Prensa OVV Mérida
De acuerdo al Observatorio Venezolano de los Derechos Humanos de las Mujeres (OVDHM), núcleo andino, el confinamiento vino a agravar el problema de violencia de género. Ese encerramiento de la víctima con el agresor -según Yolima Arellano, coordinadora de la organización- hizo evidente un problema de larga data. Aun cuando no hay cifras oficiales sobre ese aspecto, este observatorio, entre abril y septiembre, ha atendido, en promedio, seis casos a la semana. El trabajo de esta organización se basa en asesoramiento jurídico a la mujer y la consignación de los casos a la Fiscalía o al Instituto Merideño de la Mujer y la Familia (IMMFA), según sea el caso. Igualmente se remiten a la Fundación de la Mujer (Fundamujer) cuando se requiera de asistencia psicológica.
Según Arellano, el aumento de las llamadas a través de la línea telefónica habilitada para hacer denuncias, la información de los medios de comunicación sobre casos de femicidios y de violencia intrafamiliar, son indicadores del surgimiento de una “epidemia” de violencia de género como un efecto colateral de la pandemia por Coronavirus. “Sí podemos afirmar que a través de la pandemia se ha visibilizado y puesto de relieve una realidad que las mujeres venían sufriendo, como es la exposición constante a la violencia de género”.
Explicó la representante del OVDHM, que en Venezuela, desde el 2016, hay total opacidad y falta de transparencia en relación a las estadísticas sobre violencia contra las mujeres, lo que no permite monitorear la situación. “Ya el mecanismo de seguimiento de la Convención Interamericana para prevenir, sancionar y erradicar la violencia en Venezuela, manifestó en el 2017 que el Estado no presentó cifras estadísticas sobre esta materia”.
Sin embargo, señaló Arellano, que a la par se ha producido un informe sobre la situación en el país en el contexto del Coronavirus para la relatoría de la violencia contra la mujer de la Organización de Naciones Unidas (ONU), donde se demostró, a través de la recopilación de información proveniente de medios de comunicación, redes sociales y organizaciones de derechos humanos de las mujeres, una clara tendencia al aumento sostenido y progresivo de la violencia contra las mujeres. “En Táchira, por ejemplo, los medios hablaban de que el Instituto Tachirense de la Mujer reportó en los primeros seis días de abril más de 40 denuncias”.
Sobre este mismo aspecto, el Centro de Justicia y Paz (CEPAZ) ha manifestado que existe una alta tasa de asesinatos dentro de los cuales se cuentan un buen número de femicidios. Estas cifras son invisibles para el Estado venezolano, puesto que no presenta estadísticas de éstos, ni de ningún otro tipo que estén relacionadas con casos de violencia de género, de allí que la impunidad por ineficacia y efectividad del sistema de protección erosiona de modo constante cualquier esfuerzo meramente legal que intente reducir los índices de aquel tipo de violencia. Por ende, la violencia de género y de otros tipos, se perpetúa principalmente por la impunidad.
Monitoreo desde el OVV Mérida
De acuerdo al monitoreo realizado por el OVV Mérida a la prensa regional, entre enero y septiembre han acontecido en el estado Mérida 35 hechos de violencia de género. De esa totalidad, 24 estuvieron relacionados con presunta violencia física y psicológica, es decir, en el 68,6% de los casos. Otros 6, es decir el 17,1%, estuvieron vinculados con actos lascivos cometidos hacia niñas menores de 10 años y los cinco restantes, 14,3%, resultaron ser actos de femicidios.
Un aspecto importante de esta revisión -según Gustavo Páez, coordinador del OVV Mérida- es que en el 45,7% de los casos se desconoce al victimario; mientras que en los hechos donde sí se conoció, se determinó que en el 42,1% de éstos el agresor fue la pareja sentimental de la mujer (esposo o novio). En segundo lugar, se encuentran equilibrados con el mismo valor las ex parejas, padrastros y desconocidos, con 10,5% cada uno. En tercer lugar, con 21,1%, se ubican como victimarios personas conocidas y finalmente, en cuarto lugar, figuran los hijos como agresores con 5,3%.
Agregó Páez que en 34,3% de los casos registrados se desconoce la edad de las víctimas, no obstante, dentro de aquellos donde este dato se logró indagar, se estableció que el 34,8% eran mujeres entre los 30 y 64 años; igualmente, el mismo porcentaje lo presentaron las niñas de 0 a 11 años. “En suma, en estos amplios grupos etarios se registraron el 69,6% de la totalidad de casos donde se conoció la edad de las víctimas. En segundo lugar, le siguen las adolescentes con 17,4% y finalmente mujeres de la tercera edad con 4,3%”.
La revisión también determinó las zonas del estado donde se presentaron, con mayor frecuencia, estos hechos de violencia contra la mujer. En tal sentido, la mayoría de los casos se registraron en el Área Metropolitana de Mérida con un 48,6%. Le sigue la zona Panamericana con 25,7%, en tercer lugar el valle del Mocotíes 22,8% y en cuarto lugar el Páramo 2,9%. En la zona de los Pueblos del Sur no se reseñaron hechos de este tipo en los medios de comunicación; a pesar de ello, destacó Páez, eso no significa necesariamente que no hayan ocurrido delitos de violencia contra la mujer en esta región de la entidad.
