Algunos estudios recientes han intentado aproximarse a comprender el comportamiento histórico y reciente de la mortalidad por suicidio en el estado Mérida[1], demostrando que, en efecto, esta entidad andina exhibe una singularidad y especificidad en cuanto a la ocurrencia y frecuencia de esa causa de muerte.
En estas investigaciones se han llegado a estimar valores absolutos, porcentuales y tasas de muertes por suicidio para dar a conocer el nivel numérico alcanzado por estos indicadores en la entidad. A pesar de ese enfoque también es posible abordar la ocurrencia y frecuencia de estos fallecimientos por lesiones autoinfligidas desde el ángulo de diferentes variables, lo que se conoce como estudios de mortalidad diferencial, es decir, el estudio de la mortalidad entre diversos grupos poblacionales según ciertas características y condiciones socioeconómicas.
En este particular, el equipo de investigación del Observatorio Venezolano de Violencia en Mérida (OVV Mérida), emprendió la presente investigación con el objetivo de estudiar el comportamiento diferencial de la mortalidad por suicidio en Mérida según sexo, edad, método empleado, ocupación, profesión, estado civil, grado de instrucción, lugar de ocurrencia de la muerte y municipios de residencia de los fallecidos. Para ello, se utilizó la información más actualizada proveniente de la base de datos de mortalidad de la Corporación de Salud del estado Mérida (Corposalud Mérida), período 2001-2018, y se adoptó como criterio considerar solo los casos de suicidios por lugar de residencia del fallecido[2], puesto que la gran mayoría de estos decesos acontecen en la entidad de residencia de los fallecidos (más del 95%). En otras palabras, personas que se suicidaron en Mérida cuya residencia habitual se ubicaba en la entidad.
Antes de iniciar el abordaje de la mortalidad diferencial por suicidios, se estimaron para Mérida las tasas por esta causa de muerte, tanto para el período estudiado como para cada año, con el propósito de visualizar su comportamiento temporal. En el cálculo, las muertes por suicidio fueron corregidas empleando el procedimiento de porcentaje diferencial según método de suicidio2 3, esto debido al subregistro detectado en la base de datos en relación a esta causa de muerte violenta[3], el cual es más significativo a partir de 2014. Debido a que en Venezuela no existen estimaciones y proyecciones de población actualizadas y ajustadas a los cambios demográficos experimentados en los últimos 6 años por la sociedad venezolana, no se tuvo otra opción que recurrir a las últimas estimaciones y proyecciones hechas por el Instituto Nacional de Estadística (INE), elaboradas con base en el último censo general de población y vivienda levantado en el país, en el 2011[4]. Esto lleva a advertir al lector, que las tasas estimadas en esta investigación, deben tomarse como resultados conservadores y aproximados a la realidad, ya que es muy probable que sean más elevadas puesto que mientras el numerador -las muertes por suicidio- ha aumentado, el denominador con el que se estiman ha disminuido, es decir, la población. Específicamente durante el período 2014-2018, la población de Venezuela y la de todas sus entidades federales, se ha visto afectada (descenso numérico), en primer lugar, por el flujo migratorio hacia el extranjero sucedido en todo el país y de magnitudes nunca antes vistas, entre 2014-2018. En segundo, por el incremento de la mortalidad -aspecto que ha sido estudiado por diversos investigadores- y, en tercer lugar, por la continua caída de la fecundidad, descenso que ya se venía dando en el país, y en todas las entidades a diferentes ritmos, desde aproximadamente mediados de los años 60 del siglo XX.
Algunas consideraciones sobre la calidad de la información utilizada
De la revisión y procesamiento de la base de datos aludida, se identificaron un total de 1.296 casos comprobados de muertes por suicidio acontecidas durante el lapso analizado (2001-2018). De esa globalidad, 1.237 -es decir, 95,4%-, se trataron de personas que cometieron el hecho en Mérida, las cuales tenían su residencia habitual en algún municipio y sector de la entidad. El restante 5,6%, fueron individuos que se quitaron la vida en Mérida pero que su residencia habitual se ubicaba en otras entidades federales del país (Barinas, Táchira, Trujillo, Zulia, entre otras). No obstante, es necesario advertir que también se identificaron 1.286 Muertes de Intención No Determinada (MIND)[5] y que existe una clara tendencia al aumento de estas muertes desde el año 2012 (Gráfico 1). Las MIND son decesos que se encuentran en investigación debido a que se desconoce la verdadera causa de muerte y su intencionalidad, por lo que no pueden ser clasificadas como homicidios, suicidios, accidentes o bajo otra categoría de causa de muerte. Se trata de eventos donde la información disponible es insuficiente para que la autoridad médica o legal pueda distinguir entre accidente, lesión autoinfligida o agresión.
En la medida que las MIND se incrementen, en esa medida se van a subestimar los valores absolutos, porcentuales y las tasas de muertes por suicidio que se cuantifiquen. El problema del aumento de los registros de MIND, es que quedan “ocultos” un número dado de probables suicidios, ocasionando que los indicadores numéricos que se estimen no reflejen realmente la verdadera dimensión del problema.
