Roberto Briceño-León y Alberto Camardiel

Introducción

El temor a ser víctima del crimen causa daños antes de concretarse la lesión física en las personas. Las amenazas específicas o difusas de violencia crean una expectativa de su ocurrencia que convierten el miedo en un sentimiento poderoso que causa daño a la población sin herirla.

El miedo es un sentimiento que puede tener orígenes muy diversos en las sociedades y el esfuerzo por construir confianza y reducir el miedo a unos límites que puedan ser manejados como un riesgo controlado, forman parte del gran esfuerzo de la civilización. Sin embargo, los miedos persisten por la incertidumbre propia de la vida humana y de la existencia sobre la tierra (Ferrro,1995). Unos miedos pueden vincularse a circunstancias de la sociedad, otros provienen de la naturaleza de la cual formamos parte. La ocurrencia de una catástrofe natural, un terremoto en una ciudad, una sequía en el campo o la pandemia del Covid-19, que cambió de una forma inaudita la cotidianidad. Hay otros que son la combinación de un evento de la naturaleza que afecta una creación social, como ocurrió con la planta nuclear en Fukushima; todos se originan en nuestra fragilidad humana ante la naturaleza que nos alberga.

Pero hay otros miedos que derivan de las acciones humanas, como son las guerras entre clanes, etnias o naciones, o las violencias propiciadas por las luchas por el acceso a los recursos naturales -como las tierras-, o humanos, como sería la fuerza de trabajo. La acción depredadora del otro, sea cercano o lejano, siempre ha infundido el temor de las personas y comunidades. Nuestra propia condición humana hace que el miedo nos acompañe desde la primera infancia, pues el niño es incapaz de protegerse sólo y debe pasar muchos años bajo el amparo de sus padres, quienes lo deben alimentar y cuidar hasta que tenga fuerza y destreza suficiente para defenderse por sí solo (Nussbaum, 2018).

Para reducir el riesgo y atenuar el miedo las sociedades han buscado construir certezas a partir de acuerdos que hagan previsible la vida social y puedan generar confianza. Pero las amenazas no desaparecen, pues la competencia por los recursos y el poder se mantiene en las sociedades. A pesar de ello, las sociedades que permiten desarrollar una institucionalidad poderosa, que establecen reglas del juego claras y consiguen que las personas entiendan que cumplir las normas y los pactos es beneficioso permiten reducir la violencia y canalizan la competencia hacia el uso de otros medios distintos de la fuerza (Briceño-León, 2007; 2011; Briceño-León & Camardiel, 2019).

Cuando en la sociedad se pierde el control sobre las amenazas violentas y se propaga en las personas el temor de ser víctima, se producen dos tipos de comportamientos: el retraimiento y la huida. Con la primera, las personas se inhiben de realizar algunas actividades, ir a algunos lugares o hacerlo en ciertas horas que estiman riesgosas, o también de expresar algunas opiniones que intuyen pueden exponerlos a la victimización. Con la segunda, buscan el escape de una situación de peligro que se observa en el presente o se avizora como cierta en el futuro. El retraimiento es una respuesta puntual, la huida es una respuesta amplia y que pretende ser sostenible.

Aunque las más de las veces el daño que produce el temor a ser víctima ha sido interpretado como un trauma de tipo psicológico, y eso sin lugar a duda ocurre y ha sido investigado, existe también un daño social. El retraimiento y la huida son en sí mismos daños sociales, pues tienen consecuencias en las condiciones materiales y en la libertad de las personas. Por el miedo a ser víctima las personas se retraen en su actividad laboral y deben dejar sus trabajos o reducen su jornada y en consecuencia sus ingresos. Restringen también los lugares o las horas de diversión, con lo cual pierden el placer del esparcimiento y los dueños y empleados de los locales los ingresos económicos que han podido obtener. Por temor a ser víctima las personas también han debido abandonar sus tierras de cultivo, sus empleos o negocios y sus hogares; ésa es la historia de los millones de desplazados que hay en el mundo, quienes por temor a la violencia han sentido necesidad de mudarse de sus casas, de la ciudad donde viven o de su propio país. Eso fue lo que ocurrió en Colombia con las guerrillas y los paramilitares, lo que se vivió en la sierra del Perú con la crueldad de Sendero Luminoso y lo que se ha estado presenciando en Venezuela por el auge de la violencia y la destrucción de la economía productiva.

