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Francisco Zambrano | @franzambranor

4 de mayo 2021

El Observatorio Venezolano de Violencia registró 186 casos en el primer trimestre de 2021.
De acuerdo a  la ONG, el encierro potencia eventuales conductas inapropiadas.
La cuarentena trajo consigo nuevas modalidades de delitos como los robos y hurtos a residencias.

La violencia de género se incrementó de forma exponencial durante los primeros doce meses de la pandemia de acuerdo a cifras recabadas por el Observatorio Venezolano de la Violencia.

Durante el primer trimestre de 2021, los delitos contra la mujer pasaron de 45 en el mes de enero, a 67 en febrero y 74 en marzo. Para el primer semestre de 2020, el OVV registró un promedio de 13 casos al mes, mientras que para el segundo la cifra se elevó a 24. 

El OVV informó que el año pasado los estados donde se contabilizaron mayor número de casos de violencia de género fueron Aragua, Bolívar, Distrito Capital, Lara, Mérida, Monagas, Táchira y Zulia, mientras que en 2021 continuaron con esta línea ascendente Distrito Capital, Mérida, Zulia, Lara y Monagas y se sumaron Carabobo, Amazonas y Portuguesa.  

En el primer trimestre de 2021, 14% de la violencia registrada en el Observatorio de Lara fue de género. 

“Todo indica que en muchos casos el confinamiento sí tiene que ver con esa propensión aludida. Al hombre le ha tocado pasar mucho más tiempo en el hogar con su familia, donde en algunos casos y por diversas razones, esta situación ha tenido un carácter permanente”, dijo Roberto Briceño León, director del Observatorio Venezolano de la Violencia. 

Para el experto en materia criminalística, el problema no es el hecho de que el hombre pase más tiempo en casa “encerrado” con su familia, sino que si existen conductas inapropiadas recurrentes o antecedentes de actos violentos en la mayoría de los casos contra su pareja.   

“El escenario se complica aún más si entra en juego el consumo de sustancias psicoactivas como el alcohol o estupefacientes, factores que con frecuencia están presentes en innumerables casos de violencia de género. En otras palabras, el encierro aumenta la tensión y entonces el hogar se convierte en un lugar no seguro para las mujeres cuando se encuentran confinadas con sus agresores”, sostuvo Briceño León. 

Para Briceño León no solo la pandemia potencia el flagelo de la violencia de género, la crisis humanitaria compleja por la que atraviesa Venezuela contribuye a un ambiente hostil. “Por ejemplo, la carencia de recursos económicos o la de alimentos en el hogar, la propia competencia por la poca disponibilidad de alimentos puede ocasionar conflictos cuando no hay nada que comer”.

Asimismo la situación de los servicios públicos acentúa la impotencia e irritabilidad en los hogares. “Sobre todo el de la electricidad o el gas doméstico, eso también genera fuertes presiones sobre los miembros familiares; y ni hablar de la disponibilidad de gasolina o gasoil para poder movilizarse, bien sea por medio de vehículo particular o en transporte público. Hay miedo, frustración, intolerancia, irritabilidad, preocupación, angustia, entre muchos otros, y si no se logran manejar bien entre todos, entonces el ambiente familiar podría tornarse agresivo o violento, principalmente en familias donde exista violencia de género”. 

Briceño León denunció que esta realidad no ha sido atendida correctamente por el Estado. “Durante la pandemia han sido frecuentes los casos de mujeres que denunciaron a agresores ante las instituciones competentes y no hubo respuestas sino cuando el asesinato ocurre”. 

Hogares son los nuevos blancos

De acuerdo al OVV, la cuarentena a raíz del coronavirus trajo consigo nuevas modalidades de delitos como los robos y hurtos a residencias.

“No solo en Venezuela sino en el mundo. Las familias pasaron a ser víctimas con mayor frecuencia del hurto de comida, tanques de agua, bombonas, entre otras cosas en sus viviendas. Algunos de los mecanismos de organización de las pandillas en el barrio cambiaron, ahora el delincuente aumentó sus acciones delictivas en su propia zona de residencia”, dijo Briceño León.

El director del OVV también señaló que la violencia policial no fue la excepción. “Con la excusa de mantener confinada a la población se han cometido diversas violaciones a los derechos humanos. Durante 2020 los cuerpos policiales asesinaron a más personas que el propio crimen organizado”. 

Briceño León indicó que después de la masacre de La Vega en enero de 2021, donde las Fuerzas de Acciones Especiales de la Policía Nacional Bolivariana (Faes) mataron a 23 personas, ha habido una desaceleración en las acciones de este grupo. 

De acuerdo al director del OVV, las Faes han tenido un impacto considerable en los grupos delincuenciales que a su vez han tenido que mutar en su forma de operar. “Actúan más sobre los individuos aislados porque el crimen organizado tiene unas vinculaciones que hacen mucho más compleja la actuación de las Faes frente a ellos por los costos que pueden tener, por las vinculaciones que pueden tener esos grupos con funcionarios u otros grupos de poder”. 

Por otro lado, aseveró que el gobierno ha renombrado a otros grupos policiales con el propósito de llevar a cabo las mismas acciones que las Faes y diluir la responsabilidad de esta. “Para lavar un poco el rostro de las Faes ante las acusaciones y las exigencias que los organismos internacionales han formulado”.  

