El Estímulo
Axel Capriles | @axelcapriles
28/03/2016
¿Qué tienen los venezolanos, los hondureños, los salvadoreños, los guatemaltecos o los mexicanos para ser los seres más sanguinarios del globo terráqueo?
Cuando los integrantes de las bandas delectivas de “Cabeza de Bruja”, “El Loco Leo” y “Lucifer” decidieron exterminar a la banda de “Franklin El Menor” en el sector Cerro Grande de la parroquia El Valle, lo hicieron por causas racionales: deseaban tomar el control del tráfico de drogas y la distribución de armas en un sector populoso de Caracas. Pero cuando, después de abatir a los dos primeros enemigos, arrastraron sus cuerpos inermes desde la calle 19 de Abril hasta la avenida Intercomunal de El Valle y allí les prendieron fuego, o cuando asesinaron a la quinta víctima y en las escaleras de la barriada le cortaron las manos, una fuerza irracional y diabólica se había apoderado de la mente de los delincuentes.
Pedazos de cuerpo segmentado y cadáveres ardiendo en medio de una ciudad del siglo XXI marcan una imagen intolerable, una representación aterradora, primitiva, terrible. La imagen no es, sin embargo, exclusiva de Venezuela. Muchos de los crimines cometidos por Las Maras en El Salvador, Honduras y Guatemala tienen cariz similar. Esas pandillas juveniles que usan tatuajes en todo el cuerpo y un lenguaje corporal arcaico se caracterizan por su maldad y las señales de horror que dejan en sus crímenes.
¿Qué pasa en América Latina que es el continente mas violento del mundo? ¿Por qué la raza cósmica, nombre con el que José Vasconcelos bautizó a la nueva población iberoamericana nacida del mestizaje, se convirtió en la más agresiva y criminal de todos los habitantes de los distintos continentes?
A pesar de reunir a menos del 9% de la población mundial, América Latina genera cerca del 33% de los homicidios del mundo.
¿Qué tienen los venezolanos, los hondureños, los salvadoreños, los guatemaltecos o los mexicanos para ser los seres más sanguinarios del globo terráqueo?
Tradicionalmente, se ha señalado a la pobreza, la desigualdad, la exclusión y la injusticia como causas estructurales de la violencia. Mucho se ha comentado, también, sobre el pasado colonial y el trauma de la explotación esclavista. En los últimos tiempos, además, la delincuencia común se ha visto incrementada con el auge del tráfico de drogas. Todas esas causas, sin embargo, no constituyen explicación suficiente.
Pasado colonial, pobreza, desigualdad y drogas hay en muchos otros países y en no todos ellos encontramos las tasas de homicidio que nos dejan perplejos en América Latina.
Mucho del malestar social de nuestros países surge de formas patógenas de liderazgo. Y es en este sentido en el que es particularmente ilustrativo el caso Venezuela. De ser un país relativamente pacífico, en sólo 15 años se convirtió en el más violento del mundo. Ello se debió al ejercicio patológico de un liderazgo por resentimiento que se ocupó de hurgar en el dolor y de revivir los traumas históricos, que procuró la violencia como instrumento de fracturación y debilitamiento social y que dilapidó las formas institucionales.