Los desplazados por la violencia pueden adquirir la forma de migrantes internos o emigrantes externos. En algunos casos se mudan de vecindario en la misma ciudad después de una reyerta o de haber presenciado y sido testigos de un evento que no han debido observar. Otras veces se cambian de ciudad huyendo de una amenaza específica y personal; y en otras se van del país, por una amenaza difusa, que no es personal, pero que sienten que puede tocarles en algún momento. La masiva huida de miles de pobladores de Apure desde la población de la Victoria en Venezuela hacia la ciudad de Arauquita en Colombia, ubicada en el otro lado del río Arauca que marca la frontera entre los dos países, sintetiza ese drama de los desplazados por la violencia. Las familias venezolanas huyeron de su vecindario, ciudad y país para escapar de los ataques que recibía el grupo guerrillero colombiano asentado en esas tierras o de las represalias de las unidades del ejército venezolano.

De una manera menos espectacular y como resultado de una violencia más cotidiana o difusa, muchos otros venezolanos han salido del país, unos por avión y con visas, otros caminando e ilegales. No es posible saber en cuántos de los más de cinco millones de emigrantes que han salido del país, el temor a ser víctima de la violencia ha sido un factor determinante o coadyuvante de la difícil decisión.

Este estudio pretende mostrar la asociación que existe entre el temor a ser víctima, expresado en el retraimiento y la huida, y la necesidad de mudarse de la casa, la ciudad o el país. Se busca identificar la prevalencia del temor en los desplazamientos internos y externos de la población.

Método

Los datos que sirven de apoyo para responder a las preguntas que se formulan sobre el miedo en este reporte se obtuvieron con la realización de una encuesta a 1.200 hogares distribuidos en todo el territorio nacional entre finales del año 2019 y comienzos del 2020. La encuesta se llevó a cabo con el fin general de evaluar la percepción de los entrevistados sobre diversos aspectos relacionados con la situación de violencia que sacude al país.

En la encuesta se quiso estudiar el impacto del miedo a ser víctima en el retraimiento y en la huida de las personas y para ello se formularon dos preguntas:

  • Por temor a ser víctima de una acción violenta, ¿ha limitado las horas o lugares de salida en su actividad diaria?
  • Por temor a ser víctima de una acción violenta, ¿ha sentido la necesidad de mudarse del lugar donde vive (a otro barrio, urbanización, ciudad o país)?

Cobertura de la encuesta

La población cubierta por la encuesta estuvo constituida por personas de 18 años y más, de ambos sexos, de todos los estratos socioeconómicos, habitantes en viviendas familiares de uso residencial permanente ubicadas en centros poblados de Venezuela con más de 2.500 habitantes. La proporción no cubierta fue inferior al 10%.

Recolección de la información

La información proporcionada por la encuesta fue obtenida mediante entrevistas directas, cara a cara con el encuestado seleccionado, en su hogar de residencia, empleando entrevistadores especialmente entrenados que leían las preguntas de un cuestionario impreso y registraban las respuestas proporcionadas por los entrevistados en el mismo instrumento de recolección. El cuestionario fue sometido a diversas pruebas, tanto en situaciones simuladas como en situaciones reales, que se pusieron en práctica para asegurar la consistencia interna del instrumento y de los procedimientos de medición, así como su adecuada conversión en procedimientos operativos.

Fecha y duración de la encuesta

El período al cual se refieren los datos corresponde mayormente al momento de la recolección, pero para algunas preguntas se fijó un período de referencia de un año. Tal es el caso de las preguntas sobre victimización y sobre si la violencia ha permanecido inalterada o cambiado tanto en su comunidad como en el país. El período de recolección abarcó desde el 27 de noviembre del 2019 hasta el 24 de enero del 2020.

