La Gran Aldea
Sebastián de la Nuez
11 de enero de 2022.
En el informe recién publicado del Observatorio Venezolano de Violencia aparece una encuesta a nivel nacional: 68% de los venezolanos teme una guerra civil. En este año que acaba de finalizar, 11.081 personas (once mil ochenta y una personas) murieron por causas violentas. La entidad que se lleva la palma de oro es el Distrito Capital, donde se hallan el Barrio de la Cota 905 y la Urbanización El Paraíso, escenarios de esta nota. Lo que allí se vivió a principios de julio lo revive una profesional y su narración podría ser la metáfora vívida de todo un país al que solo le queda aferrarse a un espejismo.
Últimamente, cuando uno habla con gente que vive en Caracas, suele aparecer la expresión «vivimos en una burbuja» en referencia a que, pese a la gravísima emergencia humanitaria que sufre el país (confirmada por el último informe de Human Rights Watch), parece verificarse o existir de hecho, entre ciertos puntos urbanos y bajo determinadas condiciones, la convicción de vivir con un nivel de bienestar que se habría recuperado en los últimos tiempos, sobre todo a raíz de la dolarización de la economía. Hay personas que admiten que sí, cierto que todo está muy caro, pero se consigue lo que quieras en los bodegones y «¿qué importa quiénes estén detrás?». Puede que esto sea un sucedáneo de normalización de la vida o una de las formas que adopta la esperanza.
En cualquier caso debe tomarse en cuenta que, según el informe del Observatorio Venezolano de Violencia (OVV) que acaba de darse a conocer, más de 20% de la población ha sido víctima de algún tipo de delito durante 2021. Del total de muertes violentas en el año mencionado, 3.112 fueron comprobadamente homicidios, 2.332 se derivan de la «resistencia a la autoridad» (un eufemismo), 4.003 fallecimientos todavía están en averiguación y 1.634 fueron desapariciones. El testimonio que a continuación transcribo es el de una exalumna universitaria, hoy en día profesional, casada y con un hijo. Le fue requerido su testimonio porque vivió desde su apartamento en la Avenida Páez los aciagos días del 7 al 9 de julio del año que acaba de terminar. Se ha hablado del protagonismo del jefe de una megabanda, Carlos Luis Revete, alias “El Koki”, y cuerpos policiales que intentaban «limpiar» la zona de la Cota 905. La primera entrevista se le hizo al término de unas 48 horas desde que se iniciara la contienda, que hasta el día de hoy no ha tenido una explicación cabal y terminante. Se habla de que la batalla comenzó cuando Leonardo José Polanco, alias «Loco Leo» y quien tenía el control en zonas de El Valle, resultara herido en un supuesto enfrentamiento con funcionarios policiales. A la testigo la llamaremos simplemente T. pues pidió que su nombre se resguardara. Su grupo familiar, compuesto por la pareja y un hijo de 5 años más dos tíos mayores de 60 años, vive en una zona cercana al restaurant El Torreón, detrás de la Avenida Páez de la Urbanización El Paraíso.
“No queremos que las cosas se calmen sino que haya una solución definitiva para que uno pueda vivir medianamente tranquilo”
El testimonio
Ya los comercios han abierto, ha vuelto todo a la normalidad, como si nada hubiese pasado. Los vehículos de la Guardia Nacional y del Conas que estaban por aquí, por mi calle, ya no están hoy en la mañana. Hasta anoche estuvieron, como a las diez de la noche me asomé y todavía estaban abajo. El tiroteo comenzó el jueves como a las cuatro de la tarde, se prolongó durante todo el día de ayer y ya hoy no hay nada. ¿La reacción de mis tíos? Bueno, estaban preocupados, uno de ellos tiene una discapacidad debido a un accidente, le tuvieron que amputar una pierna. La preocupación era sobre todo por alguna bala perdida; ellos, claro, no salieron a la calle. Vivimos en el piso 7. En este edificio, que sepamos, no impactó ninguna bala pero en uno que está en toda la Avenida Páez sí, al menos una bala rompió unos vidrios. También el centro comercial cercano, que tiene en la parte trasera una vidriera, se vio muy afectado: una estructura curva quedó con impactos aquí y allá. Hubo un momento en que las detonaciones asustaban, se hicieron muy nutridas, se escucharon los vidrios estallando en el centro comercial y gritos. Fue la situación más tensa que vivimos, serían como las once de la mañana del viernes. Las detonaciones se mantuvieron durante todo el jueves y el viernes con la misma intensidad, frenaban un poco pero al rato volvían las detonaciones de todo tipo; pero de hecho el viernes me llamó mucho la atención porque hubo un momento de receso como de una hora y media o dos horas. Como si hubiesen parado para almorzar. Igual pasó en la tarde, como a las cinco y media o seis frenaron y nuevamente volvieron como a la hora y media. Como dándose tiempo para hacer una merienda o cenar. Ninguno de nosotros en esta casa salió como desde las cuatro de la tarde del jueves, cuando se inició el tiroteo… Sí, por suerte estábamos todos en casa: yo había estado trabajando pero hasta la una de la tarde, por lo de la pandemia, y mi esposo tenía pocos minutos de haber llegado, él trabaja en el centro de Caracas. Desde el principio, al escuchar la balacera, pensamos que era un nuevo enfrentamiento, porque ya van varios entre la banda de la Cota 905 y la Policía o las autoridades; detonaciones de todo tipo suelen escucharse de noche, eso ya viene desde hace meses. Nosotros, los vecinos del sector, nos comunicamos por wasap cuando hay problemas de inseguridad, agua, etcétera. En este caso, los vecinos de Montalbán o los más cercanos a La Vega nos iban reportando lo que iba pasando. Con los vecinos del edificio también nos comunicamos por wasap, es raro que uno salga de su casa [a encontrarse con otros vecinos], en otro tiempo sí se hacía, bajaban sobre todo los hombres a la sala de reuniones, pero por la pandemia no se ha hecho, se maneja todo virtualmente.
