El Universal
Oscar Medina
19 de enero de 2014
Más de 60 homicidios se reseñaron en este diario durante la primera quincena del año. 195 cuerpos ingresaron a la morgue de Bello Monte en ese mismo lapso. 6 mujeres asesinadas y 14 funcionarios policiales caídos en Gran Caracas.
Que se sepa, fueron 28 los cadáveres que entraron a la morgue de Bello Monte el primer día del año. Todas personas víctimas de hechos de violencia. Al menos 20 de ellas, asesinadas. Posiblemente el homicidio con el que se estrenó el 2014 en Caracas haya sido el de Alexander De la Rosa, un muchacho de 22 años a quien encontraron en su cama, en la madrugada, con un tiro en la nariz. Nadie sabe, nadie vio: en el lugar donde vivía, frente a Santa Capilla, estaban de fiesta.
Otra posibilidad es que haya sido un indigente a quien recogieron en los alrededores del edificio Bloque de Armas, en San Martín: sin identificación, mono azul, franela roja, zapatos negros y varias puñaladas. Días después su familia le puso nombre y apellido: Alejandro Mesones, de 47 años.
La primera quincena de enero disipó con ferocidad la modorra que dejan las celebraciones y desdibujó aquello del “feliz año”: 195 cuerpos llegaron a la morgue caraqueña. El dato es de la reportera de sucesos Thábata Molina: aproximadamente 80% de los casos son homicidios.
En ese tramo de enero mataron ya a siete mujeres en la Gran Caracas. La cuenta arrancó con Edenis Cedeño. Muy joven: 21 apenas. Celebraba en el Bar Manuelito, en la calle 4 de Nuevo Horizonte, Catia. Hasta que a las 5 y media de la mañana del primero de enero entraron los pistoleros: Edenis quedó ahí. Y también José David Viloria.
“Múltiples heridas de bala”, dice la reseña
Unos treinta minutos más tarde, Arnalis Jesús Moreno Pérez salió de su casa en el Observatorio. Había llegado en la madrugada, durmió poco y se fue temprano: a los 34 años. Desde el susto y el anonimato, una pariente contó a la reportera de Sucesos de El Universal que cayó en manos de un grupo de encapuchados en el barrio El Pueblito, en el 23 de Enero. ¿Una banda, un colectivo?
La historia es para escandalizar a cualquier sociedad: lo golpearon, le cortaron los dedos, lo arrastraron por la calle y lo amarraron con alambre a un poste. ¿Qué hizo Moreno Pérez para merecer semejante castigo? Al parecer infringió alguna norma del grupo armado que se atribuye el control territorial en esa zona.
O lo que sea: eso ya no se sabrá. Arnalis era solo un obrero, un nombre más. Y nadie salió a protestar. No hubo consignas por Arnalis.
¿Y qué hizo Kelvin Alberto Oropeza Brito para que lo mataran así a sus 23 años esa misma madrugada? Estar ante una casa de La Pedrera, en Antímano, justo cuando un par de malandros pasaban en moto disparando y quizás por mero placer le metieron un balazo en la espalda. ¿O era que lo andaban buscando?
Eso tampoco lo sabremos: Kelvin forma parte de una estadística abrumadora, de una maquinaria que transforma a la gente en nada, en números, en fichas breves, en líneas apretadas dentro de una reseña de prensa, en un comentario apurado en una página roja que no puede dar cabida a todo lo que se produce a diario en un país en el que una fuente creíble -como el Observatorio Venezolano de la Violencia- dice que han matado a 24 mil 763 personas y advierte que seguramente se están quedando cortos al presentar una tasa de 79 víctimas por cada 100 mil habitantes.
A fusil
El viernes 3 de enero fue otra jornada de horror. Entre la tarde de ese día y la mañana del sábado llegaron al menos 8 muertos a la morgue de Bello Monte. Y eso sin contar la masacre de Ocumare del Tuy.
José Aray Méndez (19 años), Jackson Antonio Hernández (20), Yhoan Manuel Martínez Cadí (19), Oniyer Yoalbin Salazar (18) y dos menores de 14 y 15 años murieron esa noche: balas de fusil y escopeta.
Parada de transporte público, calle principal de Los Mamones. Todos allí. Pasadas las 7 de la noche se detiene un Corsa de color verde. “El Pao” y “Fran Bigote de Brocha” se bajan y disparan. Así de sencillo. Y adiós: cinco murieron al instante, el sexto en el hospital de Ocumare. Más de veinte casquillos de fusil fueron recogidos en el lugar.
El viernes de la primera masacre del 2014 también lo fue del primer secuestro denunciado ante el CICPC de Caracas.
Noche. Estación de servicio de PDV, autopista Caracas-Guarenas, sector de El Cercado. Aparecen cuatro hombres armados. A Nelson José Tadeo Payares Colmenares, comerciante, se lo llevaron en su camioneta Toyota.