Acuracidad de los resultados

Dada la naturaleza no probabilística de la encuesta debido a la selección en la última etapa del informante empleando cuotas por sexo y edad, no es posible calcular el error de muestreo. Por otra parte, los errores ajenos al muestreo se trataron de minimizar extremando los controles de calidad en cada fase de la encuesta. Todas las operaciones se llevaron a cabo empleando el paradigma del error total de encuestas, esto es, empleando un enfoque que toma en cuenta las posibles fuentes de error que pueden surgir al pasar de una fase a otra en el ciclo de vida de la encuesta. De esta forma se prestó la atención debida a la validez del instrumento de medición, a los posibles errores en su aplicación, a los errores de procesamiento, al error de cobertura, al error de no respuesta y al error de ajuste.

Tipo y clase de muestreo empleado

El muestreo aplicado es del tipo probabilístico hasta la penúltima etapa, en todas las etapas previas las unidades de muestreo respectivas tuvieron una probabilidad conocida y mayor que cero de ser seleccionadas. En la última etapa se realizó un muestreo por cuotas atendiendo a la distribución por sexo y edad de la población venezolana proyectada para el 2019, empleando los resultados preliminares arrojados por el Censo de Población y Vivienda del 2011; sin embargo, el punto de inicio de búsqueda para cubrir la cuota asignada fue seleccionado al azar.

La clase de muestreo utilizado es estratificado trietápico. Los estratos de selección estuvieron conformados por los estados incluidos en la actual división político-territorial de Venezuela, pero Amazonas y Delta Amacuro constituyeron un solo estrato junto con el estado Bolívar, resultando un total de 22 agrupaciones. Adicionalmente, se aplicó un mecanismo de selección sistemático dentro de cada estrato a fin de asegurar la representación en la muestra de distintas áreas geográficas, así como la presencia de distintos niveles socioeconómicos.

El tamaño de la muestra se distribuyó con afijación proporcional entre los 22 estratos considerados. En cada hogar seleccionado se eligió a un respondiente según su sexo y edad de acuerdo con la cuota correspondiente.

Métodos de procesamiento y análisis de datos

Puesto que la encuesta generó datos mediante la formulación de 42 preguntas cerradas sobre violencia con opciones de respuesta cualitativas y 40 preguntas, también en su mayor parte cualitativas, que registraron datos sociodemográficos para precisar el contexto en el que situar los fenómenos sociales a investigar, el procesamiento preliminar consistió en la preparación de bases de datos con la documentación y calidad necesarias para facilitar la preparación de tablas de contingencia que constituyen las estructuras de datos básicas para la estrategia de análisis estadístico elegida.

El análisis estadístico de los datos que aplicamos es de carácter descriptivo dado el tipo de muestreo empleado para la recolección de los datos. La asociación estadística entre variables se llevó a cabo empleando pruebas de hipótesis basadas en la razón de verosimilitud con una interpretación descriptiva (Christensen, 1997) y el cálculo de valores test (Morineu, 1984). Adicionalmente se utilizaron técnicas del análisis de correspondencias simples y múltiples (ACS y ACM respectivamente) y el método RECIP de clasificación automática para la formación de conglomerados basados en los insumos proporcionados por el ACS y el ACM (Lebart et al, 1984 y Becue, sf). El procesamiento de los datos se hizo empleando los programas de computación SPSS (versión 22) y SPAD (versión 5.6).

Caracterización sociodemográfica de los respondientes

El respondiente típico se puede representar, en una síntesis modal, como femenino (50.2%), con edad comprendida entre 30 y 55 años (53.3%), con al menos un grado de educación secundaria (51.4%), trabajador remunerado (62.7%), blanco (34.3%), soltero (39.0%), católico (71.2%), habitante de una ciudad grande (42.8%), opositor (37.3%), de clase socioeconómica objetiva D (60.8%; A: Alta – E: Baja) y de clase socioeconómica autodefinida 5 (30.6%; 1: Baja-10: Alta).

Resultados

Las dos preguntas que se analizan en este reporte y las respuestas obtenidas en la encuesta se presentan a continuación en las Tablas 1 y 2. Los porcentajes reportados corresponden a los casos válidos, es decir, corresponden a los entrevistados que eligieron una opción de respuesta diferente de la opción No Sabe.

Como podemos apreciar tres de cada cinco entrevistados han restringido las horas y los lugares de salida debido al temor de ser víctimas de acciones violentas y uno de cada tres ha sentido la necesidad de cambiar su lugar de residencia por temor a ser victimizado en el barrio, urbanización o ciudad en la que habita. Estas elevadas proporciones de cambios en las rutinas diarias resultantes en sentimientos de retraimiento y huida requieren ser caracterizados en términos sociodemográficos.