Esta realidad no solo ha sido observada en Mérida sino también a escala nacional, propensión que sale a relucir al procesar información oficial que se ha hecho pública por medio de los Anuarios de Mortalidad que edita y publica el Ministerio del Poder Popular para la Salud (MPPS)[6]. En 1995 se registraron en el país 2.780 MIND, mientras que en 2016 (último Anuario de Mortalidad conocido y publicado en enero de 2021) se registraron 10.585. Eso significa un incremento por el orden de 281% entre 1995-2016, mientras que en Mérida, entre 2012-2018 -años donde se aprecia un incremento importante- resulta ser de 964%.
Para la Organización Mundial de la Salud (OMS)[7] las muertes por suicidio constituyen una causa de fallecimiento que presenta subregistros importantes en la mayoría de las naciones del mundo. Un poco más del 60% de los países miembros de esta organización (183 en total) cuentan con datos de alta calidad.
Esta Organización también agrega que, por ser el suicidio un tema sensible y tabú en muchas sociedades (y estigmatizado), en diversos países del mundo un buen número de casos no se reportan como muertes autoinfligidas. Señala, además, que es probable que haya más problemas de subregistro y mala clasificación en los casos de suicidio que en la mayor parte de las demás causas de muerte. Afirma que las defunciones por suicidio suelen ser mal clasificadas según los códigos de la Clasificación Internacional de Enfermedades y Problemas Relacionados con la Salud (CIE-10) de la OMS, como “de intención no determinada” -aspecto que refuerza lo mencionado con anterioridad sobre el incremento de las MIND en Mérida y en el país- o también como “accidentes”, “homicidios” o “de causa desconocida”.
Otro aspecto a tomar en consideración -y que se relaciona con la calidad de la data empleada en esta investigación- es el hecho de que se detectaron dos casos de “muertes por suicidio” en niños. Uno se trató de un infante de un año de edad, registrado en 2010, mientras que el otro fue el de una niña de 3 meses de nacida registrado en 2018. Es probable que el registro de estas muertes como “suicidios” se deba a errores en el registro y/o la clasificación de las defunciones y no a la existencia de verdaderos suicidios en este grupo de edad. Afortunadamente, solo se trató de dos casos y estos, por razones obvias, fueron descartados.
Un último elemento a relucir, se refiere a la cantidad importante de celdas en la base de datos en donde no existe información de las variables y/o características de los fallecidos, lo que determina el mayor (o menor) nivel de cobertura en las variables. Mientras más casos cuenten con la información de la variable que se esté procesando, más acertado y próximo será el resultado y análisis de la realidad imperante.
Al estimar las diferentes coberturas porcentuales de las variables consideradas en la investigación, es notorio que la información concerniente al sexo, la edad y al municipio de residencia del fallecido, son las variables que exhiben la mejor y máxima cobertura (100%). Es decir, todos los casos contaban con esa información en la base de datos. Luego, le sigue, con valores muy altos, el método empleado para quitarse la vida (99,4%), el lugar donde aconteció la muerte (96%) y el estado civil (94,9%). Entre los aspectos con menos cobertura se encuentran el último grado de instrucción alcanzado (73,6%) y la ocupación (77%), a pesar de ello, presentan valores altos que pueden ser considerados representativos del comportamiento encontrado en estos dos aspectos.
Tasas de muertes por suicidio: no corregidas versus corregidas
Una tasa es un indicador demográfico que se refiere a un cociente que relaciona una cantidad de una variable ubicada en el numerador (en este caso las muertes por suicidio) entre otra variable ubicada en el denominador (en este caso se refiere a la población total o a una subpoblación de hombres o mujeres, según un grupo de edad, etc, dependiendo del caso). Por convención internacional, el resultado de aquella relación por cociente entre esas dos variables (o división entre esas dos variables) se multiplica por un número que es una constante. En el caso particular de las tasas de muertes por suicidio se multiplica por 100 mil. Entonces, el resultado arrojado una vez que se estime la tasa, se interpreta como el número de muertes por suicidio que acontecieron en un año y territorio dado, por cada 100 mil habitantes que para ese momento (año o período) tenía ese espacio territorial para el cual se estimó el indicador. En la medida que el valor resultante sea más elevado y se aleje de cero (0), la frecuencia de las muertes por suicidio es mayor por cada 100 mil habitantes y viceversa.
Dicho esto, para el lapso estudiado (2001-2018), se estimaron las tasas de mortalidad por suicidio año a año para visualizar su comportamiento temporal y, además, la tasa histórica de la entidad para todo el período considerado.
En un estudio anterior desarrollado por el OVV Mérida entre 2019-2020, titulado: “Una aproximación al estudio del suicidio en el estado Mérida, Venezuela”; se estimaron las tasas para el lapso 2001-2017, tomando de igual modo la misma base de datos de Corposalud Mérida y considerando las muertes por suicidio según lugar de ocurrencia del hecho. De allí que los resultados que se exhiben en el presente escrito, muestran diferencias en relación a aquel primer estudio. Esto debido a que, en este caso y tal y como ya se mencionó en la introducción, se tomaron en cuenta las muertes por lugar de residencia del fallecido, además, el período ahora suma un año más de registro (2018), elementos que llevaron a refinar aún más los resultados derivados.
