Equipo OVV Mérida
Según una investigación en materia de violencia e inseguridad ciudadana desarrollada en el contexto del estado Mérida[1], diferentes indicadores de delitos de la entidad durante el período 1961-1998 presentaron un comportamiento distinto en ciertos aspectos en relación con la tendencia nacional. Es así como, para delitos como el hurto y las lesiones personales, la tendencia nacional y de la entidad fue similar en ese lapso, mientras que, para el caso de delitos con mayor expresión de violencia, como el homicidio y robo, hubo una discrepancia importante en la propensión desde finales de los años 80 hasta 1998. En otras palabras, mientras en el país se incrementaban estos delitos, en Mérida éstos permanecían con cifras estables.
La conclusión resaltante a la que se llegó con aquel estudio fue que Mérida escapó a la explosión delictiva que caracterizó a los estados con mayor nivel de urbanización durante ese período. No obstante, esa situación cambió en el umbral del siglo XXI. De acuerdo con otro trabajo de investigación[2], la expansión de la violencia a principios de siglo implicó que gran parte de las entidades con bajos niveles en sus indicadores de violencia experimentaran un rápido aumento entre 2002-2007, que los equiparó con la tendencia nacional. Uno de los delitos que tuvo mayor incremento fueron los homicidios, como máxima expresión de violencia.
Este escrito forma parte de una investigación realizada por el equipo del Observatorio Venezolano de Violencia en Mérida (OVV Mérida), el cual persigue exponer el comportamiento de la ocurrencia y frecuencia de los homicidios en el estado Mérida durante el lapso 2001-2020, empleando para ello cálculos propios con base en registros de cifras de homicidios provenientes de la base de datos de mortalidad de Corposalud Mérida (2001-2017) y de cifras generadas por el Observatorio Venezolano de Violencia (OVV) (2018-2020).
Comportamiento temporal
En el Gráfico 1 se observa la distribución temporal porcentual de los homicidios ocurridos, así como la tasa de homicidios (frecuencia de ocurrencia por cada 100 mil habitantes [100 m/h]), en la entidad para el lapso analizado. Claramente se visualiza una tendencia creciente en ambos indicadores entre los años 2002-2008 para luego caer durante 2009-2013, a excepción del año 2012 donde ocurrió un alza. Luego, entre 2013-2016, se aprecia otro aumento de éstos, pero menos significativo que el de años anteriores, para después descender de nuevo en el período más reciente de 2017-2020, a pesar que en 2018 hubo un alza leve en el indicador.
Como dato resaltante, la mayoría de estas muertes acontecieron empleando un mismo medio para ejercer la violencia. En promedio, 82% de los homicidios del tiempo examinado se cometieron con armas de fuego, en el restante 18% se emplearon armas blancas y la fuerza física.
En términos generales, la escalada de la ocurrencia y frecuencia de los homicidios en la entidad durante el período abordado, y en el país en general, podría ser consecuencia de lo planteado por Briceño-León y otros autores[3], es decir, por la pérdida de la institucionalidad que ha acontecido en la sociedad venezolana. Entendiendo por aquella, el conjunto de normas o de reglas que regulan la vida en sociedad, que norman o regulan las relaciones sociales. En otras palabras, son las reglas (o normas) del juego que deben tomar en cuenta las personas para orientar su acción dentro de una sociedad y las que deben igualmente orientar la actuación de los demás miembros de ese colectivo social.
Solo en los dos últimos años, 2019-2020, es que Mérida ha exhibido valores en sus tasas de homicidio tendientes a asemejarse a los alcanzados antes del año 2000, es decir, valores inferiores a 13 homicidios 100m/h.
La propensión en los últimos tiempos, desde 2017, es a la disminución de la ocurrencia y frecuencia de homicidios en el estado. Desde ese año, Mérida se ha posicionado de forma continua entre las entidades menos violentas del país, lo que se evidencia en que, entre 2017 y 2019, se ubicó en el último puesto en el ranking nacional (lugar 24), mientras que en 2020 ocupó el puesto 23.
