Prensa LACSO-OVV
La creencia en José Gregorio Hernández (JGH) como un santo al cual se le reza, se le piden y agradecen favores, está ampliamente extendida en Venezuela y, además, abarca todos los sectores sociales. Esto es lo que reporta un artículo científico titulado “La creencia popular en José Gregorio Hernández en 2020. Quiénes creen y quiénes no”, elaborado por Roberto Briceño-León y Alberto Camardiel, profesores de la Universidad Central de Venezuela (UCV) e investigadores del Laboratorio de Ciencias Sociales (LACSO), a partir de una encuesta nacional realizada en 1.200 hogares distribuidos en todo el país que fue concluida a inicios del año 2020, poco antes de la cuarentena por la pandemia del Covid-19.
En este sentido, un 44% de los entrevistados dijo que creía mucho en JGH como santo, un 17% que creía algo y un 9% que creía poco. El 29% restante declaró no creer nada en este médico y religioso del pueblo trujillano de Isnotú, que este viernes 30 de abril será por fin beatificado.
Este estudio también logró medir cómo se distribuyen esas personas que dijeron que creían mucho, poco o nada, en JGH, de acuerdo con su creencia religiosa, el lugar de residencia, la edad, la tenencia en su casa por razones religiosas de santos o altares, y su autodefinición política.
Religión
Como era de esperarse, la gran devoción hacia JGH proviene de los católicos. Un 89% de los que dicen creer mucho en él son católicos, al igual que un 85% de los que creen algo y un 70% de los que creen poco. No obstante, un 16% de católicos afirmaron no creer en JGH. Por otro lado, resulta sorprendente que más de la mitad (57%) de los que expresaron que no creen en ninguna religión ni pertenecen a iglesia alguna, dijeron que sí creían -mucho, algo o poco- en JGH.
La no creencia está marcada por quienes dijeron ser evangélicos (87%), aunque un porcentaje pequeño (13%) que se identificó con esta denominación religiosa manifestaron que sí tenía alguna creencia en JGH.
Lugar de residencia
La composición de los porcentajes entre quienes creen mucho, algo, poco o nada en las ciudades grandes o pequeñas, en los barrios o los pueblos campesinos es muy similar. En todos los lugares de residencia estudiados hay entre un 43% y 50% que creen mucho y hay entre un 27% y 32% que no creen nada. En grueso, se puede decir que en cualquier lugar de residencia del país hay alrededor de un 70% que cree en JGH y un 30% que no.
Edad
Al igual que con el lugar de residencia, es llamativa la similitud en la composición por edades de quienes creen mucho o nada con excepción del grupo de más de 56 años. Los entrevistados en este segmento etario son quienes tienen una mayor creencia en JGH, que además supera en un 18% a la de los otros grupos etarios.
Objetos religiosos
Tres cuartas partes (74%) de los creen mucho, tienen imágenes de santos o altares en sus casas; y tres cuartas partes (73%) de los que no las tienen, tampoco creen en JGH. Es decir, a mayor creencia, mayor presencia de objetos y a menor presencia de objetos, menor creencia.
Esto se puede explicar por la asociación de la no creencia en santos y objetos sagrados con los sectores religiosos evangélicos o cristianos en general, así como con otras religiones que tampoco veneran figuras como la musulmana o judía, así como con los no-creyentes.
Posición Política
Entre los chavistas se ubicó el mayor porcentaje de quienes creían mucho en JGH, por encima del porcentaje de los que se declararon de oposición (47% vs 44%) y también por encima de los denominados ni-ni (47% vs 42%). Entre quienes no creían nada, la diferencia se invierte y hay más personas entre los que no se consideran ni chavistas ni opositores (39%), seguidos por los opositores (32%) y éstos en mayor proporción que los chavistas incrédulos (29%). La menor creencia estuvo entre quienes dijeron no tener preferencias políticas.
Reconocimiento oficial y popular del santo
El santo es una persona que tiene un reconocimiento social por sus cualidades excepcionales de espiritualidad, expresadas como un vínculo especial con lo sobrenatural o por su comportamiento extraordinario de solidaridad, misericordia o ética. Por esas cualidades excepcionales se le atribuyen también unos poderes portentosos, capaces de resolver lo imposible y que son considerados milagros.
