Prensa OVV Lara
El Observatorio Venezolano de Violencia en Lara (OVV Lara), a partir de su monitoreo de prensa, detectó que para el 2020 el maltrato físico y sexual a niños, niñas y adolescentes (NNA) en la entidad representó el 6% del total de delitos registrados por esta metodología. Las víctimas tenían entre 0 y 14 años. La violencia contra los menores de edad se ha incrementado luego de la declaración del estado de alarma.
Durante el primer trimestre de 2021, según información suministrada al OVV Lara, dos pequeños de 1 y 4 años, y dos adolescentes, fueron ingresados a la emergencia del Hospital de Pediatría Dr. Agustín Zubillaga de Barquisimeto. Todos tenían signos de maltrato físico, pero a tres se les diagnosticó abuso sexual. Uno de los niños recibió una golpiza de su madre y otro fue agredido sexualmente por el padrastro.
Para la psicóloga infantil Elaine Mogollón, integrante de la Asociación Larense de Planificación Familiar (ALAPLAF) y de otras ONG que defienden derechos humanos, el maltrato infantil no es un hecho nuevo en la entidad, pero, lamentablemente, no hay estadísticas oficiales, ya que el Estado no las presenta.
Mogollón trabaja con las víctimas en el Hospital Pediátrico de Barquisimeto. Le preocupa la recurrencia de casos de NNA con daños físicos ocasionados por personas de su entorno. También están los ingresos por abuso sexual, en los que suele estar implicado un adulto o pariente cercano. “Además del maltrato sexual y físico, también ocurre el maltrato psicológico y el de abuso de sustancias, aunque estos últimos no son denunciados; existen pocos registros en los hospitales”, dijo.
Para la especialista, es necesario hacer una revisión del problema. No se debe naturalizar la violencia porque el abuso transgeneracional sigue teniendo peso en la conducta familiar. “El maltrato y abuso sexual son temas complejos y sus secuelas psicológicas traen el agravante de que una importante proporción de las víctimas no son diagnosticadas y no reciben tratamiento”, expresó Mogollón.
A juicio de Mogollón, existen dos variables centrales en la reproducción de este tipo de violencia. Por una parte, el sistema judicial es débil y no permite garantizar el castigo necesario para este delito. Y, por otra parte, la cultura violenta de algunos sectores del país legitima el maltrato, porque responsabiliza a la víctima por las acciones del agresor. Además de estas variables, se suman otros componentes que refuerzan el contexto del maltrato a los menores de edad: la estructura de valores, la pobreza, las familias numerosas y las condiciones de hacinamiento, el excesivo consumo de bebidas alcohólicas por parte de los padres, el desempleo, el estrés, entre otros.
Esta realidad se agravó con la llegada de la pandemia. “Es necesario intensificar los grupos de apoyo psicológico y de orientación jurídica para restituir los derechos vulnerados de la infancia y la adolescencia”, explica Mogollón.
Para la psicóloga, los NNA son objeto de descarga de las frustraciones de los adultos. La Emergencia Humanitaria Compleja y el confinamiento exacerban esta situación. Además, el cierre de escuelas y las pocas actividades diarias que desarrollaban los pequeños, sumado a la incertidumbre y ansiedad que los adultos padecen, hace que se potencien los riesgos de maltrato y violencia. Mogollón considera que es imperioso que las comunidades tengan las herramientas para la prevención de estos delitos. Urge una mayor intervención del Estado. Es necesario la aplicación de sanciones, la disminución de la impunidad por parte del Estado, y una mayor vigilancia del resto de la sociedad y la familia para resguardar a esta población vulnerable.