¿Por qué algunos respondientes sienten la necesidad de mudarse del lugar donde se vive a diferencia de otros que no sienten esa necesidad? La respuesta se puede obtener cruzando ambas variables, tal como se presenta en la Tabla 3. Resulta claro de su examen que la razón tiene que ver con la percepción de peligrosidad del lugar donde se habita, porque no de otra manera se puede interpretar el dato que los que sienten la necesidad de mudarse en relación con los que no quieren mudarse, es casi seis veces mayor entre los que han limitado su actividad diaria que entre los que no la han limitado.

Las categorías que presentan una mayor intensidad de asociación con las conductas de inhibición es el vivir en un barrio de una ciudad grande y para los que no han limitado los lugares y horas de salida son ser habitante de una gran ciudad y considerar su auto ubicación social en los peldaños más altos de una escala de 10 niveles (8-9-10). La conducta de huida está mayormente asociada con las categorías vivir en un barrio de una ciudad grande, en un pueblo o ciudad pequeña y haber alcanzado una educación secundaria. Los que no han sentido la necesidad de mudarse son también habitantes de una ciudad grande y con un nivel educativo no superior a la primaria.

No obstante, una caracterización con mayor detalle de quienes son los que han limitado su horas y lugares de salida y han sentido la necesidad de cambiar de residencia a causa de la violencia, se puede obtener mediante la construcción de conglomerados con base a los insumos de un análisis de correspondencias múltiples de las conductas de retraimiento y huida. El resultado de tal ejercicio se presenta en el Gráfico 1.

Grupo 1: Los que no han restringido sus actividades ni se quieren mudar

El conglomerado 1/3 está formado por 407 personas que representan un 34% de la muestra que no han limitado las horas o los lugares de salida en su actividad diaria y que no sienten la necesidad de mudarse del lugar donde viven. Aunque reúne miembros de variadas características, la proporción de personas que son habitantes de ciudades grandes y que se autodefinen como de alto estatus social (8-9-10 en una escala del 1 al 10) es mayor que para la muestra completa. Cabe destacar que ciertas categorías como ser habitante de un pueblo campesino, autodefinirse como chavista o estar en los sectores A-B de mayores ingresos, son frecuentes en este conglomerado, pero no tienen una significación estadística.

Grupo 2: Los que sí han restringido sus actividades, pero no se piensan mudar

El conglomerado 2/3 agrupa 401 respondientes para un 33% de la muestra y se caracteriza por aquellas personas han limitado las horas y lugares de salida y no han sentido la necesidad de cambiar su residencia. La proporción de personas en este conglomerado con sólo educación primaria es mayor que para la muestra completa y también lo es la proporción de casados o unidos. Están representado en menor proporción las personas de 56 años y más, de orientación política que dicen no ser ni del chavismo ni de la oposición, pero no tienen significación estadística.

Grupo 3: Los que han restringido sus actividades y se piensan mudar

Finalmente, el tercer conglomerado (3/3) que reúne a 392 entrevistados que representa un 33% de la muestra está formado por aquellos que han limitado sus horas y lugares de salida y han sentido la necesidad de mudarse del lugar donde habitan. La proporción de personas en el conglomerado que son habitantes de barrios en ciudades grandes, tienen estudios secundarios, habitan en pueblos o ciudades pequeñas y no declaran su apariencia física es mayor que en la muestra completa. La proporción de miembros del conglomerado que son empleados, están casados o tienen pareja, se autodefinen como de oposición y son jóvenes de 18 a 24 años es mayor que en la muestra completa, aunque no alcanza una magnitud de significación estadística.

Discusión – Conclusiones

Los resultados muestran dos realidades dramáticas de la situación social de Venezuela. La primera, es que más de la mitad de los venezolanos, las dos terceras partes de la población, han limitado sus actividades cotidianas por temor a ser víctimas de la violencia. La segunda, es que una tercera parte de la población ha sentido necesidad de mudarse de su casa, ciudad o del país por temor a ser víctima de un acto violento y posiblemente otro tercio también lo ha sentido, pero no lo manifiesta porque no lo considera posible.