El reconocimiento social de la santidad del santo proviene de dos fuentes, una es la oficial y otra es la popular. La oficial en la religión católica obedece a un proceso establecido desde la edad media, por medio del cual se revisa la vida y los milagros del candidato, a fin de establecer su vivencia heroica de las virtudes cristianas. Este proceso lo lleva a cabo la Congregación para las Causas de los Santos, quien recibe las candidaturas presentadas por los obispos, declarando “venerable” al “siervo de Dios”, antes de autorizar oficialmente que se le profese devoción como beato o beata y luego como santo o santa.
Sin embargo, en el reconocimiento popular, los santos son elevados a los altares y se les rinde culto y veneración mucho antes de ser oficialmente reconocidos como tales. Se les solicitan y atribuyen milagros, y se les ruega por su intercesión ante Dios, mucho antes que sus poderes milagrosos hayan sido reconocidos oficialmente.
Hay casos como el de JGH donde han ido confluyendo tanto el reconocimiento popular como el oficial de la Congregación vaticana de la Causa de los Santos.
JGH: cientificidad, religiosidad y solidaridad
La figura de JGH ha permitido ofrecer una síntesis de tendencias sociales que podían ser interpretadas como opuestas o contradictorias, como la ciencia y la religión, la relevancia de los laicos y de los sacerdotes, el camino de la santidad por la vocación religiosa o la vida profesional, entre la oración y la acción, entre la ciencia y la solidaridad y compasión.
Existen tres dimensiones de la vida de JGH y su representación en la sociedad que se consideran relevantes, aunque no únicas, para comprender su importancia como fenómeno social: la cientificidad, la religiosidad y la solidaridad.
Su vida y obra tuvo lugar en un ámbito donde la actividad científica era muy reducida y apenas alcanzaba a un segmento muy pequeño de la sociedad; su práctica como investigador y docente lo integraba en una élite que buscaba usar las herramientas científicas para vencer las dolencias en un país diezmado por la malaria y las enfermedades contagiosas, con escasa provisión de agua potable y reducido saneamiento ambiental. Su vida era la imagen de la modernidad científica en un país que, según Picón Salas, todavía no había entrado al siglo XX, y que tenía muy pocos atisbos de modernidad económica o social. Su muerte también estuvo vinculada a la modernidad, pues fallece atropellado por un automóvil en un país donde casi no había vehículos de motor.
Al lado de la cientificidad estaba su profunda religiosidad. Cuentan que se levantaba temprano para hacer sus oraciones y se iba a misa a las 6 de la mañana, antes de iniciar las consultas médicas matutinas. No ocultaba, sino que mostraba su religiosidad y lo hacía desde su individualidad, como persona, en un tiempo en que la ciencia y la religión se veían como enemigas y donde el laicismo era como la señal del progreso.
Sin embargo, la gran fuerza de JGH está en la conexión que lo científico y lo religioso tienen con la solidaridad y la compasión. Es el médico que responde a la fragilidad humana de la enfermedad y de la muerte, pero que también lo hace a la fragilidad social, a la vulnerabilidad de amplios sectores de la sociedad que no tienen recursos económicos para afrontar los costos médicos. JGH no sería un santo popular si no fuese por la solidaridad que mantuvo en vida con los más débiles y que persiste y se recrea en la construcción social que sobre su figura tiene en la actualidad la sociedad venezolana.
La cientificidad sin fe, la religiosidad sin solidaridad, no son lo mismo. Las tres cualidades juntas impregnan la fuerza atractiva de JGH porque constituyen una unidad integral y producen una sinergia y son cualidades que la sociedad venezolana aprecia y, pudiéramos decir también, necesita para imaginar su bienestar y la superación de la enfermedad y la malaventuranza.
Mapa de creencias religiosas en Venezuela (inicios 2020):
- 71% de católicos
- 13% de evangélicos
- 2% de otras religiones
- 14% dijeron no tener religión alguna, aunque no por eso son necesariamente ateos