En el Gráfico 2 se muestran los resultados obtenidos. Entre el 2001 y 2013, tanto las tasas estimadas no corregidas como las corregidas exhiben un comportamiento fluctuante y, en general, ambas curvas muestran sinuosidades muy similares, donde la diferencia numérica entre tasas no es tan significativa como resultado de los relativos bajos números de MIND que se registraron en esa época. Dicha propensión cambia de manera radical después de 2013, donde es muy notorio que el área entre curvas es mucho mayor y que la forma y tendencia que adquiere cada una es muy distinta. Estos cambios justo ocurren cuando, después de 2012 en adelante, las MIND comienzan su ascenso, tal y como ya se describió en el apartado anterior de algunas consideraciones sobre la calidad de la información utilizada (ver Gráfico 1).
La tasa de Mérida osciló, durante 2001-2013, entre 7,4 muertes por suicidio por cada 100 mil habitantes (valor más bajo estimado correspondiente al año 2013) y 13,7 (valor más elevado estimado correspondiente al año 2004), mientras que durante el lapso 2013-2018, pasó de 13,7 (2013) a 21,8 (2018), lo que marca un incremento de 59,1%. Por su parte, la tasa histórica promedio de Mérida resultó ser de 11,5 muertes por suicidio por cada 100 mil habitantes (2001-2018).
Esa misma tendencia de aumento se puede detectar al procesar las cifras de los últimos Anuarios de Mortalidad (2013-2016) publicados por el MPPS. Mérida, en 2013, alcanzó una tasa de 5,3, mientras que en 2016 ya había ascendido a 9,5, lo que marca un incremento de 80%. Para ese mismo período, pero tomando en cuenta las cifras de Corposalud Mérida, el aumento fue más o menos similar (74%).
Se contabilizó un total de 1.235 casos comprobados de muertes por suicidio. El subregistro estimado para todo el período está por el orden de 48%, lo que equivale a 593 casos de presuntas y potenciales muertes por suicidio que quedaron “ocultas” en las MIND. Esto arroja un total estimado de 1.828 muertes por suicidio que ocurrieron entre 2001-2018. En tan solo los últimos 3 años (2016-2018) sucedieron 28,2% de los decesos de aquella globalidad estimada.
El rostro masculino de las muertes por suicidio
El sexo masculino exhibe los porcentajes más elevados de muertes por suicidio en relación al femenino. Durante el lapso abordado (2001-2018), de la totalidad de casos registrados, 81,7% de las personas que se quitaron la vida eran hombres, mientras que las mujeres concentraron 18,3%. No obstante, los resultados en esta variable permiten decir que las mujeres vienen experimentando un aumento en el crecimiento relativo porcentual de sus cifras absolutas (308%), el cual es superior al de los hombres (206%), sobre todo entre 2013-2018. La misma tendencia se aprecia al detallar las tasas de muertes por suicidio según sexo con 272% y 179%, respectivamente (Gráfico 3). Adicionalmente, hay que destacar que las tasas del sexo masculino (18,8 muertes por suicidio de hombres por cada 100 mil habitantes del mismo sexo) son 4,4 veces la de las mujeres (4,2 muertes por suicidio de mujeres por cada 100 mil habitantes del mismo sexo).
Las edades de mayor ocurrencia y frecuencia
Las cifras porcentuales estimadas dan cuenta que para el período estudiado las personas de 15 a 29 años exhiben los mayores valores. Este grupo poblacional concentra 34,7% del total de casos registrados (Gráfico 4). Desde otro ángulo, al agrupar a la población en los tres grandes grupos de edad en los que se suelen clasificar internacionalmente a la población, se obtuvo que los jóvenes (0-14 años) solo aglutinan 2,7%, mientras que los adultos (15-64 años) 84,5% y los adultos mayores (65 años y más) 12,9%. Sin embargo, al virar la mirada hacia las tasas de estos tres grandes grupos, se identifica una clara tendencia de aumento hacia la tercera edad, es decir, 1,0 (muertes por suicidio de jóvenes por cada 100 mil habitantes de ese grupo poblacional); 15,1 (muertes por suicidio de adultos por cada 100 mil habitantes de ese grupo poblacional) y 24,3 (muertes por suicidio de adultos mayores por cada 100 mil habitantes de ese grupo poblacional).
De forma más específica, en las tasas de muertes por suicidio según grupos quinquenales de edad, se identificó una cúspide entre los 20-24 años, luego, la curva desciende hasta el conjunto 30-34 para después ascender de forma progresiva hacia las edades avanzadas y, a partir de los 60 años en adelante, los valores de las tasas en estas edades superan a los del grupo 20-24 (Gráfico 5).
