Luisa Pernalete
@luisaconpaz
4/12/2020
Josué tiene veinte y tantos años. Vive en el municipio San Francisco, con su mamá, ya sexagenaria y con problemas serios de hipertensión. Trabaja en una frutería, pero la verdad es que no le alcanza lo que gana para poder comer y cubrir los gastos de los medicamentos de su madre. Cuando se ve muy ahogado, con mucha pena, le manda un mensaje a la profesora Lucía, y le pide ayuda. Reconoce que se quedaría sin comer más de una noche si no fuera por la solidaridad de la educadora buena gente. “Gracias de verdad, y bendiciones para usted”, le suele escribir en agradecimiento.
Elizabeth es profesora universitaria jubilada. No tiene hijos. Vive sola en el estado Falcón. Debe tomar una medicina para sus problemas de tensión, pero su ingreso como docente jubilada no le da para comprar el medicamento. Unas antiguas amigas se enteraron de su situación y le han estado ayudando solidariamente para esa necesidad. Ella está muy agradecida, y sus amigas, sin esperar nada a cambio, siguen con su acción generosa. Si no fuera por la solidaridad…
La señora ML vive en Barquisimeto. Por su casa pasan todos los días personas a pedir unas un café, otras, madres con hijos pequeños, “cualquier cosa”; hay un estudiante de bachillerato que le pide hojas para sus trabajos… y ahí está la señora: a unos les da café, a otros galletas y frutas, y al estudiante, hojas y lápices… Nunca dice “no hay”, sólo pide que no toquen el timbre más de una vez y que no dejen papeles en la calle. Esa mano extendida es una velita en medio del apagón.
Un grupo de exalumnas de un colegio católico, en Barquisimeto, se mantiene en contacto desde hace años. El otro día se enteraron que la madre de una compañera se había muerto y la compañera no tenía para el entierro. Rápidamente se organizaron y todas pusieron algo que permitió que se hiciera el entierro. Si no fuera por la solidaridad…
Belkis es docente, en un núcleo rural de Fe y Alegría, vía El Pao en el estado Bolívar. Como coordinadora, antes de la cuarentena, visitaba las tres sedes del núcleo y ahora trabaja más porque a distancia las cosas se complican donde no llega la radio, no hay conectividad… pero hace su trabajo de acompañamiento. Pero ése es su deber. Su labor se vuelve pura solidaridad sin tener el deber de hacerlo, los fines de semana cuando atiende un Club de Abuelos. ¡Hay ancianos viviendo solos por esos lados! Ella cree que puede ayudar a que se sientan menos solos. Si no fuera por la solidaridad…
AP es médico activo, tiene cerca de 80 años. Vive con su esposa. La hija está fuera del país. Su único hermano se fue hace años del país. No tienen más familiares en la ciudad donde residen. Hace unos días se resbaló y el dolor no lo dejaba moverse. Después sabría que se había fracturado unas vértebras. Un vecino se enteró de la caída e inmediatamente se ofreció para llevarlo a la clínica. No solo esperó los exámenes, sino que fue a varias farmacias a buscar los medicamentos mandados para el paciente. Si no fuera por la solidaridad del vecino…
El otro día fui a cambiar el aceite al carro, y noté que llegaba una señora humilde con un récipe a la caja. Como tengo problemas de audición, he aprendido a leer los labios. Entendí que la señora pedía una medicina. Me llamó la atención ese pedido en un negocio de lubricantes. Entonces pregunté al joven el porqué de ese pedido, y me dijo que el dueño era de una fundación que donaba medicinas. ¡Cuántos se habrán beneficiado! Si no fuera por la solidaridad…
Y podría seguir llenando la columna de acciones de solidaridad, así, pequeñas, silenciosas, generosas, gente que no espera retribución ni propaganda por lo que hace.
Hay también solidaridad de mayor alcance.
Leo en un mensaje, que, en Barquisimeto, se entregó al Hospital “Agustín Zubillaga”, una cámara de descontaminación, donada entre otras, por la ONG NAGUARAO, Fedecámaras Lara y Médicos Unidos… ¿Qué les parece? Alianza para el bien, solidaridad para mitigar la ausencia del estado en los hospitales.
Sigo en Barquisimeto. Programas y Fundaciones ligadas a Esperanza Activa, esa Asociación Civil liderada calladamente por el artista plástico Jesús Pernalete Túa, con varios equipos de voluntarios, recientemente, Flores de la Esperanza – que trabaja formando lideresas en escuelas – donó 600 morrales de útiles escolares a centros educativos de los barrios El Trompillo, Pavia y El Carmen. Además, Flor de Luz, una Fundación que produce una galleta terapéutica, con voluntarios, hizo el tamizaje a 300 niños para luego ser beneficiarios de dicha galleta. Y el recién creado Maternar, otro proyecto que se nutre de médicos voluntarios, en noviembre atendieron a todo el personal de la Escuela Juan XXIII de Fe y Alegría. Atención médica a docentes, administrativos y obreros. ¿No es para admirarse uno con tanta solidaridad?
Y de Lara para las comunidades indígenas, quiero que conozcan a Naguarao, una organización nacida en Barquisimeto en el año 2016, aunque la idea de ayudar a las etnias ya venía, pero es en ese año que organizan el primer operativo, en el cayo Guamal, del Delta del Orinoco. Varios médicos y enfermeras, bioanalistas, odontólogos… se fueron a darles atención médica a esos hermanos waraos. Hoy tienen 130 voluntarios, el 75% conformados por personal sanitario. También atienden a población rural. Siguen realizando operativos en Amazonas y el Delta. Pura solidaridad para los olvidados dentro de los olvidados.
No quiero terminar esta columna sin mencionar a Alimenta la Solidaridad, presente en 14 estados del país, y que da de comer a más de 25.000 niños y niñas, organiza a madres y vecinos. ¡Extraordinaria labor! Digan ustedes, ¿vamos a seguir diciendo que los venezolanos somos unos tracaleros, especuladores, flojos, corruptos? Yo no compro ese discurso. Es verdad que hay flojos, corruptos, vivos, es verdad. También es verdad que la situación venezolana es tan grave que organizaciones de la ONU, como OCHA, dice que hay 7 millones de venezolanos que requieren ayuda humanitaria. Esta ayuda urge. Es verdad, pero este tapiz que he compartido con ustedes, y que podría alargarlo puesto que no he mencionado ONGs más conocidas que viven para ser solidarias, no es suficiente, no llega a todos. La ayuda humanitaria es urgente, pero usted y yo, que no tenemos poder para decisiones mayores, podemos contribuir a mitigar el sufrimiento de muchos hermanos. Siembra esperanza saber que estos venezolanos solidarios existen y no se paralizan, no son meros actores de twitter ni son los detractores de los que sí hacen. Si no fuera por la solidaridad, habría más sufrimiento, más víctimas.