Briceño León manifestó que las cifras de homicidio han disminuido, especialmente durante la pandemia, pero aún siguen siendo altas. “Yo diría que el descenso fundamental tiene que ver con una disminución de las oportunidades del crimen y con una reorganización que los delincuentes han hecho alrededor de esa nueva situación en la cual los grupos de crimen organizado, que tienen una administración de la violencia mejor, más racional, son los que se han impuesto, y las pequeñas bandas, los grupos pequeños, los delincuentes individuales, pues han disminuido porque no tienen dónde actuar o, porque dada la situación, han tenido que, inclusive, irse del país”.        

Monagas y Guárico destacan 

Según el OVV, los estados Monagas y Guárico han tenido repuntes de violencia durante la pandemia. En 2020, en el estado Monagas se reportaron  49 muertes violentas por cada 100 mil habitantes, mientras que en Guárico la tasa fue de 48, ambas entidades se ubicaron en el sexto y séptimo puesto del ranking de estimación nacional elaborado por la organización. Entre los estados que han subido en la escala le siguen Carabobo (13), Trujillo (14), Nueva Esparta (20), Falcón (22) y Amazonas ( 24). 

En Monagas, lo mas frecuente son los homicidios intencionales e intentos de asesinato. Los móviles son ajuste de cuentas, venganza, sicariato y robos. “Desde que inició la pandemia, la violencia de género hacia muchas mujeres monaguenses de diferentes procedencias sociales, ha cobrado importancia en la entidad y, en muchos casos, esta violencia ha alcanzado su máxima expresión, el femicidio”, sostuvo Briceño León. 

Aunque las tasas de muertes violentas tendieron a disminuir en los últimos meses de 2020, así como los enfrentamientos entre bandas redujeron su actividad, en Guárico se observó que los hechos violentos entre grupos persisten, desde las pandillas urbano-rurales hasta grupos armados no estatales. En la entidad llanera, igualmente son frecuentes los ataques a los diferentes eslabones del circuito agroalimentario. Se producen robos, extorsiones y secuestros por parte de grupos armados. La tasa de muertes por resistencia a la autoridad superó a la de homicidios en 18%.

Amazonas: tierra incógnita 

En Amazonas, la tasa de homicidios fue 2,8 veces mayor a la de resistencia a la autoridad (177% superior). En la entidad destacan la violencia convencional urbana y la vinculada a la actividad minera ilegal. Según el OVV, la situación geográfica (frontera con Colombia y Brasil) y las características físico-naturales (presencia de selvas con accidentes geográficos, lugares remotos y de difícil acceso, además de yacimientos minerales), conjugadas con la presencia de grupos irregulares armados, proyectan que los niveles de violencia en esta entidad están siendo subestimados. Solo los municipios Atures y Atabapo reportaron muertes violentas. La escasez de datos en el resto de los cinco municipios que conforman el estado tendrían que ver con la ausencia de autoridades competentes y las dificultades de comunicación y traslado.

En Carabobo, la tasa de homicidios y la de resistencia a la autoridad presentaron valores cercanos, 13,9 vs. 13,3, respectivamente. Los robos, secuestros, ajusticiamientos o venganza entre bandas rivales son los móviles principales de los homicidios, mientras que la violencia intrafamiliar también se ha tornado importante, sobre todo hacia las mujeres y niños.  

Trujillo, por su parte, cuenta con dos de los 10 municipios más violentos del país (de una totalidad de 335): Andrés Bello y la Ceiba. Dichos municipios han llegado a alcanzar cifras de tasas de muertes violentas superiores a 150, 200, 300 y 400 decesos por cada 100 mil habitantes. De acuerdo al OVV, la zona  cercana a la Costa Oriental del Lago de Maracaibo se ha convertido en un centro de operaciones de organizaciones criminales.

En Falcón, los principales móviles de los homicidios en orden de importancia fueron: ajuste de cuentas, robos, venganza, riñas penitenciarias y sicariato. 

Bandas con poder y sembrando terror

Para Roberto Briceño León, director del Observatorio Venezolano de la Violencia, en el territorio nacional existen nuevas soberanías, delimitadas por el control de la fuerza criminal de actores armados no estatales.

De allí la existencia de grupos criminales controlando poblaciones urbanas en las llamadas “zonas de paz” y organizaciones que han crecido ante la vista de los responsables de la seguridad ciudadana y hoy se encuentran enfrentadas al gobierno, como el caso de las bandas que operan en la Cota 905 de Caracas. 

“La idea de que el poder se ejerce con la violencia y la necesidad de generar el miedo como emoción política adecuada para el control, devino en el siglo XXI, en una Venezuela altamente violenta e insegura”, aseveró Briceño León. 

El director del OVV indicó que paralelamente se ha procurado una gobernabilidad conjunta con colectivos y trasladado en mayor medida el esquema de conflictividad colombiano en Venezuela, debido a la propia alianza con la guerrilla que se tiene desde el gobierno del fallecido presidente Hugo Chávez.  La proliferación de grupos guerrilleros ha aumentado en el país, así como su contraparte, los paramilitares. “Las consecuencias de esta realidad son múltiples. Las más importantes son aquellas que inciden en la vida de los venezolanos, pero también existen otras no previstas por el gobierno que presionan sobre la estabilidad política de este y de la nación”.

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