Prensa OVV Lara

En el Informe Anual de Violencia 2021, elaborado por el Observatorio Venezolano de Violencia (OVV), se registraron en el país  1.634 desapariciones, lo que corresponde a una tasa de 6,0 víctimas por cada 100 habitantes. En el estado Lara, hubo 66 reportes de este tipo, es decir, casi 3 desapariciones al mes.

A inicios del año 2022, fue reportado como desaparecido el joven Natán José Pérez Pacheco, un humilde trabajador que ha vivido las vicisitudes de la crisis humanitaria compleja en Venezuela y quien -según la familia- se fue a Caracas en busca de mejores oportunidades, pero  desapareció sin dejar algún rastro. Sus familiares, desesperados, han pedido ayuda a las autoridades para  encontrarlo.

Pérez Pacheco, quien es de Carora, estado Lara, tiene 25 años y está desparecido desde el 6 de enero de 2022. Ese día el joven llamó a su madre para informarle que había conseguido un nuevo trabajo en Caracas. Desde ese momento, no se ha tenido más contacto con él. El caso fue denunciado por su hermana Maritza Pérez ante el Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (Cicpc), en la capital del país.

Natán José, trabajaba como vendedor en una frutería de Carora, pero la necesidad de mejores condiciones laborales le llevó a aceptar una oferta de empleo en una venta de verduras en Caracas. Al poco tiempo de su llegada a la capital, Natán le comunicó a su madre sobre la nueva oportunidad de empleo que le ofrecieron en una constructora, donde tendría un salario más alto, lo que le permitiría darle mejor calidad de vida a sus dos hijos de 3 y 2 años, quienes estaban al cuidado de la abuela. La mamá de los niños está en Colombia desde hace, aproximadamente, un año.

Desapariciones en Latinoamérica

La Declaración de las Naciones Unidas sobre la Protección de todas las Personas contra las Desapariciones Forzadas y la Convención Interamericana Sobre Desaparición Forzada de Personas, establecen que estos hechos son una violación a los derechos humanos, porque se vulneran los valores de la sociedad en lo referente al respeto a la ley y las libertades fundamentales. Las desapariciones forzadas son llevadas a cabo por gobiernos o por bandas criminales. En otros casos, como el de Pérez Pacheco hasta ahora, simplemente nada se sabe de su paradero, ni  hay responsables de su desaparición.  

En América Latina, fueron frecuentes las desapariciones forzadas durante las dictaduras militares de la segunda mitad del siglo XX. Según Amnistía Internacional, entre 1966 y 1986, en Perú y México se registraron la mayoría de los casos. Para la Corte Interamericana de Derechos Humanos, los responsables de las desapariciones forzadas en este período fueron grupos militares o paramilitares que utilizaban el miedo y la manipulación de familiares y allegados de los desaparecidos para que los crímenes quedaran impunes. En el siglo XXI, las desapariciones forzadas en la región están vinculadas con conflictos internos de los países, el crimen organizado o como una forma de represión política de regímenes autoritarios.

Según la organización no gubernamental FundaRedes, muchas de las desapariciones están vinculadas con la migración producto de la crisis humanitaria compleja en Venezuela. La población migrada corre el riesgo de desaparecer en manos de grupos armados irregulares en las zonas fronterizas. Aunado a ello, está la violencia policial y otros hechos delictivos en los espacios de tránsito entre países.

Cuando una persona está desaparecida, se queda sin garantías de protección porque es como si no existiera. En el peor de los casos, se le somete a la tortura y la violencia sexual o de otros tipos, o termina asesinada.

Sin respuesta por parte del Gobierno

Las respuestas de las autoridades ante las desapariciones son escasas. El Gobierno no ha hecho declaraciones al respecto y mientras eso sucede la impunidad, la zozobra y el desconcierto se imponen en la familia venezolana. El Observatorio Venezolano de Violencia, en su reciente informe, registró incremento de los casos “desapariciones”, hecho que impulsó a los investigadores de la organización a separar la categoría muertes en averiguación, donde previamente se había incluido, ya que es un fenómeno creciente que la sociedad debe conocer e interpretar. “En las desapariciones no hay un cadáver, sino una interrogante, una incógnita, que amerita ser despejada sobre la vida o la muerte. Las desapariciones no tienen que significar forzosamente una muerte, sin embargo, la experiencia histórica de América Latina es que mayoritariamente sí lo son”. Destaca el informe.