Prensa OVV Falcón

Tres meses sin energía eléctrica resistieron habitantes del caserío El Tigrito, en la sierra de Falcón. El reclamo a una vida digna se hizo público y evidente a través de las redes sociales. Lo sucedido en esta comunidad es más común de lo que se cree. Lamentablemente muchos pueblos rurales a lo largo y ancho del estado son invisibilizados en sus problemáticas. En esta ocasión no pasó lo mismo.

La explosión de un transformador dejó por cerca de 90 días sin electricidad a 42 familias del caserío El Tigrito 1, parroquia El Charal del municipio Unión, del estado Falcón. La denuncia formulada por el ciudadano Yorman Jesús Colmenares Romero, al diario digital independiente “El Pitazo”, indicó que una cuadrilla de la empresa eléctrica del Estado venezolano, Corpoelec, se hizo presente luego de varios llamados, solo para indicarles que el equipo que proveía de luz a esta comunidad había cumplido su vida útil. Colmenares también informó que la avería del transformador ocurrió a principios del mes de febrero, prolongándose hasta abril.

La mayoría de las familias se vieron imposibilitadas de conservar los alimentos refrigerados debido a las largas distancias que deben recorrer para encontrar hielo, a lo que se suma que la vialidad rural está en un estado lamentable de transitabilidad, lo que les dificultad ir y venir en el mismo día a Santa Cruz de Bucaral, que es el pueblo más próximo, o el trasladarse hasta Maicillal por el municipio Jacura. Toda una odisea de caos social en los sectores rurales del territorio falconiano.

La vulneración de derechos fundamentales queda en evidencia ante lo expuesto por Colmenares, quien expresó que los mismos trabajadores de Corpoelec solicitaron a cada familia la cantidad de 25 dólares para reparar el transformador de electricidad y así restituir el servicio. ¿Privatización indirecta? ¿A qué organismo acudir ante tal aprovechamiento de situaciones colectivas? La indefensión es campante.

Luego de mucho esperar una respuesta satisfactoria de Corpoelec, de la alcaldía del municipio Unión o del plan de sustitución de transformadores que presumiblemente adelanta el gobierno regional, la comunidad organizada alcanzó por medios propios la adquisición del equipo en la ciudad de Valencia, estado Carabobo. Un hecho significativo de suma de voluntades y de organización social.

La situación fue tan grave que produjo un daño a las necesidades humanas básicas, y ello fue considerado por los pobladores de El Tigrito en un acto reflexivo comunitario, quienes eligieron recaudar el dinero, unos 900 dólares aproximadamente, y ser ellos mismos, unos cincuenta hombres y mujeres, quienes conformaran varios equipos para realizar diferentes tareas durante el proceso de traslado e instalación del transformador, por lo que el caserío nuevamente vio luz el pasado 18 de abril.

Para el Observatorio Venezolano de Violencia en Falcón (OVV Falcón), la situación de indefensión de muchas de las comunidades apartadas de centros poblados es cada vez más palpable, en especial cuando no cuentan con medios para comunicarse y denunciar las fallas en los servicios públicos, por lo que, al tener la oportunidad, recurren a las redes sociales para mostrar sus problemas y ser escuchados.

Como se evidencia, estamos en presencia de unas nuevas formas de violencia, ocultas y estáticas, y las relaciones que pueden existir entre unas y otras formas de la misma. Efectivamente, la violencia de los sistemas -hambre, miseria, analfabetismo, incultura, dependencia, desigualdades de género, entre otras-, sus causas y mecanismos están, en muchas ocasiones, velados por otras circunstancias que, además, hacen que sean más difícilmente detectables. La comunidad de El Tigrito 1 fue invisibilizada, humillada y ultrajada en su dignidad humana, concepto éste que debemos rescatar.

Episodios como éstos, padecidos por toda una comunidad, generan la frustración de no poder realizar las potencialidades propias del ser humano y, además, encontrar dificultades para descubrir las causas de que esto ocurra. No hay un sujeto agresor (personas, grupos o instituciones) perceptible que se pueda identificar fácilmente, no se puede personalizar, puede que tampoco responsabilizar en nadie concreto, ya que está enmascarado en una trama de decisiones que se toman en sistemas o estructuras que resultan, en definitiva, injustas. En el OVV Falcón estamos comprometidos con el fomento de una cultura de paz, que pasa indudablemente por la restitución de los Derechos Humanos y la justicia social.