Tres días apenas y en la Zona Metropolitana ya ha pasado de todo. O casi, porque aun faltaban hechos para cubrir otras categorías de las formas de la violencia naturalizadas ya como cotidianas.
Para el domingo 5 de enero sumaban 75 cuerpos ingresados a la morgue.
El sábado cayeron quienes pudieran contarse como las primeras víctimas de fuego cruzado: los que llegaron en el peor momento.
Sector La Chivera, Cota 905. Letvel Novoa -19 años, estudiante de quinto año de bachillerato- pasó el día en la playa y está llegando a su casa con un grupo de amigos. Y justo se desata un tiroteo: una banda contra otra o una banda contra quién sabe.
Letvel terminó de morir en un quirófano del Pérez Carreño. Otro menor -17 años, estudiante- sí murió en el barrio. Y se habló de heridos. Diez personas quizás. Ya el acontecimiento quedó atrás.
Y sin embargo
El martes 7 se dio la noticia del crimen que supuso un sacudón en la conciencia colectiva y que de alguna manera obligó al Gobierno de Nicolás Maduro a referirse a la inseguridad como un problema real, aunque rápidamente haya tratado de endilgar culpas a los medios de comunicación, a la “cuarta República”, al capitalismo y a las telenovelas.
La actriz y ex Miss Venezuela Mónica Spear y su esposo Thomas Henry Berry, asesinados y su niña de 5 años herida de bala, la noche del lunes 6 de enero a orillas de la autopista Valencia-Puerto Cabello, resultaron un cuadro en extremo perturbador y difícilmente podía pasar como otro evento más de la cosecha diaria.
Y el Estado tuvo que actuar con la celeridad que se reserva para casos “importantes”: ya hay 10 detenidos.
Al mediodía de ese mismo martes fueron encontrados los cuerpos del profesor Guido Efraín Méndez Arellano y de su madre Glory de Jesús Arellano. Asesinados en su hogar: el apartamento 502 del bloque 4 de Casalta III, en Catia.
“Múltiples puñaladas”, dice la reseña.
Durante los días sucesivos la dinámica no cambió. El jueves 9 en Bello Monte la cuenta ascendía a 116 cadáveres.
Ese día Eliana Margarita Blanco Pérez recibió un balazo en la frente. Sector Vista Hermosa del barrio Nuevo Horizonte, Catia. 21 años, madre de un niño de 5. Su novio “El Firi” decidió matarla.
En la noche hubo guerra de “colectivos” en el callejón José Gregorio Hernández, de Cotiza. Durante más de 45 minutos sonaron los disparos. Dos muertos fue el saldo: Johani Wilfredo Rojas, oficial de la Policía Nacional Bolivariana; y Francisco Antonio Viloria, a quien identificaron como miembro del Colectivo 5 de Marzo.
Los propios vecinos colectaron más de 300 conchas de bala.
El 10 de enero mataron al cuarto agente policial en la Gran Caracas: Greiber Alfredo Tellecheo Alvarez, de la PNB. 27 años. Se negó a entregar su Aveo a los ladrones que le sorprendieron de madrugada en la avenida Andrés Bello, frente a la sede de la Contraloría General.
Juan Rafael Rizzo también murió el viernes. 18 años apenas. Le dieron una puñalada en Petare. Es todo lo que se sabe: era obrero.
Ese día mientras se celebraba un evento sobre turismo en Venezuela con invitados internacionales, en Caracas hubo dos balaceras de calle entre policías y maleantes casi simultáneas: una en el barrio San Blas, en Ruiz Pineda, y otra en las cercanías de la estación Plaza Venezuela del Metro de Caracas.
Tres muertos dejaron.
Con todo y el revuelo causado por el caso Spear y las denuncias sobre la nula vigilancia en las vías del país, el domingo 12 de enero, en la Autopista Regional del Centro, mataron de un balazo de FAL a Roger Jesús Peña, agente de la Policía de Aragua, para robarle su arma.
Y Peña, justamente, estaba “patrullando”.
La jornada hizo subir a 6 el saldo de mujeres asesinadas con dos casos nuevos. Uno, el de Dhamelyz Aida Valera Rodríguez, en Guarenas, quien murió por un disparo accidental hecho por su sobrino de 12 años: el niño jugaba con una pistola que había encontrado en un botadero de basura. A Daniela Sierralta, en cambio, la mataron con saña: la acribillaron y la quemaron en plena calle principal de Pinto Salinas.
Más de 60 asesinatos se reseñaron en las páginas de sucesos de El Universal en 15 días. ¿Quién cuida a los ciudadanos? ¿Policías a quienes matan para robarles sus armas? 16 han muerto en el país en dos semanas. ¿Quién manda aquí?