Prensa OVV Nueva Esparta

En la tradicional avenida Santiago Mariño, que ha sido conocida como el centro comercial a cielo abierto de Porlamar, 90% de aproximadamente 150 locales han cerrado por la drástica disminución de la clientela, sobre todo a partir de la pandemia, pero influyen también otros factores como la inseguridad, de acuerdo a la versión de los comerciantes de la localidad.

El hurto de piezas de vehículos y los arrebatones a transeúntes, antes del confinamiento, lo fueron haciendo un sitio cada vez menos visitado. Los clientes prefirieren los centros comerciales como lugares más seguros, comentaron los encargados de los pocos locales que aún funcionan en esta avenida. 

También los buhoneros que vendían artesanías en las aceras, se fueron en su totalidad. “No hay movimiento porque la gente tiene miedo de parar sus carros acá”, dijo el empleado de un bodegón, que funciona también como Coffee Bar los fines de semana, entre los pocos negocios del lugar. La avenida no cuenta con estacionamientos, de allí que los conductores deben estacionarse a orillas de la vía.

El ambiente de desolación y deterioro de esta avenida porlamarense contrasta radicalmente, de un polo al otro, con el incomprensible brillo, por ejemplo, del Paseo de Las Mercedes (Caracas) en Navidad, en un país con 76,6% de pobreza extrema, según la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi) 2021, realizado por el Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales (IIES) de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB).

“Subsistimos porque tenemos clientes fieles y promocionamos en las redes los cantantes invitados del fin de semana en el Coffee Bar, pero lo primero que la gente nos pregunta es si es un lugar seguro. Tenemos el número telefónico del cuadrante de la policía y apostamos por que nada va a pasar”, dijo el referido trabajador, quien prefirió mantenerse en el anonimato, en referencia a la estrategia de comunicación por zonas de la Policía Nacional Bolivariana (PNB), con un módulo en una de las transversales de la avenida Santiago Mariño.

Sin embargo, el patrullaje policial es esporádico, como lo corroboró el encargado de una tienda de artesanía con 22 años en esta avenida, que no ha sido cerrada porque también apuestan a que las cosas van a cambiar. “Ha mejorado un poco el patrullaje por la temporada y porque está empezando una nueva gestión municipal, esperemos que lo hagan bien, pero ya tienen bastante rato que no pasan”.

Las rejas de seguridad de algunos locales vacíos han sido forzadas y rotas las vidrieras, y un local ubicado muy cerca del emblemático Hotel Bella Vista -que también cerró sus puertas en 2019 por la crisis, tras más de 60 años de funcionamiento- tapió completamente su vitrina con concreto para evitar la irrupción de delincuentes.

“Venían con niños que cabían por algunas aberturas, y los dirigían para que sacaran materiales metálicos a fin de venderlos y reciclarlos. El hotel no ha sido desvalijado porque tiene seguridad privada y ha mejorado un poco el patrullaje por la temporada”, comentó el encargado.

Inseguridad y abandono

Aunque de manera algo menos marcada, también se observan locales vacíos y deteriorados en la tradicional avenida 4 de Mayo, donde pocos peatones -generalmente usuarios de las paradas de autobús y personas que acuden a algunos locales de víveres y a un supermercado de la zona- transitan rápidamente, con cierta aprehensión, mostrando a la vez cara de incredulidad y desamparo. Se oyen frases como: “Parece mentira”, “Qué tristeza”, “Recuerdo que ahí estaba…”, dicen apuntando a comercios ya inexistentes.

El cierre y abandono de los comercios, así como la pérdida de empleos, aunado todo esto a la sensación de inseguridad, muestran para la psicóloga Marjorie Bravo de Belo, “un alto grado de vulnerabilidad económica y social, que genera síntomas psicológicos como estrés negativo, confusión, ansiedad, pánico, depresión y hasta rabia, tanto en los pobladores como en los visitantes de este destino”, dijo.

En líneas generales, afirmó que actualmente se manifiesta un estado de incertidumbre en cuanto al futuro económico de la entidad insular, por lo que “se requieren planes gubernamentales o políticas públicas que presten atención a la salud mental y el bienestar integral de la población, con proyectos que se orienten a la búsqueda de opciones productivas que reactiven el turismo, garanticen la seguridad y les devuelvan la belleza y vitalidad a estas avenidas”, dijo Bravo de Belo.

Para Jesús Irausquín, director de la Cámara de Comercio de Nueva Esparta, los locales abandonados y despojados se prestan para actos de vandalismo, pero considera que su origen está en la crisis económica que ha afectado el comercio, y la pandemia que vino a darle el golpe final.

La actividad comercial se ha reanudado en el centro de Porlamar por la época navideña, especialmente en los bulevares Gómez y Guevara, donde 70% de los negocios habían cerrado por los robos y hurtos, y habían caído 80% las ventas, según declararon comerciantes de la localidad ante los medios.

A este respecto, comentó Irausquín que el comercio en el casco central de Porlamar se ha venido “reanimando más que reactivando”, y estima que esto continuará como una onda expansiva hacia las avenidas Santiago Mariño y 4 de Mayo, donde están comenzando a reabrir algunos negocios emblemáticos.

¿Son Las Achipaneras?

No obstante, la inseguridad se mantiene con una modalidad de pequeños grupos de mujeres que se dedican al robo y hurto en tiendas y a transeúntes, y que se cree son Las Achipaneras, una conocida banda de Porlamar -de casi dos décadas- que parece haber reaparecido, como reportó a finales de noviembre el portal de noticias Todos Ahora.

Aparentemente andan en grupos de 2 o 3 mujeres, distraen a las personas en las calles y negocios para cometer hurtos. “Hay de 20 y 30 años, también mujeres maduras y algunas van con niños”, dijo un vendedor de un negocio ‘sobreviviente’ en la avenida Santiago Mariño.

“Nadie sabe a ciencia cierta si se trata de las ya míticas Achipaneras -llamadas así porque inicialmente provenían del sector Achípano de Porlamar- o si son en realidad distintos grupos de mujeres que se aprovisionan de prendas de vestir, perfumería, accesorios y artículos del hogar. A veces van acompañadas del algún hombre, según comentaron varios comerciantes de los bulevares, por lo que es aún dudosa la identificación de una única supuesta banda femenina”. Comentó el equipo del Observatorio Venezolano de Violencia en Nueva Esparta (OVV Nueva Esparta).

En una tienda de artículos de cuero que tiene 33 años en el bulevar Gómez, en el centro de Porlamar, un vendedor confirma que la clientela ha ido disminuyendo por la delincuencia. “Ayer mismo vinieron unas mujeres a preguntar por unos precios, y en un momento en que me volteé para atender a otra, se llevaron unas correas”, contó. El negocio es el único que funciona en un minicentro comercial de 12 locales, pues ya poca gente va a comprar. “Los clientes vienen porque nos conocen de años, pero vienen con miedo; ya tienen escogido lo que quieren, lo buscan y se van”.

Pese a las iniciativas que intentan mantener vivo el comercio y el turismo, y a los empresarios que persisten con la esperanza de tiempos mejores, la realidad de los hurtos y robos no se puede ocultar. “El problema debe evidenciarse y debatirse públicamente entre autoridades, organismos de seguridad, gremios y comunidades”.  Finalizó diciendo el equipo del OVV Nueva Esparta.