La disminución de este delito en la entidad en tiempos recientes, puede encontrar su explicación en la conjunción de varios factores. Uno de ellos se refiere al flujo migratorio de merideños (y no merideños pero que residían en el estado) hacia el extranjero. Se maneja como hipótesis que quizás un número dado de presuntos delincuentes y de personas dedicadas a actos que están fuera de la ley, han decidido migrar a otros países, pero además personas honestas que de seguro son la mayoría, también han tomado la misma decisión, lo que disminuye el número de individuos que podrían ser potenciales víctimas de delitos de violencia, así como de potenciales victimarios, sobre todo ambos entre los 15 y 40 años que es la franja modal etaria donde se concentra el grueso de los migrantes.
Desde ese punto de vista se podría sostener que: tenemos menos homicidios porque hay menos potenciales víctimas que podrían fallecer por este delito, así como menos potenciales victimarios que cometan homicidios. Como se conoce, la mayoría de las víctimas y victimarios de homicidios también se concentran entre los 15-40 años, pero con mayor fuerza entre los 15 y 29. La migración no solo ha acelerado el proceso de envejecimiento demográfico por el que venía ya atravesando el país desde hace unas décadas, sino que, desde el punto de vista de la violencia e inseguridad, podría estar afectando de manera insólita el comportamiento de la tasa de homicidios de Venezuela, y en este caso específico la del estado Mérida, es decir, a la baja en la ocurrencia y frecuencia de estos sucesos violentos. Se plantea entonces que la “pérdida potencial” de víctimas y victimarios de homicidios por migración, es un factor que ha incidido en aquella disminución, por lo que no pareciera ser coincidencia que, sobre todo a partir de 2016 que es cuando se acentúa aún más el flujo migratorio de venezolanos hacia el extranjero, el número de muertes por homicidios en el país haya descendido en 18.230 (2016), 16.046 (2017), 10.422 (2018), 6.588 (2019) y 4.153 (2020)[4].
Un aspecto que no puede dejarse de lado, y que es probable que haya contribuido con el descenso de la tasa de homicidios en el estado, y también en el país, son las muertes de delincuentes en enfrentamientos con funcionarios de cuerpos de seguridad del Estado. Entonces, se plantea que: en la actualidad ocurren menos homicidios porque en los últimos años han muerto un número dado de victimarios -que cometían homicidios- en enfrentamientos con funcionarios de la fuerza pública, y esto ha hecho que disminuya el número potencial de víctimas que en principio eran victimarios.
Otro factor que es probable que también haya incidido no solo a la baja en la tasa de homicidios, sino también del delito en general en la entidad (robos, secuestros, entre otros), es el importante número de bandas delincuenciales que fueron desmanteladas en 2020 por diferentes cuerpos de seguridad, las cuales, dentro de los principales delitos que cometían, se encontraban los homicidios por móviles como: robo, ajuste de cuentas, venganza o por sicariato. Muestra de ello es que, según nuestros registros más recientes, durante 2020 fueron desmanteladas unas 28 bandas y aprehendidos 108 individuos pertenecientes a estas bandas; no obstante, como dato resaltante, hay que traer a colación que autoridades competentes regionales en materia de seguridad ciudadana, expusieron a los medios que solo en septiembre (2020) desarticularon a 58 de aquellas y fueron detenidas 548 personas por diferentes delitos.
El incremento del número de muertes en averiguación podría entrar en esa lista de factores que han influido en la aparente reducción del delito por homicidio, desde el 2010, pero sobre todo con mayor fuerza del 2017 hasta nuestros días, aspecto que será retomado en el siguiente segmento del escrito.
El incremento de las muertes en averiguación
Las muertes en averiguación son decesos que se encuentran en investigación debido a que se desconoce la verdadera causa de muerte y su intencionalidad, son las denominadas Muertes de Intención No Determinada (MIND). Las MIND son aquellas muertes que ocurren por causas externas de mortalidad y morbilidad cuya intencionalidad se desconoce, por lo cual no pueden ser clasificadas como homicidios, suicidios, accidentes o bajo otra categoría de causa de muerte. En otros términos, son eventos donde la información disponible es insuficiente para que la autoridad médica o legal pueda distinguir entre accidente, lesión autoinfligida o agresión.
En el Gráfico 2 se aprecia la evolución de las MIND en relación con la ocurrencia de homicidios. Como se aprecia, desde el 2010 la tendencia ha sido al ascenso fluctuante con un máximo “pico” en 2017. En la medida que este indicador se acerca a cero (0), significa una mejora en los registros de las causas externas de mortalidad y morbilidad, mientras que valores cercanos a cien (100), expresan todo lo contrario. A inicios del período analizado, en 2001, acontecieron en Mérida 41 MIND por cada 100 homicidios. Luego, entre 2005-2009, este indicador alcanzó los valores más bajos (entre 6 y 10), para después mostrar ese ascenso fluctuante a partir de 2010 en adelante, hasta llegar a 2020 donde ocurrieron cerca de 80 MIND por cada 100 homicidios. Tomando los valores extremos, esto significa que, entre 2010-2020, el aumento del indicador fue de 95%.