Sobre lo del miedo que me planteas: sobre todo en relación con mi hijo, con mis seres queridos. Puedo decirte que es bastante difícil porque, aunque uno no salga a la calle, de alguna manera incluso dentro de casa estamos expuestos. Uno sabe que muchas de las personas que han fallecido por los tiroteos no tienen absolutamente nada que ver con el conflicto o no tienen protagonismo entre las bandas. Es angustiante porque se vuelve como una rutina. Por lo menos para mí ha sido muy difícil por mi hijo, porque antes, cuando estaba más pequeño, yo le decía «son fuegos artificiales, hijo», pero ahora sabe diferenciar y eso es terrible: cuando un niño ya te sabe diferenciar si es un fuego artificial o un arma de fuego. A mí, ese día, el jueves, me partió el alma porque me dijo «mamá, ¿y si son cazadores que vienen a buscar a los niños de cinco años?» ¡Que un niño de cinco años se preocupe porque alguien pueda venir a su casa y llevárselo, o dispararle, es muy angustiante! Se sintió amenazado. Uno no sabe si en una situación extrema uno va a poder proteger a los suyos. Durante esas 48 horas de balaceras no nos faltó agua ni luz, pero sí nos dimos cuenta, como el barrio queda cerca, de que le quitaron el servicio de luz; no la tuvieron por lo menos las noches de jueves y viernes. A mi hijo sí lo pusimos a dormir en un colchón en el suelo, pero tanto mis tíos como nosotros seguimos durmiendo en nuestras camas, porque están bastante separadas de las ventanas. No consideramos necesario dormir en el suelo.
[Le pregunto si durante ese periodo vio o escuchó por algún medio alguna información contradictoria con lo que estaban viviendo, o que le produjera todavía más angustia. Me habla de las redes, de una fake news que circuló según la cual una banda del Barrio José Félix Ribas de Petare se había unido a “El Koki” y tomado la Avenida Francisco de Miranda: resultó que era mentira.]
Una situación que vi y que me dio mucha curiosidad fue cuando la gente del Barrio bajaba cargando con un ataúd, pensamos que por la misma situación que el carro fúnebre no habría podido ir a buscar al fallecido y los familiares se vieron obligados a bajarlo a pie hasta la Avenida. Eso fue el viernes y en medio del tiroteo. Escuchamos que algunos del cortejo fúnebre gritaron que no era ningún malandro, a lo mejor fue que les gritaron algo de algún edificio porque sintieron la necesidad de gritar eso, que no era ningún malandro.
Si estuviese en mis posibilidades económicas, quisiera mudarme; pero por ahora no es una posibilidad. Esta zona era muy buena, mi familia tiene aquí cuarenta años, yo nací aquí y tengo 38 años. Pero ahora con esta situación se ha puesto difícil. Hoy bajé a la calle a comprar unos medicamentos… No, no tenía miedo, porque ya no se han escuchado más detonaciones. Es raro: como si no hubiese ocurrido nada. En todo el tiempo [de la balacera] no escuchamos sirenas de ambulancias, ni con las detonaciones ni después de las detonaciones. Desde las seis de la mañana del viernes bajaba gente con sus hijos y maletines y bolsos, eran desplazados: los vimos porque los guardias les revisaban todo. Suponemos que tienen familiares en otro sitio y prefieren refugiarse, por temor a la Guardia Nacional y al Conas… No, no nos asomábamos a la ventana mientras se escuchaban los tiroteos cercanos, pero había momentos en que abría un poquito la ventana y me acercaba para que amigos y familiares escucharan [por el celular o móvil], pero sin asomarme. Lo que podía ver desde la ventana eran los guardias, el vehículo del Conas, cuando registraban a la gente… No queremos que las cosas se calmen sino que haya una solución definitiva para que uno pueda vivir medianamente tranquilo. Eso es lo que uno quisiera. Aquí siempre se han escuchado tiros aislados, sobre todo en las madrugadas. Pero nunca con esta frecuencia y con ametralladoras e incluso explosiones.
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No han ocurrido más eventos como estos que ha descrito T. del enfrentamiento entre bandas o de las bandas con la Policía. Hoy, 10 de enero, me dice que, de hecho, «la Cota, es decir, la parte de la Cota que está aledaña a mi casa, está muy tranquila. En este sentido, nos sentimos más seguros. Lo que se habla es de que el líder negativo, “El Koki”, está desaparecido o bajo perfil. Algunos comentan que está en Colombia y otros que escondido en La Vega. Pero es lo que comentan los vecinos, oficialmente no se ha dicho absolutamente nada».
O sea, T. y su familia puede que vivan ahora también en una burbuja o, al menos, en la ilusión de una burbuja siempre y cuando no se aparezca “El Koki” por los alrededores.
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