Prensa OVV Lara
La profundización de la crisis socioeconómica en Venezuela viene acompañada de nuevas formas de violencia surgidas durante la pandemia. Para Carlos Meléndez, coordinador del Observatorio Venezolano de Violencia Lara (OVV Lara), a la inflación y la escasez preexistentes al Covid-19, se le suma el robo y hurto de comida en las casas y los mercados que siguen funcionando en las ciudades del estado Lara. “La violencia se transforma y se adapta a las condiciones que va definiendo el contexto. En la actualidad, estamos viendo las múltiples expresiones de esos cambios que suman mayores dificultades, sobre todo en las poblaciones más vulnerables”, asegura.
El sociólogo aclara que, si bien ha disminuido la cantidad de algunos delitos, como el robo en el transporte público, ello no significa una mejora en la situación. La gente está confinada en sus casas y alrededores, no se movilizan a sus sitios de trabajo y estudio porque están cerrados, pero sigue siendo presa de la agresión. “Disminuyeron los asaltos en los autobuses, pero se incrementaron los robos y hurtos en las zonas residenciales, tanto de las zonas urbanas y rurales. La delincuencia en Venezuela hay que intepretarla en el marco de la emergencia humanitaria compleja que vivimos. Por ejemplo, el hurto del agua almacenada en los tanques que ocurre en las casas del oeste de Barquisimeto, se logra comprender solo en el marco del colapso de los servicios públicos y la incapacidad estatal para responder a las demandas de la sociedad”, dijo.
Los problemas de producción del país y el reciente regreso de medidas de intervención de empresas por parte del gobierno, reavivan el miedo de la gente de quedarse sin alimentos. “Los altos precios y los bajos salarios alejan la posibilidad de acceso a la cesta básica de alimentos e incentivan la violencia. El hurto famélico es la sustracción de productos de primera necesidad sin emplear los medios de la violencia física, pero también hay robo famélico, en el que sí se emplea la fuerza”, explica Meléndez.
“Lara pasó del robo aspiracional -cometido para satisfacer el ‘ascenso social’, basado en el consumo suntuario de zapatos de marca o teléfonos móviles-, al robo famélico, ya que el delincuente también está empobrecido y sus prioridades son los alimentos. La violencia se transforma en el robo por hambre; ahora el ladrón entra en las casas de urbanizaciones y barrios en busca de comida, bombonas de gas, tanques de agua, entre otros enseres”, dijo Meléndez.
Aunque las denuncias sobre los robos famélicos en viviendas no se llevan a cabo ante los organismos públicos, los medios de comunicación locales registran titulares como: “Reo de Fénix fue asesinado por supuesto robo de comida; “Robaron su bolsa de comida”; “Lo asesinan de un disparo cuando intentó robar”; “Tres personas son detenidas por robo en vivienda en Yaracuy”.
El estado de alarma y el aumento de la violencia policial
Meléndez, profesor universitario e investigador, resaltó que otro tipo de violencia en la entidad se genera por el margen de acción de los funcionarios de las fuerzas de seguridad del Estado. “Ahora tienen más autonomía y han maximizado el abuso de la fuerza policial. El poder del Estado ha incrementado la represión y ha contribuido a la presencia casi hegemónica de los asesinatos, bajo el argumento de resistencia a la autoridad”. “En el marco del estado de alarma han aumentado las tendencias que desde el OVV venimos observando en el país, se maximizaron las muertes bajo el argumento de resistencia a la autoridad y se redujeron los homicidios. Esto a causa de la mayor capacidad de control y autonomía con la que operan los cuerpos policiales”, concluyó.