Es probable entonces que la tendencia de ocurrencia y frecuencia de los homicidios sí sea a la baja en la entidad; no obstante, los porcentajes y tasas estimadas podrían presentar valores más elevados debido al subregistro que se genera como consecuencia del aumento de las MIND en los últimos 10 años. El problema del aumento de los registros de mortalidad por MIND, es que oculta un número dado de probables homicidios, ocasionando que la tasa por esta causa de muerte se subestime y no se aprecie realmente la verdadera dimensión del problema.
Las diferencias espaciales
Durante los 20 años de registros (2001-2020) han acontecido en la entidad unos 4.278 homicidios en total, esto sin contar el probable número de hechos “ocultos” en la categoría de MIND tanto en la base de datos de mortalidad de Corposalud Mérida (2001-2017) como en la del OVV (2018-2020). Desde el punto de vista del número de homicidios acontecidos según municipios, Libertador resultó ser el territorio con el mayor porcentaje histórico de ocurrencia de la causa de muerte en cuestión. En este municipio han sucedido 37,2% de aquella totalidad de homicidios señalada. Luego, le siguen Alberto Adriani y Campo Elías con 28,0 y 7,7%, respectivamente (Mapa 1). Estos tres municipios concentran el 72,9% del total de homicidios ocurridos en Mérida durante el lapso analizado y conforman el grupo con los valores porcentuales más elevados.
Con un porcentaje que oscila entre 2,9 y 4,7 se encuentran, en el siguiente orden, Tulio Febres Cordero, Obispo Ramos de Lora, Sucre, y Caracciolo Parra y Olmedo. En el sucesivo grupo se ubican Tovar, Julio César Salas, Antonio Pinto Salinas, Andrés Bello, Rivas Dávila, Zea y Santos Marquina, cuyos valores porcentuales fluctúan entre 0,8 y 1,5 (Mapa 1).
El último conjunto es el que concentra el mayor número de municipios y, a excepción de Justo Briceño que pertenece a la zona Panamericana de Mérida, el resto son de la zona del Páramo (Cardenal Quintero, Pueblo Llano, Rangel y Miranda) y de los Pueblos del Sur (Arzobispo Chacón, Guaraque, Aricagua y Padre Noguera). Las cifras en este grupo de municipios son inferiores a 0,7% (Mapa 1).
Como se observa, los valores más elevados no solo se concentran en 3 de los 23 municipios que conforman el estado Mérida (Libertador, Alberto Adriani y Campo Elías), sino que son los tres territorios más poblados de la entidad (Mapa 2). Éstos agrupan 56,2% de la población total estimada del período (2001-2020). Se encontró entonces una estrecha correlación lógica entre los municipios más poblados y en los que acontecieron mayor número de homicidios, así como menos homicidios en los menos poblados (Gráfico 3).
En cuanto a la tasa de homicidios de cada municipio, se estimó un indicador histórico que da cuenta de la tasa promedio de éstos para el lapso 2001-2020 (Mapa 3), así como la tasa de la entidad. La tasa promedio histórica de Mérida (2001-2020) resultó ser de 26,3 homicidios por cada 100 mil habitantes (100m/h) y solo cuatro municipios presentaron un valor superior a la media estadal, es decir, en el siguiente orden, Alberto Adriani (47,7 homicidios 100m/h), Obispo Ramos de Lora (36,3), Libertador (34,4) y Tulio Febres Cordero (31,4); territorios que son los que han mostrado las tasas promedio históricas de homicidios más elevadas del estado. En conjunto, en éstos acontecieron 73,8 % del total de homicidios registrados en las fuentes consultadas en esta investigación.
