Resumen

En las ciudades de América Latina se siente un temor creciente: el miedo a ser la próxima víctima. Es un miedo tan antiguo como nuevo. Es antiguo y nuevo pues si bien es cierto que todas las ciudades han mostrado a lo largo de la historia sus miedos, reflejo de su tiempo social (Borja, 2000), lo es también que la magnitud de la violencia y su sostenido crecimiento en las pasadas décadas expresa una situación social novedosa que escapa a la normalidad del crimen (Durkheim, 1978). Esta nueva realidad urbana refuta el optimismo con que por mucho tiempo se consideró las ciudades como los lugares más seguros de la tierra, asociando el proceso de urbanización con un incremento en la sensibilidad y rechazo a la violencia (Elias, 1987), la regulación de las costumbres (Roche, 1998) y el descenso real de los homicidios en las zonas urbanas (Chesnais, 1981; Wieviorka, 2005).

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