Los Pueblos del Sur es una apartada región rural que se ubica hacia el extremo sur del estado Mérida, conformada por los municipios –de oeste a este- Guaraque (capital Guaraque), Arzobispo Chacón (capital Canaguá), Padre Noguera (capital Santa María de Caparo) y Aricagua (capital Aricagua). Con aproximadamente unos 30 mil habitantes en conjunto, siendo el área menos poblada de la entidad, el paisaje de este territorio merideño está dominado por pequeños pueblos, caseríos y siembras de plantaciones de café, cambur y una variada gama de cultivos hortícolas de piso alto.

Desde la creación del Observatorio Venezolano de Violencia en Mérida (OVV Mérida), en octubre de 2016, el equipo de investigación a través del monitoreo de los medios de comunicación regional –una de las fuentes de información empleadas por el OVV para estudiar la violencia- ha detectado que la referida región sureña suele ubicarse siempre como la menos violenta de la entidad. Es decir, como el territorio donde ocurren y se registran “menos” hechos de violencia interpersonal, lo que ha llevado a categorizar durante varios años a los municipios que lo conforman, como los “menos violentos e inseguros” de Mérida.

Un ejemplo de ello lo representa el hecho de que dentro de la totalidad de casos de violencia interpersonal (homicidio, intento de homicidio, violación, robo, secuestro, extorsión, agresiones, amenaza de muerte y amenaza de agresión, entre otros) que han sido conocidos por la sociedad –los que han salido reseñados en los medios- durante el monitoreo acumulado realizado hasta el momento entre 2016 y el mes de marzo de 2023, menos del 1% de los delitos identificados han ocurrido en los pueblos que se analizan en este escrito, y año a año esa tendencia se mantiene.

Desde otro ángulo también se aprecia una tendencia similar. Las estimaciones de muertes violentas (homicidios, muertes por intervención policial y muertes en averiguación) que realiza el OVV con base en estadísticas oficiales no públicas –otra fuente que utiliza la organización para estudiar el flagelo de la violencia- apuntan a que el número y peso relativo porcentual de estos decesos registrados en esta región, en relación con la totalidad de los que acontecen en Mérida, año tras año, son los más bajos de todo el estado. En otras palabras, en esta zona es donde acontecen “menos” muertes violentas.

Es así como, entre 2018-2022, las estimaciones indican que en los Pueblos del Sur se registran menos del 5% del total de muertes violentas del estado Mérida, incluso en algunos años es inferior a 1%. Esto sin tomar en cuenta las muertes por suicidio, que también es un tipo de muerte violenta.

Recientemente, a finales de febrero de 2023, se realizó una salida de campo por algunos de los pueblos en cuestión, con fines de investigación científico-técnica. Durante esa salida se efectuaron algunas entrevistas y encuestas –otros procedimientos a los que recurre el OVV para estudiar la violencia-, donde salieron a relucir tres aspectos interesantes.

El primero, tuvo que ver con la principal impresión que se captó, donde, según los habitantes consultados, en estos pueblos acontecen relativamente pocos casos de delitos violentos como homicidios, intento de homicidios, robos, entre otros, lo cual es congruente con el monitoreo de los medios y con las cifras estimadas de muertes violentas. Sin embargo, salió a relucir que, al parecer, las agresiones (físicas, verbales, y quizás de otros tipos también), así como delitos de naturaleza sexual, vinculados a contextos de violencia intrafamiliar y de género, teniendo como principales víctimas a mujeres y niños, niñas y adolescentes; suceden con cierta frecuencia en estas poblaciones. Como se conoce, un buen número de estos tipos de delito que son perpetrados por lo general en el seno del hogar contra aquellos grupos poblacionales vulnerables, no llegan a ser conocidos por la sociedad a través de los medios o por voceros de autoridades competentes, sobre todo porque las víctimas –o conocidos de las víctimas- no se atreven a denunciar, bien sea por temor a represalias de parte de su agresor o victimario (padres/madres biológicos, padrastros/madrastras, parejas/exparejas, entre otros) o porque algunas de estas situaciones están “naturalizadas” o “normalizadas” en los entornos domésticos y vecinales. Por supuesto, esto requeriría una investigación particular y más a fondo para llegar a hallazgos y conclusiones más aproximativas a la realidad imperante en la zona.

Por otra parte, este primer conocimiento conduce a decir que, de ser cierto lo captado, es probable que las cifras de violencia interpersonal de los Pueblos del Sur sean más elevadas que las extraídas del monitoreo de los medios, sobre todo en lo referente a delitos ya aludidos (agresión y delitos sexuales), incluso la amenaza de muerte y de agresión, delitos que propenden a estar vinculados con los anteriores; no obstante, hay razones de peso para plantear que el número de casos reales que seguro se presentan no superan a las regiones más violentas de Mérida, es decir, la zona Panamericana y el Área Metropolitana de Mérida, territorios que históricamente han ocupado los dos primeros sitiales en materia de violencia e inseguridad dentro del contexto de la entidad andina.