El siguiente grupo está conformado por Caracciolo Parra y Olmedo (24,2), Julio César Salas (21,6), Zea (18,7), Andrés Bello (18,1), Cardenal Quintero (16,9) y Campo Elías (16,6), los que exhiben valores intermedios o moderados de tasas de homicidios. Luego, se presentan Sucre (15,1), Rivas Dávila (13,1), Antonio Pinto Salinas (12,6), Pueblo Llano (12,3) y Guaraque (12,0) con tasas moderadamente bajas, para finalizar con el conjunto de municipios menos violentos de la entidad, es decir, Santos Marquina (9,8), Arzobispo Chacón (9,1), Aricagua (9,0), Tovar (8,8), Justo Briceño (7,8), Rangel (7,1), Padre Noguera (5,1) y Miranda (4,3).
A diferencia del indicador anterior, el de porcentaje histórico de homicidios, en el caso de la tasa histórica no se encontró una correlación alta entre ésta y la población de cada municipio (Gráfico 4). No obstante, es necesario destacar que, si bien es cierto Alberto Adriani y Libertador de nuevo se ubican entre los primeros lugares, también es muy cierto que Ramos de Lora y Febres Cordero, se posicionaron en los primeros cinco, incluso, Ramos de Lora supera a Libertador en tasa.
Desde el punto de vista de una visión regional, es costumbre subdividir al estado Mérida en subregiones, vale decir: Área Metropolitana de Mérida (AMM) (municipios Campo Elías, Libertador [donde se asienta la ciudad de Mérida, capital de la entidad], Santos Marquina y Sucre); zona Panamericana (ZP) (municipios Alberto Adriani, Andrés Bello, Caracciolo Parra y Olmedo, Julio César Salas, Justo Briceño, Obispo Ramos de Lora y Tulio Febres Cordero); zona del Valle del Mocotíes (VM) (municipios Antonio Pinto Salinas, Rivas Dávila, Tovar y Zea); zona del Páramo (P) (municipios Cardenal Quintero, Miranda, Pueblo Llano y Rangel); zona de los Pueblos del Sur (PS) (municipios Aricagua, Arzobispo Chacón, Guaraque y Padre Noguera).
En ese sentido, tomando en cuenta las cifras porcentuales históricas de homicidios, en el AMM es donde se ha registrado el mayor valor (49,5 de los homicidios sucedieron en los municipios que integran esa área, la que concentra el 50% de la población total del estado) y luego le sigue de cerca, con 42,1%, la ZP lo que marca una diferencia de 7,4 puntos porcentuales (alberga 29,2% de la población total); no obstante, al observar las tasas, se encontró que la ZP supera al AMM en 11,7 puntos por cada 100 mil habitantes. Mientras la primera tasa arrojó un total de 38,0 homicidios 100 m/h, la segunda resultó ser de 26,3; contando la ZP con 165.379 habitantes estimados menos que el AMM.
Cuando se evalúa el valor presentado por estos indicadores en la subregión del VM, ésta ocupa en ambos casos el tercer lugar. Acontecieron en ella 4,8% de los homicidios, siendo su tasa de 19,6 100 m/h. Luego, le siguen la zona del P (2,3% y 8,5 homicidios 100 m/h) y de los PS (1,2% y 9,6 homicidios 100 m/h).
La diferenciación espacial de la ocurrencia y frecuencia de homicidios en Mérida también puede ser apreciada distinguiendo el ámbito urbano y rural. En el urbano sucedió 93% del total de homicidios registrados, mientras en el rural el 17% restante. En relación a la tasa, el primero alcanzó una cifra de 29,6 homicidios 100 m/h, en tanto que en el segundo fue de 10,7. En otras palabras, la tasa en el ámbito urbano es 2,7 veces la del rural, por lo que este delito tiene una connotación urbana.
En definitiva, la descripción cuantitativa de las diferencias espaciales según municipios permite decir que la violencia en el estado Mérida, vista a través del indicador de porcentaje de ocurrencia histórica de homicidios; se concentra casi en sus tres cuartas partes (72,9%) en tan solo tres municipios: Libertador, Alberto Adriani y Campo Elías. La principal razón de peso que podrían explicar este comportamiento es que más del 56% de la población total estimada para el estado (2001-2020) se concentra en esos territorios, lo que se traduce desde el punto de vista estadístico, en un mayor número potencial (probable) de víctimas y victimarios de muertes por homicidio por diferentes móviles: robo, sicariato, venganza, ajuste de cuentas, prejuicios de distinto tipo, de género, entre otros. Este hecho es congruente con la alta correlación lógica que se encontró entre los municipios más poblados y la mayor ocurrencia de homicidios. A pesar de ello, este indicador no lleva a concluir necesariamente que un territorio dado es más violento que otro u otros, como sí lo permiten decir los niveles alcanzados por la tasa de homicidios.