Al detallar gráficamente la evolución de las tasas en cada grupo quinquenal, durante todo el período, también se detectó una propensión al descenso en las curvas de los grupos etarios 10-14, 15-19, 20-24, 25-29, 30-34 y 35-39; mientras que todo lo contrario ocurrió en los grupos de adultos (40-44, 45-49, 50-54, 55-59 y 60-64) y en los de la tercera edad (65 años y más), donde la propensión fue al ascenso en ambos grandes grupos poblacionales, en términos generales, a partir del año 2010.
Se estableció el cruce del sexo con la edad, donde los hombres, en casi todos los grupos etarios -a excepción de los conjuntos 5-9 y 10-14- exhiben valores superiores a los de las mujeres, tanto en las cifras porcentuales como en las tasas. También se realizó la superposición de la pirámide de muertes por suicidio de 2001 y 2018, para efectos de detectar cambios en el tiempo (Gráfico 6). En efecto, y en términos generales, salta a la vista que el peso porcentual de los decesos de los hombres disminuyó en individuos de menos de 40 años, pero aumentaron los porcentajes de los de 40 en adelante, a excepción del grupo 50-54 años. En el caso de las mujeres, lo que más resalta es el hecho que aumentaron las cifras entre los grupos de 10 a 24, 35 a 54 y 70 a 74 años.
Diferencias según método empleado
El método más empleado es uno de los más letales, el ahorcamiento, en 60,2% de los casos donde se conoció esta variable (1.229 en total). Le continúa el envenenamiento (26,8%), el empleo de armas de fuego (7,6%) y saltar de un lugar elevado (3,3%). El restante porcentaje (2,1%) se distribuye entre los siguientes métodos: objetos cortantes, romos o sin filo; ahogamiento y sumersión; material explosivo; arrojarse o ponerse delante de un objeto en movimiento y colisión de vehículo de motor.
Hay que destacar que, en cuanto al método de envenenamiento, las personas hacen uso con mucha frecuencia de plaguicidas utilizados en la agricultura, para quitarse la vida. En relación a saltar de un lugar elevado, los viaductos ubicados en el municipio Libertador (viaducto Campo Elías, Sucre y Miranda) son los lugares donde más se han registrado muertes por suicidio por este método, a lo que se le suma el puente sobre el río Chama localizado en el municipio Alberto Adriani.
Agricultores y estudiantes: ocupaciones de mayor riesgo
Dentro de los registros de las ocupaciones, se encontró que los individuos vinculados a la actividad agrícola y pecuaria en diferentes formas (productores, trabajadores calificados y no calificados, y en situación de subsistencia) mostraron el mayor valor. Es decir, el 34,7% de las personas que fallecieron por suicidio laboraban en algún tipo de actividad agropecuaria. Esto dentro de una totalidad de 952 casos donde se conoció esta variable. Le siguen los estudiantes con 24,6% y después, alejados, los empleados en tiendas y comercios con 9,9%. Estas tres ocupaciones concentran 69,2% del total de casos.
Los conductores de camiones y autobuses; obreros y trabajadores de la construcción; vendedores y comerciantes; amas de casa; y mecánicos, aglutinan en conjunto 20,0%. El restante 10,8% se distribuye en una variada gama de ocupaciones.
Un resultado que llamó la atención, es que, a partir de 2010, se observa una disminución de la ocurrencia de casos en los estudiantes. De igual modo, se identificó una tendencia similar en los productores agropecuarios, pero a partir de 2015, ocurrió todo lo contrario en otras ocupaciones relacionadas con las actividades agropecuarias, donde aumentaron los casos registrados entre 2015-2018.
Otra tendencia que llamó fuertemente la atención es que, a partir del año 2016, se aprecia una clara tendencia a figurar una mayor cantidad de muertes por suicidio asociadas a una mayor variedad de ocupaciones en comparación con todos los años anteriores del lapso estudiado (2001-2015).
Más en detalle, y en relación a los estudiantes, se obtuvo que 34% (de 248 casos donde se tuvo información) eran adolescentes al momento de su fallecimiento con estudios de básica o media diversificada culminados. Por otro lado, un 40% había alcanzado el nivel de media diversificada, lo que podría permitir inferir que es probable que un número dado fueran estudiantes universitarios al momento de su muerte. Otro dato resaltante es que 72,6% de los estudiantes que se suicidaron, tenían menos de 30 años, en otras palabras, se trataba de adolescentes y jóvenes que se encontraban estudiando o que habían alcanzado aprobar el nivel educativo de básica, media diversificada o superior, dependiente del caso.
En cuanto a los ocupados en las actividades agrícolas y pecuarias, el 50% (de 306 que tenían información) de los suicidios de personas vinculadas a estas labores residían en zonas rurales de la entidad. La edad promedio era de 41 años.
Solteros: los más expuestos
En la situación conyugal los solteros dominan ampliamente las cifras. El 70,9% de los 1.166 casos donde se obtuvo información de este aspecto, eran personas solteras al momento de su fallecimiento. Le continúan muy alejados los casados (19,9%), unidos (3,0%), viudos (2,7%), divorciados (2,5%) y con el menor valor los separados (1,0%).
