Contrapunto
Por Juan José Faría

Sábado, 23 de Abril de 2016

Lo mataron sus vecinos. A machetazos. Se lo merecía, dijeron, por andar robando lo ajeno. El linchamiento es una rara matemática: por cada ladronzuelo que elimina, crea uno o muchos homicidas.

Churchill dijo un día que matar a un criminal no reduce el número de asesinos. Pero se equivocó. En el lado del trópico, en Venezuela, matar a un asesino los multiplica. Sí. La semana pasada mataron a un supuesto criminal. Deiver García, se llamaba. Cuando su familia llegó a la Policía para saber de él, el oficial les dijo que le habían hecho un favor. Lo habían salvado de sus agresores. Dos personas acababan con la vida del muchacho y el organismo encargado de apresar a los agresores prefirió hacer el favor de agarrar a la víctima y encarcelarla. Sí.

Es que la Policía sirve para eso, para hacer favores. Si le pagas, hacen el favor más rápido. Ese día llegaron al barrio 15 de Julio, en Maracaibo, porque la tía de Deiver les pidió que salvarán a su sobrino. El muchacho estaba de visita y por la noche salió de su casa. No estudiaba, no trabajaba y nunca le faltaba algún devaluado billete en el bolsillo. Unos minutos después de su salida, la tía escuchó sus gritos. Y fue cuando vio lo que ocurría: sus vecinos lo llamaban ladrón y le decían que merecía morir. Tomaron un machete y le provocaron heridas en la cintura, la cabeza, la pierna y un brazo. La mujer que lo atacaba, al escuchar sus sollozos, se preguntó en voz alta si aún estaba vivo, y le lanzó un balde de agua en la cara. Lo merecía, por ladrón, dijo otra vez, sin pensar en qué merecería ella por asesina.