El Nacional
Alejandro Moreno S.J.
23 de febrero 2016
En artículos de hace algún año me preguntaba si ciertos movimientos del hampa, como la toma de autobuses, de calles, de salones de clase en alguna universidad, no anunciaban para el inmediato futuro la ocupación de ciudades enteras y la posibilidad de un poder total, político y social, malandro. Esa previsión ya es realidad plena desde el año 2015 y este primer mes y medio de 2016. La ciudad de Maracay fue paralizada, mediante comunicado y todo, por un pran de barrio; Porlamar y media Margarita fueron detenidas por largo tiempo mientras se enterraba al Conejo en medio de un concierto de tiros y explosiones.
Las pequeñas bandas de barrio han dado paso a las macrobandas que dominan regiones enteras, ciudades, pueblos y grandes conglomerados urbanos. El Picure anuncia el traslado de su sede de San Juan de los Morros a Ocumare con ochenta de sus forajidos y abre el reclutamiento y selección de personal (sic) para su nueva banda, los “Hermanos del Picure”. El 5 de febrero de este año un grupo de delincuentes roba todo un tren del Metro de Caracas. Cada día aumentan los casos similares.
Últimamente, ya no se trata sólo de acciones masivas del hampa, sino que, al parecer, han empezado a involucrarse amplios grupos de gente común que en masa cometen actos delictivos violentos. El martes del último carnaval varias personas se reúnen y roban sesenta pollos asados de una pollera; ese mismo día otro grupo saquea un camión de pollos vivos; también ese día unas cincuenta personas bajan de un edifico de la Misión Vivienda, cerca de la iglesia San Pedro, y mientras unos enfrentan a la Guardia Nacional, otros roban por los alrededores.
La violencia masiva hasta ahora tenía características de defensa: las gentes se reunían circunstancialmente para enfrentar al delincuente peligroso y a veces lo linchaba, cerraban calles y comunidades particulares organizaban su protección. Ahora, los grupos se organizan para atacar. De la defensa se pasa al ataque. En la masa, se diluye la culpa, se goza de impunidad. El éxito produce percepción de autoeficacia por autoexperiencia (Bandura) e incita a repetir la conducta. Antes, se hablaba de violencia masiva cuando las víctimas eran muchas, ahora los muchos son también los victimarios. Y organizados, bien organizados.
El ciudadano común imita al hampón impune y con él se mezcla y confunde.
Esto no se va a quedar ahí; va a seguir avanzando, llegando a más amplias masas. Será la anomia total, la tiranía del caos y de los pranes que en el caos, como en río revuelto, pescarán cada vez mayor poder.
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