Cuando se visualizan las tasas, se distingue que Alberto Adriani y Libertador ocupan el primer y tercer puesto respectivamente, mientras que Campo Elías se ubica en una posición muy alejada de los primeros lugares (décimo lugar). Eso quiere decir que en los dos primeros acontece con mucha más frecuencia el delito de homicidio. En otros términos, se encuentran entre los municipios más violentos de la entidad.
A diferencia del indicador anterior de porcentaje, las tasas son mucho más independientes de la población que posea en un momento o período dado un municipio (o país), es decir, no necesariamente las áreas más pobladas son las que van a contar con las tasas de homicidios más elevadas y viceversa. Un ejemplo de ello lo representa Obispo Ramos de Lora (2do lugar, por encima de Libertador), Tulio Febres Cordero (3ro) y Caracciolo Parra y Olmedo (4to). Estos tres municipios se encuentran entre los cinco más violentos de la entidad, superan la tasa promedio histórica del estado y todos tienen menos de 32 mil habitantes.
Para dar otra idea de cuan violentos son estos tres municipios en relación con el resto que conforman la entidad y que poseen también un relativo bajo tamaño poblacional (sin tomar en cuenta a Alberto Adriani, Libertador y Campo Elías que, como ya se mencionó, son los que presentan los mayores porcentajes), en ellos acontecieron 490 homicidios durante 2001-2020, mientras que en el resto (17 municipios) sucedieron 668.
En función de las tendencias encontradas en los últimos años a través del monitoreo de medios de comunicación regional, planteamos que los factores principales que podrían explicar el por qué aquellos municipios figuran con las tasas de homicidios más elevadas de Mérida son: (i) un primer factor que es necesario considerar en el caso específico de Alberto Adriani y Libertador, como ya se hizo alusión, son los dos municipios más poblados del estado, por ende existe un mayor número potencial (probable) de víctimas y victimarios de muertes por homicidio por diferentes móviles; (ii) en estas cinco áreas operan el mayor número de bandas delincuenciales que hacen vida en la entidad, las cuales, entre sus principales delitos se encuentran los homicidios principalmente por móviles de robo, sicariato, ajuste de cuentas y venganza; (iii) debido al factor anterior, son territorios en los que con frecuencia se generan enfrentamientos entre miembros de estas bandas o entre individuos de estas últimas y funcionarios de cuerpos de seguridad del Estado, donde resultan homicidios. Todo esto lleva a decir que son los municipios donde las autoridades competentes deben colocar el mayor énfasis en el diseño y ejecución de políticas públicas acordes en materia de prevención y control del delito.
Por otro lado, es notorio que, cuatro de los cinco municipios más violentos de la entidad (Alberto Adriani, Caracciolo Parra y Olmedo, Obispo Ramos de Lora y Tulio Febres Cordero), pertenecen a la zona Panamericana de Mérida, espacio geográfico que cuenta con la tasa de homicidios más elevada del estado, tal y como ya se mostró en párrafos precedentes. Por su parte, Libertador, es del Área Metropolitana de Mérida, segunda zona con mayor tasa en la entidad.
En este particular, tal como también quedó plasmado en una publicación anterior[5], planteamos que entre los factores que podrían explicar el por qué estas dos zonas se ubican como las dos más violentas del estado durante 2001-2020, se tienen:
(i) Estos territorios concentran más del 80% de la población total y de la población urbana del estado. En términos absolutos y porcentuales, existe una tendencia a que las áreas más pobladas presenten un mayor número de delitos de homicidios registrados en comparación con las menos pobladas. Entonces, más población implica que hay mayor probabilidad que cierto número de individuos, influenciados por diversos factores de riesgo, puedan cometer este tipo de delito.
