El Nacional
Por Javier Mayorca | @javiermayorca
07/06/2016
El domingo 29 de mayo, un tiroteo suscitado en el sector El Prado de Valencia arrojó una víctima que no estaba en los planes de ninguna de las dos bandas que se disputaban el control del sector.
Jaime Giovanni Tovar, de 24 años de edad, estaba ajeno al conflicto protagonizado por la banda del Marre contra unos advenedizos. El hombre estacionaba su automóvil en su vivienda cuando fue impactado por un proyectil en el cuello.
La bala no era para él. Tovar fue llevado por su hermano a la ciudad hospitalaria Enrique Tejera, donde murió debido a la pérdida de sangre, según lo reportado por la Policía Nacional.
Casos como éste ocurren en el país por lo menos cada dos semanas, a juzgar por los resultados del último informe sobre fallecimientos y heridos por balas perdidas en Latinoamérica, elaborado por el Centro Regional de las Naciones Unidas para la Paz, el Desarme y el Desarrollo en América Latina y el Caribe (Unlirec, por sus siglas en inglés).
El “documento de trabajo” sistematizó la información de los casos reportados en 25 de los 33 países de la subregión durante 2014 y 2015. En ese lapso colectaron datos sobre 741 incidentes. El primer informe sobre este tema abarcó cinco años (2009 a 2013) y tuvo reportes sobre 550 casos. Esto implica que el promedio anual de casos reportados se elevó en 236%.
En esta oportunidad, Venezuela figura en el segundo lugar en cuanto a los decesos por balas perdidas, con 57. Lo superó Brasil, con 98. En tercer lugar estuvo México (55), Colombia (40) y Honduras (21).
En el caso venezolano llama la atención que el número de fallecidos superó al de lesionados. Al respecto, el director de Unlirec William Godnick explicó que esto puede ser una consecuencia de la potencia de las armas involucradas en los tiroteos.
“Si hay más incidencia de fusiles de guerra la violencia, aún colateral, podría ser más letal”, afirmó.
Otro factor tiene que ver con las dificultades para documentar debidamente el número real de heridos, en especial cuando se toman en cuenta fuentes periodísticas. Los muertos, en cambio, son más difíciles de ocultar.
Víctimas colaterales
El ex jefe de Homicidios de la policía judicial, comisario Luis Godoy explicó que la expresión “bala perdida” no es utilizada por los pesquisas. Se trata de proyectiles que impactan contra un individuo que no estaba en la mira de quien accionó el arma.
Indicó que los agentes determinan que una muerte se produjo por esta razón cuando el proyectil impacta en el cuerpo de la víctima con poca fuerza, en ocasiones luego de ser desviados por golpear contra objetos.
Indicó que en diciembre se hacen más frecuentes estos casos, pues las personas hacen disparos al aire para celebrar. En estos casos las víctimas son heridas por balas con trayectoria descendente.
El 26 de diciembre de 2015, por ejemplo, una niña de once años de edad murió luego de ser herida en la cabeza por una bala perdida. La infante jugaba en el patio de su casa. Dos días antes, en una casa del barrio San Blas de Petare, un niño de siete años falleció cuando un proyectil lo impactó en la cabeza mientras él veía la televisión.
Godoy indicó que los niveles de impunidad en estos casos son más elevados que los habituales en el país, debido a la dificultad para establecer un nexo directo entre la persona que hace los disparos y quienes resultan afectados.
“La pesquisa es mucho mayor. Toca analizar la trayectoria balística para determinar el punto de origen. Luego entrevistar a la gente para ver si conocen o saben de alguien que pudo estar disparando en el momento en que ocurrió el homicidio”, explicó.
Los investigadores de la ONU documentaron 741 incidentes con balas perdidas durante 2014 y 2015, que ocasionaron 371 muertes y lesiones en otras 455 personas. Se desconoce si alguno de los heridos murió con posterioridad al momento en que se hizo el reporte inicial.
Un dato llamativo es que El Salvador, señalado como el país con la tasa de homicidios más alta del planeta, solo haya reportado tres muertos y once lesionados como consecuencia de trece incidentes durante estos dos años.
Menores y adultos jóvenes
El 39% de las víctimas reportadas en el país durante los últimos dos años por impactos de balas perdidas estuvo en el grupo de menores de edad, es decir, menos de diecisiete años según el parámetro del estudio. El 31% fue catalogado como “adultos jóvenes” o personas con edades entre los 18 años y los 29 años.
Esta distribución no coincide plenamente con la detectada para los demás países latinoamericanos. Si bien es cierto que la mayoría de las víctimas en todas las naciones estudiadas tuvo menos de diecisiete años, el segundo grupo más victimizado en el resto de la región es el que tiene más de treinta años de edad.
“Los hombres jóvenes siempre son el grupo etario que más participa como víctima y como victimario. Sí llama la atención la mayor incidencia de mujeres jóvenes y niñas. Supongo que hay presencia de menores (niñas y jóvenes) en los mismos lugares donde hay actos de violencia armada”, señaló.
De acuerdo con el estudio, 43% del total general de víctimas para toda la región tuvo sexo femenino. En el caso venezolano, fue de 38%.
¿Víctimas de las pandillas?
Aunque la determinación precisa de las circunstancias de la muerte o las lesiones son difíciles, el documento señala que la mayoría (29%) de los casos en Venezuela fue consecuencia de la disputa entre bandas delictivas. Las muertes o lesiones también sucedieron en situaciones de “violencia social, comunal o interpersonal”. En esta categoría fue incorporado 13% de los reportes.
Godnick sostuvo que las investigaciones sobre estas formas de violencia armada son necesarias en la región, aún con las limitaciones existentes en cuanto a la precisión de los datos que sirven como materia prima para el análisis.
En su criterio, estos informes sirven para poner el foco en aspectos poco tratados en los debates sobre políticas de desarme.
“Cuestiona posiciones de gente que dice que no hay problema porque ‘los malandros se maten entre ellos mismos’. También ayuda a entender los diferentes tipos de violencia armada”, dijo.
Una de las conclusiones del informe tiene que ver con la necesidad de endurecer las legislaciones sobre el control al uso de armas.
“Las muertes por disparos celebratorios y algunas intervenciones legales sí son prevenibles”, sostuvo el director de Unlirec.
Venezuela en perspectiva
*El primer informe de Unlirec sobre este tema documentó 74 víctimas en Venezuela durante cinco años. Un promedio anual de 13. Entre 2014 y 2015 ese promedio se elevó a 40.
*La correlación de sexos entre las víctimas se mantuvo con respecto a los años anteriores. La gran mayoría (62%) de los afectados son hombres.
*Venezuela figuró en el primer lugar de muertes por balas perdidas en el informe inicial de Unlirec. Ahora bajó al segundo, pues Brasil totalizó 98 muertes.
*En el primer reporte se desconocía quién era el victimario en la mitad de las muertes reportadas en Venezuela. En el último estudio el porcentaje de victimarios desconocidos descendió a 26%.
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