Al establecer el cruce entre la edad y la situación conyugal, se encontró que 46,0% de los casos son adultos de 30 a 64 años, y le siguen los jóvenes (18-24) y los adultos-jóvenes (25-29) con 37,7% en conjunto. Los adolescentes y jóvenes con los adultos-jóvenes, suman en total 47,9%. De allí que la edad media de las personas fallecidas ronde los 35,4 años.
A mayor grado de instrucción educativa menos riesgo
En la medida que incrementa el nivel educativo alcanzado, las muertes por suicidio pierden peso porcentual. De una totalidad de 1.347 casos de muertes por suicidio donde se conoció esta variable, 62,3% de las personas que se quitaron la vida solo habían culminado el nivel de básica. Luego, ese valor baja hasta menos de la mitad en los individuos que tenían alcanzado el nivel de media diversificada (30,2%) y los que habían logrado obtener un título universitario solo representan 7,5%.
Lo que se observa en esta variable es una relación inversamente proporcional entre el grado de instrucción alcanzado y la ocurrencia de muertes por suicidio en la entidad. Pareciera ser que a mayor grado de instrucción de las personas, menos vulnerabilidad frente a los comportamientos suicidas.
Residencia habitual: el lugar donde acontece la mayor parte de muertes por suicidio
Tal y como era de esperarse, el lugar donde acontecen la mayoría de los sucesos de suicidio con un desenlace mortal, resultó ser la vivienda de residencia de las personas con 63,5% de los 1.187 casos que contaron con información al respecto. No obstante, hay que acotar que es muy probable que un buen número de casos donde las personas fallecieron en hospitales o en clínicas, el acto de quitarse la vida haya ocurrido en sus respectivas viviendas, solo que la muerte sucedió en algún centro de salud a las pocas horas, días o semanas del suceso. Los hospitales se ubican en el segundo lugar con 19,3% de los hechos, le siguen los acontecidos en vías públicas (11,6%), en sitios de trabajo (3,7%), en clínicas (0,6%), en vías fluviales (0,2%) y otros lugares no especificados (1,1%)
Patrones espacio-territoriales de las muertes por suicidio
Los municipios que mostraron los mayores valores en sus tasas fueron Cardenal Quintero (19,1 muertes por suicidio por cada 100 mil habitantes), Pueblo Llano (17,2) y Antonio Pinto Salinas (15,8) (Cuadro 1), todos rurales. Estos tres territorios en conjunto con otros 10 más -7 rurales y 3 urbanos- superan la tasa histórica promedio del estado (11,5).
Al agrupar los municipios según ámbitos geográficos, los rurales cuentan con una tasa de 13,0, mientras que en los urbanos es inferior y alcanza las 10,9 muertes por cada 100 mil habitantes, a pesar que en los primeros solo acontecieron 20,1% del total de muertes por suicidio del período (1.828) y aglutinan apenas el 17,3% de la población total estimada de Mérida (2001-2018, población promedio 881.737 habitantes).
Es costumbre en el estado Mérida agrupar a sus 23 municipios en 5 grandes regiones[8]. En ese sentido, al estimar las tasas, se obtuvo que el ámbito rural del Páramo cuenta con la tasa histórica más elevada (13,6 muertes por suicidio por cada 100 mil habitantes de la región). En segundo lugar resalta la zona del Mocotíes (12,7), que a excepción del municipio Tovar, es otro territorio que cuenta también con un predominio de población rural. Le siguen los Pueblos del Sur (ámbito rural) con 11,6; el Área Metropolitana de Mérida (11,2) y finalmente la zona Panamericana (10,2).
Uno de los resultados que más copó la atención al procesar esta variable, es que entre 2017-2018, la mayoría de los municipios (20 en total) aumentaron sus registros de casos de MIND en valores nunca antes vistos a lo largo de los años anteriores estudiados (2001-2016). Siendo los territorios del municipio Libertador, Alberto Adriani y Campo Elías, los que mostraron los mayores registros: 35,8%; 13,4% y 12,8%, respectivamente, de un total de 1.286 MIND identificadas.
Análisis de los principales hallazgos
Los resultados de las tasas estimadas de Mérida en cuanto a las muertes por suicidio, con respecto a las estadísticas de Corposalud, muestran cifras conservadoras con tendencia creciente a partir de 2013-2014 en adelante. Igual propensión se observa en los registros de los Anuarios de Mortalidad (2013-2016).
Para el OVV Mérida, este comportamiento en el indicador no es más que el reflejo de uno de los tantos impactos que ha generado la emergencia humanitaria compleja que le ha tocado vivir a la población merideña y a la sociedad venezolano en general, la cual comienza a aparecer alrededor de los años 2013-2014. Se maneja como hipótesis, tal y como ya lo hemos expuesto en varias publicaciones, que el surgimiento y agravamiento de la emergencia humanitaria compleja en Venezuela, con todas sus características y situaciones asociadas, acentuó y expandió diversos factores de riesgo en buena parte de la sociedad (factores individuales, familiares, comunitarios y sociales), los que, a su vez, actuaron en diferentes combinaciones y llevaron a muchas personas a quitarse la vida.
