El Nuevo Herald
Antonio María Delgado
19 de marzo de 2022
A medida que Venezuela descendía desde una de las naciones más ricas de América Latina a una de las más pobres, millones de sus ciudadanos, aproximadamente una cuarta parte de su población, buscaron escapar de las cada vez más difíciles condiciones de vida dejando atrás al país para buscar en otro un futuro mejor.
Pero un número significativo de venezolanos también optaron por quitarse la vida sin ver otra salida a su desesperación.
Venezuela, que durante muchas décadas registró una de las tasas de suicidio más bajas de la región, ha experimentado un aumento, alarmante en los últimos años al punto de que “ahora es un fenómeno social”, dijo Roberto Briceño León, director del Observatorio Venezolano de Violencia, una organización no gubernamental. “Lo que encontramos es que existe una relación muy estrecha entre el creciente número de suicidios y la crisis humanitaria”.
Las dimensiones del fenómeno son difíciles de precisar debido a la tendencia del régimen de Nicolás Maduro de ocultar los números estadísticos que le dejan mal parado. Pero según las investigaciones del observatorio, cuyos primeros hallazgos se dieron a conocer por primera vez en un informe de 2020, las cifras de suicidios se dispararon en más de un 150% desde que comenzó la crisis en 2015 hasta 2018, lo que elevó tasa de suicidios del país desde 3.8 por cada 100,000 habitantes a 9.7 por cada 100,000 habitantes.
Los expertos del observatorio creen que la tasa podría estar ahora estabilizándose, debido en gran parte al efecto generado por la salida del país de millones de venezolanos, muchos de ellos para escapar del hambre y la pérdida de perspectivas.
Pero los expertos también advierten que los números de suicidios obtenidos a primera vista podrían ser incompletos, dado a que una porción importante de ellos se encuentra escondida bajo miles de muertes violentas de origen no determinado, las cuales sumaron más de 4,000 en el 2021.
Los casos de suicidio son catalogados rutinariamente como otra cosa, dijo Briceño León. En un caso reciente, un hombre se quitó la vida saltando desde un viaducto, pero las autoridades solo informaron que su muerte fue causada por politraumatismos. En otros casos, los funcionarios solo enumeraron la causa de la muerte como herida de bala, sin dar una idea de si la persona fue asesinada o se suicidó.
El número de muertes autoinfligidas confirmadas por el observatorio en el 2021, que excluyen las muertes de causas no determinadas, ascendió a 1,164, o 4.3 suicidios por cada 100,000 habitantes.
Pero la verdadera tasa podría ser mucho más alta debido al efecto de la subrepresentación, dijo Gustavo Páez, vocero nacional e investigador del observatorio que ha estado estudiando el incremento de los suicidios.
Es posible que la tasa real sea de alrededor de 7.0 por cada 100,000 habitantes, lo que indicaría una pequeña mejora con respecto a las cifras de 2018, pero aún sería significativamente más alta que los niveles que tenía Venezuela al comienzo de la crisis, dijo Páez.
Uno de los factores que está ayudando a contener el fenómeno es la migración masiva de venezolanos a los países vecinos, así como a España y Estados Unidos, los cuales superaron los seis millones el año pasado.
Ese es el caso porque “las remesas de familiares en el extranjero están ayudando a muchos hogares en este país a sobrevivir”, dijo Páez. Pero también “dentro de la ola migratoria había potenciales suicidas” que escaparon de las terribles condiciones en que se encontraban al salir del país.
Los expertos del observatorio han encontrado algunas tendencias y situaciones que se repiten entre los casos estudiados. Entre estas se encuentra la aparición de los llamados suicidios altruistas, cometidos con frecuencia por personas de mayor edad que padecen enfermedades graves y que se quitan la vida al no querer que sus familiares gasten en ellos los escasos recursos que tienen.
“Simplemente se niegan a aceptar lo que a menudo es un tratamiento costoso y se echan a morir”, dijo Briceño León. Otros no esperan a que la enfermedad se los lleve y se suicidan para salvar a sus hijos del dolor y el costo de su tratamiento. “Se matan pensando que es lo mejor para los demás”.
También hay casos en los que la víctima sufre de depresión clínica y no puede pagar los medicamentos, dijo Briceño León. La situación deja a algunos de estos enfermos mentales en un estado de total impotencia y al no ver salida, deciden quitarse la vida.
La percepción de que ya no hay posibilidad de tener un futuro es uno de los temas principales detrás del fenómeno y golpea tanto a los jóvenes como a los mayores. Incluso las personas bien educadas son víctimas de la tendencia, ya que éstas también han visto desaparecer el nivel de vida que tenían por efecto de la crisis.
Un profesor universitario, por ejemplo, solo gana alrededor de $8 por mes. “¿Qué tipo de vida se puede tener con eso?” dijo Briceño León.
Venezuela vio su PIB contraerse en más del 75% entre 2015 y 2020, superando con creces la caída del 26.7% que experimentó Estados Unidos durante la Gran Depresión.
Economistas han atribuido ese colapso a la corrupción masiva y la aplicación de políticas económicas devastadoras para el sector privado que destruyeron la mayor parte de la capacidad de producción del país.
La crisis arruinó la vida de millones de venezolanos, incluyendo la otrora floreciente clase media del país, y hoy mantiene al 96.2% de la población por bajo la línea de pobreza y condena al 79.3% a vivir bajo condiciones de pobreza extrema, según un estudio publicado en julio del 2020 por la Universidad Católica Andrés Bello.
Las organizaciones no gubernamentales que intentan ayudar a los sectores más golpeados estiman que 14.8 millones de venezolanos todavía necesitan desesperadamente recibir ayuda humanitaria, 9 millones de los cuales la requiere para poder comer.
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