren que ha participado en protestas políticas. “Hay que hablar muy bajo porque no sabes quién te puede estar sapeando [delatando] con el FAES”, dijo.
“Miles de personas han fallecido a manos de las fuerzas de seguridad del Estado, y cada una deja atrás a familiares, amigos y vecinos que diariamente deben vivir con el vacío y el dolor de la ausencia”, dijo Camila Oropeza, una de las autoras del trabajo.
Los testimonios recogidos reflejan el duelo de los familiares de las víctimas. Frima Udelman, otra de las autoras, contó que cuando visitaron algunas de las casas de los fallecidos pudieron ver las marcas de las balas y las cerraduras forzadas.
“José tocó la puerta y dijo ‘tía, me van a matar’. El policía lo agarró y él le decía ‘dame una pela pero no me mates’, y él le decía ‘cállate que te voy a matar, cállate y arrodíllate’”, dice el testimonio de Carlos sobre el asesinato de su hermano a manos de la fuerzas de seguridad del Estado.
Los testimoniantes entrevistados afirmaron que las víctimas eran inocentes, y que por eso querían denunciar lo sucedido.
Según el Instituto Igarapé, de Brasil, la política de mano dura casi nunca es efectivas y ni siquiera ayuda a reducir los niveles de inseguridad, impunidad o prevenir delitos. Según la ONU, las políticas de mano dura implementadas en Latinoamérica no solo han fracasado en disminuir los niveles de violencia y delito, sino que además han afectado de forma negativa el respeto a los derechos humanos.
“Cada vez que vienen, nos escondemos como si fuésemos malandros”, dijo Carmen, madre de una víctima asesinada por fuerzas policiales, en uno de los testimonios recogidos por Caracas Mi Convive.
Carlos, quién fue amenazado el día que asesinaron a su hermano, comparte ese miedo. “Mi mamá sale a trabajar y yo me quedo aquí solo con mi hermana. Van a venir esos tipos, entran, me ven aquí solo y me dicen que yo soy uno [un criminal]. Me encierran en el cuarto o me sacan para allá donde mi tía y me escoñetan [matan] a mí”, dijo.
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