Dicha emergencia ha sido estudiada ampliamente y mostrada a través de diversos eventos públicos (foros, ruedas de prensa, entre otros), en investigaciones publicadas en informes técnicos, artículos científicos y libros. La propia OMS[9] reconoce que los problemas mentales, el sufrimiento emocional intenso y la desesperanza son comunes en las crisis humanitarias, y estos problemas pueden llevar al suicidio o a la autolesión.
El patrón identificado de las proporciones de muertes por suicidio según sexo (81% hombres versus 17% mujeres), se encuentra entre los valores experimentados por muchos países en el mundo. A escala planetaria, por lo general, esta relación fluctúa entre una proporción 70-30%/80-20%.
Numerosos estudios han demostrado la mortalidad diferencial según el sexo. En más del 95% de los países del mundo, las tasas de los hombres son entre 3 y 5 veces la de las mujeres, y en Mérida esa propensión se mantiene, donde la tasa de ellos es más de 4 veces la de ellas.
Las razones por las que se suicidan más hombres que mujeres se podrían resumir de la siguiente manera: los hombres son más impulsivos, tienen una menor tolerancia al sufrimiento de tipo crónico, les cuesta más buscar ayuda ante el sufrimiento y están más afectados por trastornos adictivos. En tanto, la mayor tasa de suicidios en ellos guarda estrecha relación con la forma de cómo estos viven sus adversidades: el hombre soporta peor la soledad o la ruptura de pareja; no suele conversar sobre los problemas que lo aquejan, hecho que no permite liberar su carga de sufrimiento; y vive en general con mayor nivel de estrés y angustia laboral.
Los hombres emplean métodos más letales para suicidarse, por ejemplo: ahorcarse, dispararse con un arma de fuego o lanzarse desde un sitio elevado. Las mujeres recurren más al envenenamiento o la intoxicación con sustancias de distinto tipo, o a la ingesta de fármacos. Esto explica, en gran parte por qué las tasas en ellos son más elevadas que en ellas.
A pesar de todo lo descrito en cuanto a las muertes por suicidio según sexo, es necesario decir que se detectó un incremento en los suicidios de mujeres. Se plantea como hipótesis que quizás muchas mujeres que están quedando como cabezas de hogar o jefes de familia (sobre todo por migración hacia el extranjero de sus parejas)[10], son las que están afrontando en el país múltiples tensiones asociadas a la emergencia. Esas fuertes tensiones, y diversos problemas que estarían enfrentando, pudiese ser una razón que está agravando la actuación de ciertos factores de riesgo sobre ese subgrupo de población.
En cuanto a la edad, lo más resaltante es el descenso paulatino a lo largo del lapso estudiado de las tasas en edades jóvenes y el incremento de las mismas en adultos de mediana edad (a partir de los 40 años) y adultos mayores (65 años y más).
Ese cambio en el patrón etario pudiera relacionarse con la crisis del país, debido, principalmente, a que las personas que están emigrando son jóvenes y adultas jóvenes[11], quienes apenas construyen su plan de vida y estabilidad, pero aquellos que se encuentran en la etapa de la adultez de mediana y tercera edad, ya tienen su proyecto de vida establecido. En este caso, la frustración es mayor, porque en aquellos que tenían un trabajo estable y luego lo pierden, o ya tenían su casa y luego la pierden, o tienen que vender algunas de sus pertenencias para poder alimentarse, la frustración e indignación aumentan. Es decir, muchos/as jóvenes o personas adultas jóvenes que emigran están comenzado de cero, mientras que el adulto mayor no suele emigrar porque no es fácil desprenderse de la estabilidad que ha logrado.
Las personas adultas y adultas mayores son las que, en su mayoría, quedan expuestos/as y vulnerables ante la crisis profunda que sufre el país. Esto aumenta las probabilidades de que tales poblaciones puedan verse afectadas por diversos factores de riesgo de suicidios (padecimiento de trastornos mentales como el de la depresión o ansiedad, invadidos por la desesperanza o por pensamientos negativos al no ver una salida a corto plazo de la crisis, diagnóstico de enfermedades graves, no poder seguir un tratamiento continuo médico, entre otros).
La mayor ocurrencia de muertes por suicidio en individuos vinculados laboralmente a actividades agrícolas y pecuarias, según conjeturas de médicos comunitarios, psicólogos y psiquiatras; podría deberse a una combinación particular de varios factores de riesgo que tienen importancia y que están presente en las zonas rurales merideñas[12], y que posiblemente se exacerbaron con la crisis, realidad que podría ser similar en los otros dos estados andinos (Táchira y Trujillo), pero que es una situación no diagnostica y que requiere de estudios enfocados en la comprobación y medición de la existencia e incidencia de dichos factores. Este resultado es congruente con el obtenido en las diferencias según municipios, es decir, el ámbito rural merideño presenta tasas más elevadas que las del ámbito urbano.
