Tan alarmante es la incidencia del suicidio, como complejo es  intentar explicar el fenómeno desde una perspectiva única, en un escenario de creciente cantidad de variables, caracterizado por los cambios constantes en la dinámica social e individual. Todo indica que el COVID-19 y los efectos consecuentes, han sido factores intervinientes en el aumento de estos hechos, no solo en Venezuela, sino internacionalmente. Ahora bien, en nuestro país, ya marcado por un continuado deterioro de las condiciones sociales y económicas, el suicidio ha encontrado las condiciones apropiadas para su aparición reiterada, sin que se conozcan planes de prevención oficiales.

Ciertamente, la decisión última de esta acción, recae en el mismo individuo y la imposibilidad de gestionar los conflictos que se le presenten. No obstante, cada acción individual se encuentra condicionada por hechos externos, con lo cual no es posible intentar explicar el suicidio, desde una perspectiva exclusivamente individual. En este sentido, se identifican variables estructurales que influyen en el proceso mediante el cual, se decide el acto. Es así como la crisis económica que de mayor magnitud  ha experimentado Venezuela (por la ausencia de políticas de manejo y control) aparece como la principal causa de una serie de factores asociados al suicidio.

La migración de venezolanos a otros países, es un elemento ocasionado por la crisis mencionada, cuya cantidad sobrepasó cualquier pronóstico, siendo 4.9 millones la cifra estimada y usada por ACNUR. No obstante, la pandemia, complicó la situación de aquellos connacionales que aun luchaban por estabilizarse en el país de acogida, pero debieron regresar a Venezuela. Otra cantidad importante decidió continuar con la apuesta iniciada, tratando de adaptarse en el nuevo territorio elegido.

Medios de comunicación nacionales e internacionales han reseñado el fenómeno de la migración venezolana, y han destacado en algunos casos, la existencia de depresión tanto en la población que migra, como en la que queda en el país. El sentimiento de desprendimiento, tanto de la cultura, como de los apegos emocionales, y la reinvención que supone establecerse en un nuevo territorio, incluso dentro del territorio nacional, ha puesto en jaque la estabilidad emocional de los venezolanos dentro y fuera del país.

La explicación que hizo Durkheim del suicidio “anómico”, puede ilustrar la situación, al hablar de cómo los cambios sociales, y las transformaciones en la norma, pueden provocar un sentimiento de desesperanza que desencadene en suicidio. El territorio del estado Táchira se ha caracterizado por ser puente de movimientos migratorios, entre Venezuela y otros países, por estar ubicado en zona fronteriza con Colombia. Esta  ubicación, ha ocasionado que la migración pendular sea una opción considerada y tomada fácilmente por los tachirenses, por lo expedita que resulta. Dicha movilidad humana, ha erosionado las relaciones sociales, aquellas que representan un vínculo familiar consanguíneo o no, y también las relaciones con grupos de pertenenciay referencia.

La cohesión social en Táchira es un elemento fundamental para el desarrollo y el bienestar social, sin embargo, la búsqueda de satisfacción de las necesidades individuales, hace que se pierda el interés común, así, se tienen ciudadanos concentrados en resolver sus asuntos, mientras que la solidaridad se va desdibujando. Las carencias en la funcionalidad de los lazos sociales, puede vincularse en mayor o menor medida al suicidio, sobre todo en la población de la tercera edad cuyos familiares han migrado. En muchos casos, la desesperanza los invade ante la indiferencia de su comunidad y del Estado, pues no se vislumbran planes de atención a este grupo vulnerable.

Por otra parte, aunque no se han observado grandes transformaciones en el sistema jurídico, la aplicación de la norma es imprecisa y selectiva, depende de variables subjetivas lejanas al verdadero sentido de la justicia. Esto puede generar estados de confusión y desorientación entre los individuos, en cuanto a la concepción y visualización del Estado, con lo cual, se ha acentúa más la desintegración del conglomerado social, favoreciendo la aparición del suicidio.

Otra consecuencia de la migración, ha sido  la crisis en el sistema educativo, pues un grupo importante de docentes de educación inicial, media, diversificada, y universitaria, decidió emprender nuevos horizontes, dejando espacios vacíos, que hacen que se ponga en duda la calidad de la educación. Este aspecto, aunado a la virtualidad que impuso el distanciamiento social, en un país con carencias de electricidad y conectividad a internet, ocasionó deserción escolar, no solo en las zonas rurales, también en zonas urbanas, promoviendo el ocio, pues además se restringieron las actividades culturales y deportivas, también a causa del COVID.

Asociado a estas variables, medios de comunicación de la región, han reportado casos de suicidios en población juvenil del Táchira, quienes invadidos por la depresión, y a falta de mecanismos disponibles para enfrentar los desafíos que traen consigo los cambios sociales, han optado por el suicidio como solución.

Si bien es cierto, no puede asegurarse la asociación entre el suicidio con las condiciones económicas, hasta tanto no se compruebe por medio de una investigación científica, no es menos cierto que si existen mejores  circunstancias económicas y sociales para la población, sin duda disminuirá  la migración, y si además se dispone de planes de prevención, basados en la educación y en la formación social, la promoción de la participación ciudadana, y el compromiso de involucrarse en comunidad, los lazos sociales pueden estrecharse, y fortalecer la cohesión social que disminuye el suicidio, de acuerdo a lo expresado por  Durkheim en sus análisis sobre el tema.

Equipo del Observatorio Venezolano de Violencia en Táchira (OVV Táchira)