“En cuanto a los municipios donde se registró el mayor número de casos, tenemos que en el Libertador aconteció el 31,4% de los hechos de violencia de género acontecidos en la entidad durante el lapso analizado. Le continúa Obispo Ramos de Lora con 14,3% y el tercer lugar lo comparten Rivas Dávila y Sucre con 8,6%, respectivamente. En conjunto, dentro del contexto espacial de estos municipios, ocurrieron el 62,9% del total de delitos de violencia de género del estado andino, entre enero y septiembre”, explicó Páez.
Para contextualizar estos hechos, el coordinador del OVV Mérida explicó que, para algunos investigadores, la violencia ejercida del hombre hacia la mujer se produce como patrones aprendidos, trasmitidos de padres a hijos. “Esta transmisión se origina en los ámbitos de relación y por medio de los agentes de socialización primarios, como lo son la familia, la escuela y el grupo de iguales donde se desenvuelven”.
Por otra parte, Páez agregó que detrás de estos casos de violencia de género, se esconden agresores que con frecuencia pueden estar padeciendo diversos tipos de trastornos mentales que los llevan a perpetrar diferentes actos violentos contra las mujeres, tales como trastornos de personalidad relacionados con estados obsesivos, impulsivos, disociales o vinculados al consumo de alcohol y otras sustancias
Encerradas con el enemigo
Páez coincidió con la percepción del OVDHM sobre las consecuencias del confinamiento por Coronavirus y la medida de aislamiento decretada por el ejecutivo nacional a mediados del mes de marzo del presente año. “Al hombre merideño, y al venezolano en general, le ha tocado pasar mucho más tiempo en el hogar, donde en algunos casos y por diversas razones, esta situación ha tenido un carácter permanente. Por lo general, los individuos del sexo masculino están acostumbrados a estar en la calle trabajando o haciendo diligencias de distinto tipo; no obstante, esta dinámica familiar sufrió cambios por la situación de la pandemia y la medida asociada a ésta”.
El problema -describe Páez- no es la presencia en sí del hombre por más tiempo en el hogar bajo una medida de aislamiento social, sino la permanencia de éste en su domicilio acatando dicha prevención, “encerrado” en su vivienda con su familia pero con conductas violentas recurrentes o antecedentes fehacientes de actos violentos que podrían reactivarse, en contra de alguno o algunos de los miembros del seno familiar y, en este caso en particular, contra su cónyuge. “El escenario se complica aún más si entra en juego el consumo de sustancias psicoactivas como el alcohol o estupefacientes, factores que con frecuencia están presentes en innumerables casos de violencia de género”.
Sobre este aspecto, Arellano subrayó que la pandemia ha centralizado la acción oficial y se ha desviado la atención de los problemas que más aquejan. “El encierro aumenta la tensión y el hogar no es el lugar más seguro para las mujeres y las niñas cuando se encuentran confinadas con sus agresores, sin que exista la posibilidad de rescatarlas y llevarlas a casas de abrigo, porque estas casas no están en funcionamiento”.
Coctel de circunstancias
No sólo la pandemia forma parte de esas circunstancias que adoban el problema de la violencia de género; existen otras situaciones que hacen mella dentro de los hogares. Gustavo Páez es de los que piensa que la crisis humanitaria por la que atraviesa Venezuela en los últimos años, solapada con la pandemia y la cuarentena, ha generado nuevas tensiones sobre las personas y acentuado otras ya existentes. “Por ejemplo, la carencia de recursos económicos o la de alimentos en el hogar, la propia competencia por la poca disponibilidad de alimentos, puede ocasionar conflictos cuando no hay nada que comer, pero también cuando hay poca comida disponible”.
Otro ejemplo -explica- lo representan los serios problemas que atraviesan los hogares en sus viviendas, en relación al pésimo funcionamiento de todos los servicios públicos. “Éste es otro factor que entra en juego, sobre todo el de la electricidad o el gas doméstico, eso también, sin lugar a dudas, genera fuertes presiones sobre los miembros familiares; y ni hablar de la disponibilidad de gasolina o gasoil para poder movilizarse, bien sea por medio de vehículo particular o en transporte público, para lograr ir a los sitios de trabajo o realizar cualquier actividad cotidiana necesaria”.
Lo anterior, según el representante del OVV Mérida, no es nada nuevo, pues ya las familias venezolanas venían atravesando por esas situaciones desde hace unos años, bajo la crisis que se vive en el país. “Lo nuevo es lo de la pandemia y la medida de aislamiento social para contrarrestarla que, superpuesta con la crisis, genera muchas más tensiones de las que deberían ocurrir, más preocupaciones de las que deberían darse; se generan muchas emociones y situaciones negativas que favorecen los conflictos entre los miembros de las familias. Hay miedo, frustración, intolerancia, irritabilidad, preocupación, angustia, entre muchos otros, y si no se logran manejar bien entre todos, entonces el ambiente familiar podría tornarse agresivo o violento, principalmente en familias donde exista violencia de género”.
En definitiva, y en opinión de Páez, en el país no se le está prestando la atención necesaria a este tipo de flagelo, principalmente porque no existe una publicación sistemática de fuentes de información, vale decir, registros estadísticos por parte de los organismos públicos con competencia en la materia, cuando, precisamente, es imprescindible que el Estado venezolano cuente con un sistema regional y nacional de información, que permita, en primera instancia, diagnosticar y conocer las dimensiones del problema, para poder proceder a diseñar y ejecutar políticas públicas acordes que coadyuven al control y prevención de la violencia de género y llevar a ésta a su mínima expresión.