En cuanto a los estudiantes, que ocupan el segundo lugar después de los agricultores, esto podría estar relacionado con el componente estudiantil tan importante que ha caracterizado al estado Mérida durante décadas, sobre todo por la enorme influencia que ha tenido la Universidad de Los Andes (ULA) como factor de atracción de población joven de diferentes partes de la entidad y de otros estados del país. Sin embargo, el descenso de las muertes por suicidio de estudiantes a partir de 2010, podría deberse por la migración principalmente de jóvenes hacia el extranjero, la cual se acentuó aún más entre 2014-2018. La migración de personas en edades jóvenes, puede ocasionar un efecto de disminución de probables y potenciales víctimas de los factores de riesgo que conducen al suicidio.
La mayor ocurrencia de muertes por suicidio, entre 2016-2018, mostrando una mayor variedad de ocupaciones, para el equipo de investigación del OVV Mérida, es un indicio cuasi inequívoco del impacto de la emergencia humanitaria compleja y su efecto sobre la extensión y exacerbación de diversos factores de riesgo de suicidios en un amplio espectro de la población merideña y venezolana en general.
Los solteros, resultaron ser los que exhibieron el mayor valor dentro de la situación conyugal. Dentro de estos dominan ampliamente los adolescentes, jóvenes y adultos-jóvenes, es decir, todos individuos de menos de 30 años, lo que podría ser congruente con el hecho de que los estudiantes, desde el punto de vista de la ocupación, se ubiquen en el segundo lugar.
La presencia durante décadas de una proporción significativa de población joven estudiantil, expuesta y vulnerable a un sin fin de factores de riesgo de suicidios, podría explicar ese valor elevado en la población soltera. Algunas investigaciones han revelado que entre los desencadenantes de intentos de suicidios o del suicidio consumado de adolescentes y jóvenes se tienen: aspecto clínico, el consumo excesivo de alcohol y/o drogas, o el surgimiento de una depresión o de una manifestación psicótica; a nivel ambiental, un contexto familiar y social deteriorado, una desilusión amorosa, una orientación sexual diversa, el fracaso escolar o universitario frecuente o el acoso (incluido el ciberacoso); y en el aspecto psicológico, figuran la presencia de algunas características de personalidad como la impulsividad, la baja autoestima, la inestabilidad emocional o la dependencia emocional extrema; por lo que es muy probable que muchos de estos factores, entre otros, estuvieran detrás de un número dado de casos de aquella población soltera.
En relación a la disminución de la ocurrencia de muertes por suicidio en la medida que el grado de instrucción de las personas aumenta, no está del todo claro. Existen países en el mundo que poseen buenos niveles de instrucción en su población, pero muestran tasas importantes (Por ejemplo: Finlandia o Uruguay). Al respecto, el OVV Mérida continúa indagando para afinar una posible hipótesis explicativa.
A modo de cierre
De nuevo, el equipo del OVV Mérida corroboró que es muy probable que la tasa de muertes por suicidio del estado Mérida haya experimentado una tendencia al aumento en el lapso estudiado, por las razones esgrimidas en el presente escrito. Los valores estimados para la entidad obviamente representan un valor regional, pero el mismo puede ser desagregado y analizado a la luz de la mortalidad diferencial.
Es así como los resultados indican que los hombres merideños y sobre todo los adultos de mediana edad y los de tercera edad, representan la mayoría de las muertes por suicidio en el estado. En otras palabras, son los grupos poblacionales de mayor riesgo frente al comportamiento suicida, empleando para ello, en la mayoría de los casos, el método por ahorcamiento y el de envenenamiento. Sin embargo, hay que prestar especial atención al incremento que se detectó en la población femenina, donde todo parece indicar que su vulnerabilidad frente a la violencia autoinfligida se ha acrecentado.
Cuando se observan las otras variables, de nuevo los hombres, pero en este particular los dedicados a actividades agrícolas y pecuarias, y los que se encuentran estudiando; los solteros menores de 30 años; y los menos instruidos en diferentes etapas de la vida; son también los que presentan los mayores riesgos de comportamientos suicidas.
Tanto los hombres que residen en el medio rural merideño como en el urbano, presentan vulnerabilidad frente a la violencia autoinfligida; no obstante, las cifras indican que las muertes por suicidios son más frecuentes en los varones que habitan en el campo. De allí que la zona del Páramo, la del Mocotíes y los Pueblos del Sur, en ese orden de importancia y todas conformadas por municipios rurales a excepción del municipio Tovar en Mocotíes, son las regiones de Mérida con las tasas más altas.
En cuanto al lugar donde ocurren las muertes por suicidio, la mayoría suele suceder en las viviendas de las personas, por lo que, al momento que un familiar logre detectar las señales y comportamientos[13] indicativos de una posible conducta suicida, bajo ninguna circunstancia deben dejar sola a la persona en el hogar y, en la medida de lo posible, tampoco cuando salga de su residencia.