El segundo aspecto a destacar, que llamó poderosamente la atención, es el testimonio de los pobladores sobre la penetración del consumo de drogas ilegales y posiblemente también del tráfico de estas sustancias en diferentes comunidades, situación que, por lo que se logró percibir, para las personas: o nunca existió en el pasado o era muy poco detectable. En los últimos años este delito no violento vinculado, a su vez, con un sin número de delitos violentos -y conectado con el crimen organizado- viene tomando cada vez más fuerza en el contexto merideño y venezolano en general, por lo que las autoridades competentes deben prestarle suma atención a su expansión y consolidación. Con el agravante que la entrada y avance del mismo en las comunidades de los Pueblos del Sur, así como en cualquier comunidad del mundo, puede comenzar a modificar y reconfigurar el mapa de la violencia.

El tercer y último aspecto que atrajo la atención, es el referente a la violencia autoinfligida. A manera de ejemplo, por medio de una encuesta por muestreo, solo en la parroquia Río Negro –una de las tres parroquias que conforma el municipio Guaraque- entre el 2010 y hasta el mes de febrero de 2023, se contabilizaron 21 casos (13 presuntos suicidios y 8 intentos de suicidio), con una clara tendencia creciente al aumento. Cifra, que además, resulta ser elevada para una parroquia que no alcanza los 5 mil habitantes, y que pareciera no concordar con algunos de los registros estadísticos que lleva Corposalud Mérida. Esto conduce a decir que se observa un evidente subregistro en la contabilidad de los casos que, a su vez, conlleva a una subestimación de la realidad.

Por medio de la encuesta, entre otros aspectos interesantes, se conoció que en esta parroquia, al parecer existe un “buen número” de personas que padecen trastornos mentales, entre ellos se presumen casos de depresión y posiblemente de esquizofrenia. De hecho, en diferentes sitios, se observaron varias personas en solitario vagando por carreteras con características propias de padecer algún tipo de trastorno mental, quizás de esquizofrenia. Es sabido que los padecimientos mentales se ubican entre uno de los principales factores de riesgo asociados a la violencia autoinfligida, por lo que estos podrían guardar conexión con algunos casos de suicidios o de intento, hallazgo que de igual modo debe ser tomado en cuenta por las autoridades en materia de salud mental del estado Mérida.

En definitiva, podemos decir que en los Pueblos del Sur sí existe violencia interpersonal, tangible y potencial, solo que no a los niveles de gravedad y variedad que exhiben otras áreas más violentas de Mérida, destacándose con alta probabilidad de ocurrencia en estos asentamientos rurales, ciertos delitos como la agresión, algunos delitos sexuales y amenazas en diferentes grados. De igual modo, debemos señalar que en efecto es muy probable que ocurran muchos más casos de violencia autoinfligida de los que se observan en los medios de comunicación y de los que llegan a ser registrados por autoridades de salud.

Diferentes dificultades con las que tienen que lidiar hoy en día los comunicadores sociales para cubrir noticias de distinto tipo; lo alejado que se encuentran estos pueblos en relación a las áreas urbanas de Mérida y además donde precisamente se localizan las sedes principales de los medios de comunicación y de corresponsalías; la no denuncia de diferentes delitos violentos que ocurren en el seno del hogar o el asumir como “normal” o “natural” su ocurrencia; y la ausencia de publicación de estadísticas oficiales sobre violencia e inseguridad en el estado; se encuentran entre las razones que explican el subregistro en las cifras comentadas en este escrito.

Finalmente, el hecho de ser la región menos poblada de la entidad; con un estilo de vida muy tranquilo, rutinario y aletargado, relativamente poco influenciada por el estilo de vida urbano; donde predomina -desde una perspectiva sociológica- relaciones primarias entre los habitantes (lazos estrechos afectivos y familiares, de amistad, solidaridad, hermandad, apoyo colectivo); y donde la religión católica tiene mucho peso; a lo que se le adiciona la no existencia –hasta los momentos- de bandas delincuenciales comunes o del crimen organizado instaurado en estos territorios; entre otros factores, podrían explicar en buena medida el por qué los Pueblos del Sur se mantienen como la región menos violenta e insegura de Mérida, pero sí quizás –y por otros factores- sea una de las más violentas desde las autoagresiones.

Equipo de investigación del Observatorio Venezolano de Violencia en Mérida (OVV Mérida)