(ii) La diversificación y dinamismo económico también es otro factor, quizás indirecto, que podría entrar en la explicación. En los municipios de la zona Panamericana y del Área Metropolitana de Mérida existe una gran diversificación de la economía y, por ende, donde se mueven importantes sumas de capital. La primera, se especializa en diferentes ramas de actividad del sector primario (por citar algunos ejemplos: producción de plátano, ganadería de doble propósito) y terciario de la economía (comercio en general y vinculado con el sector agropecuario; servicios financieros, de almacenamiento y distribución; entre otras ramas). La segunda, se especializa en actividades del sector terciario pero con mayor peso hacia las vinculadas con el sector educativo y turístico, además de ser sede de los poderes públicos regionales por estar asentada la capital de estado (ciudad de Mérida, municipio Libertador). Es así como en la Panamericana es frecuente la extorsión, el secuestro o el robo a productores agropecuarios, el hurto de ganado, así como el robo a personas en la calle, avenidas y en sus viviendas, entre otros delitos que pueden llevar a delincuentes a consumar homicidios. En la otra también acontecen con mucha frecuencia robos a personas en la calle o en sus viviendas, robos y/o hurtos de partes de vehículos, robos a comercios, entre otros, que también pueden llevar a los delincuentes a consumar homicidios.
(iii) El grueso de las bandas delincuenciales reseñadas por los medios de comunicación, tiene su centro de operación en alguno de los municipios que conforman aquellas dos subregiones. Estas bandas se dedican en estas áreas a perpetrar varios delitos: robos, hurtos, extorsión y homicidios, en ese orden de importancia, así como secuestros, tráfico de drogas, entre otros.
(iv) En conexión con el factor anterior, en estas dos zonas es donde acontece la mayoría de las muertes por resistencia a la autoridad.
Hacia el otro extremo se tienen la zona del Páramo y la de los Pueblos del Sur, las que históricamente se presentan como las menos violentas de la entidad y en donde se concentran unos 88.556 habitantes (10% de la población total de Mérida). En conjunto, en estas áreas han ocurrido menos del 3,5% del total de homicidios registrados (2001-2020) y las tasas son inferiores a 10 homicidios 100 m/h.
Finalmente, según entrevistas hechas a varios profesionales (psiquiatra, psicólogo clínico y psicólogo social), los menores niveles de violencia en los municipios del Páramo y de los Pueblos del Sur, podrían encontrar su explicación en factores tales como: personalidad del merideño nato quien en su mayoría habita estas zonas (introvertido, sosegado, tímido, cerrado, tradicionalista), cultura en general poco violenta (a excepción de lo relacionado con violencia de género e intrafamiliar; cultura machista y consumo de alcohol como factores detonantes de acciones violentas en el hogar), creencias religiosas, estilo de vida más tranquilo, rutinario y aletargado, población menos expuesta a situaciones de estrés, entre otros factores. Sin embargo, esto no significa que no acontezcan homicidios en estas zonas, solo que es mucho menos frecuente este delito en comparación con la zona Panamericana y el Área Metropolitana de Mérida.
Notas:
[1] BIRKBECK, C., Murúa, M. y Rodríguez, J. (1999). “La delincuencia común en el estado Mérida entre 1961 y 1998”, Revista Cenipe, N° 18-19, pp. 23-48. Disponible en https://www.researchgate.net/publication/304166635_La_Delincuencia_comun_en_el_Estado_Merida_entre_1961-1998
[2] CRESPO, F. (2016). Cultura de la violencia. Caracas, Universidad Central de Venezuela. Disponible en https://www.researchgate.net/publication/303919422_CULTURA_DE_LA_VIOLENCIA_ACERCA_DE_LA_MORALIZACION_Y_LEGITIMACION_DE_LA_VIOLENCIA_EN_VENEZUELA_PARTE_I_EL_NUEVO_DELINCUENTE_VIOLENTO
[3] Briceño-León, R. (2017). “¿Qué enseña el fracaso en la reducción de homicidios en Venezuela?”, Revista Cidob d’Afers Internacionals. pp. 53-76. Disponible en https://bit.ly/3jf6jOy; Briceño-León, R. y Camardiel, A. (2019). El impacto de la violencia en la cohesión social. En: Briceño, L., Camardiel, A. y Perdomo, G. “Los nuevos rostros de la violencia: empobrecimiento y letalidad policial”. Barcelona: Editorial Alfa. Disponible en https://bit.ly/2YLsmTC
[4] Cifras obtenidas del informe Anual de Violencia del Observatorio Venezolano de Violencia (OVV) años 2016, 2017, 2018, 2019 y 2020. Disponibles en https://observatoriodeviolencia.org.ve/informes/informe-anual-de-violencia/
[5] La violencia del estado Mérida en mapas, disponible en: https://observatoriodeviolencia.org.ve/news/la-violencia-del-estado-merida-en-mapas/