Finalmente, con este estudio el OVV Mérida aspira realizar una primera contribución al entendimiento de la mortalidad diferencial por suicidio en el estado Mérida. Con los resultados derivados, se muestran nociones bastante claras de los diferentes grupos poblacionales según las variables o características estudiadas, hacia los cuales las autoridades competentes deben dirigir medidas o acciones concretas con miras en la prevención de esta causa de muerte, la que ha mostrado un ascenso en la entidad andina.
Euipo del Observatorio Venezolano de Violencia en Mérida
Notas:
[1] CRESPO, F. 2019. “Aproximación descriptiva al fenómeno del suicidio en el estado de Mérida, Venezuela”. URVIO, Revista Latinoamericana de Estudios de Seguridad, (24):167-185. Disponible en: https://bit.ly/3QKZ41d
PÁEZ SILVA, G., TREJO, Y., RONDÓN, K., & GULFO, N. (2021). “Una aproximación al estudio del suicidio en el estado Mérida, Venezuela”. Revista Geográfica Venezolana, 62 (2), 330-347. Disponible en: https://bit.ly/3niq6iU
[2] Se tomaron en cuenta las muertes registradas en las categorías X60-X84 según la Clasificación Internacional de Enfermedades y Problemas Relacionados con la Salud (CIE-10) de la Organización Mundial de la Salud (OMS), las que se refieren a los decesos por lesiones autoinfligidas.
[3] PÁEZ SILVA, G., TREJO, Y., RONDÓN, K., & GULFO, N. (2021). “Una aproximación al estudio del suicidio en Venezuela”. URVIO. Revista Latinoamericana De Estudios De Seguridad, (31), 90-108. Disponible en: https://bit.ly/3OD2EZm
[4] INE (Instituto Nacional de Estadística). 2013. “Proyecciones de población”. Disponible en: https://bit.ly/3aVvUIw
[5] Se tomaron en cuenta las muertes registradas en las categorías Y10-Y34 según la CIE-10 de la OMS.
[6] Los Anuarios de Mortalidad pueden ser consultados y descargados en la página web del MPPS: https://bit.ly/3OunuKw
[7] Suicide worldwide in 2019: globalhealth estimates. Geneva: World Health Organization; 2021. Disponible en: https://bit.ly/3ncWSlo
[8] Área Metropolitana de Mérida (conformada por los municipios Campo Elías, Libertador [donde se asienta la ciudad de Mérida, capital de la entidad], Santos Marquina y Sucre; zona Panamericana (municipios Alberto Adriani, Andrés Bello, Caracciolo Parra y Olmedo, Julio César Salas, Justo Briceño, Obispo Ramos de Lora y Tulio Febres Cordero; zona del Valle del Mocotíes (municipios Antonio Pinto Salinas, Rivas Dávila, Tovar y Zea); zona del Páramo (municipios Cardenal Quintero, Miranda, Pueblo Llano y Rangel); zona de los Pueblos del Sur (municipios Aricagua, Arzobispo Chacón, Guaraque y Padre Noguera).
[9] OMS (Organización Mundial de la Salud). 2016. Guía de intervención humanitaria mhGAP (GIH-mhGAP). El manejo clínico de los trastornos mentales neurológicos y por uso de sustancias en las emergencias humanitarias. Washington DC: OPS. https://bit.ly/3tX6Tpc
[10] Las cifras resultantes de la edición de la ENCOVI 2019-2020, muestran el predominio del componente masculino en la emigración reciente y de mujeres como jefes de hogar.
Emigración internacional, disponible en: https://bit.ly/3ztr1Rt
Cambios demográficos, disponible en: https://bit.ly/3ePwR7S
[11] Las cifras resultantes de la ENCOVI 2019-2020, muestran el cambio en la estructura por edad de la población venezolana, el cual está asociado con la aceleración del envejecimiento demográfico, disponible en: https://bit.ly/3ePx232
[12] Para conocer sobre los posibles factores de riesgo, consultar: El suicidio en la ruralidad merideña. Disponible en: https://bit.ly/3AbDKfl
[13] (a) Deseos y búsqueda de formas para herirse, matarse o amenazar con hacerlo; (b) Sentimientos de agresividad, desgano, cansancio; (c) Desesperanza o no tener razones para vivir (hastío de la vida); (d) Sentimiento de ser una carga para otros o el responsable de todo lo malo que sucede; (e) Mayor consumo de alcohol, tabaco o drogas; (f) Alteraciones significativas en el sueño y en la alimentación (dormir o comer demasiado o muy poco); (g) Aislamiento y/o alejamiento de familiares, amigos, conocidos y vecinos; (h) Regalar posesiones preciadas, despedirse de los seres queridos o conversar como si ya no va a estar más presente; (i) Sentirse atrapado(a), bloqueado(a) o sufrir un dolor que no puede soportar; (j) Hacer un testamento o carta de despedida; (k) Hacer cosas muy arriesgadas (que comúnmente no hace la persona) como conducir con una rapidez extrema.