Para interpretar el significado del deseo de mudarse de la casa, ciudad o país debe tenerse en cuenta que a fines del año 2019 y comienzos del 2020, cuando se llevó a cabo la recolección de la información, ya se estimaba que más de cinco millones de venezolanos había emigrado del país, creando la única experiencia emigratoria masiva en la historia de Venezuela, pues a diferencia de otras naciones de América Latina, los venezolanos no emigraban y más bien la sociedad estaba acostumbrada a ser receptor de migrantes. La salida masiva de personas y familias ha convertido la emigración en una expectativa generalizada y en hecho cultural, pues en todas las comunidades, barrios y edificios, se tiene conocimiento de alguien que salió del país en los años recientes.

El estudio nos permite tener algunas pistas sobre cómo el temor a ser víctima de la violencia puede estar incidiendo, entre otros factores, en las decisiones de desplazamientos de la población dentro o fuera del país, y de cuáles grupos sociales son más proclives a la decisión de mudarse, sea de ciudad o del país.

Lo que se puede observar en la Tabla 3 es que hay una asociación entre el miedo, expresado en restricción de actividades, y el deseo de mudarse. Lo primero que destaca es que la mayoría de los que no habían sentido miedo ni reducido sus actividades (87.1%), expresaron que no habían pensado mudarse o emigrar. Lo segundo, es que aquellos que sí habían limitado sus actividades, responden de manera diferente al temor, y se dividen en dos grupos de magnitud muy parecida, siendo levemente superior (54.8%) los que no habían pensado mudarse a pesar del temor que sentían, a los que sí lo habían considerado (45.2%). Debemos entonces caracterizar uno y otro grupo para poder comprender mejor el proceso. ¿Quiénes son socialmente unos y otros?

Edad. Un factor importante en las decisiones migratorias es la edad de la persona; los estudios demográficos han mostrado la relevancia de ese factor. Entre los que han sentido miedo y restringido sus actividades, encontramos dos grupos que son estadísticamente significativos: los que no han pensado en mudarse, entre los cuales se destacan los mayores de 56 años, y los que sí han pensado mudarse, que tienen entre 18 y 24 años. Es posible que en este grupo de edad y debido a la gran emigración ya ocurrida, eso signifique irse del país, como de hecho ha ocurrido con muchos de sus contemporáneos, pero no es posible tener certeza de esto. Lo que aquí podemos observar es que el mismo efecto de temor e inhibición de actividades, produce resultados diferentes dependiendo de la edad del individuo. En los de mayor edad el miedo los aferra más a su espacio, mientras que en los jóvenes los impulsa a moverse, lo cual es comprensible pues éstos se sienten con más fuerzas para emprender una aventura migratoria dentro o fuera del país. En el caso de tratarse de emigración internacional si es lo que se tiene en mente, la edad adquiere mayor relevancia pues el medio utilizado por la mayoría de los emigrantes recientes ha sido salir por vía terrestre, muchos de ellos caminando, para lo cual se requiere una resistencia física que les falta a los mayores de 56 años.

Educación. El nivel educativo es también un factor relevante, pues implica disponer de más herramientas para poder iniciar una nueva vida en un lugar desconocido dentro o fuera del país. Aunque las primeras olas emigratorias estuvieron muy marcadas por la salida de los profesionales universitarios o técnicos superiores, lo que aparece como significativo en este estudio del 2019-2020 se refiere a los grupos de personas sin estudios universitarios y que quieren mudarse del lugar donde viven. En el grupo que decide no emigrar, a pesar del miedo y haber restringido sus actividades, se encuentran las personas que sólo tienen educación primaria, mientras lo que caracteriza a quienes sí han pensado en mudarse, es tener estudios de secundaria, con lo cual se asume que tienen más destrezas que les permitan conseguir empleo.

Estado civil. Los que están casados o tienen una pareja permanente se dividen en dos grupos. En primer lugar, y de una forma estadísticamente significativa, aquellos que no piensan mudarse a pesar de ser víctimas y restringir sus actividades. Aparecen también quienes sí desean emigrar, aunque sin significación estadística. Quizá la diferencia entre unos y otros pudiera darlo la fase del matrimonio en la cual se encuentran, pues se puede pensar que a los casados de más de 56 años les resulta más difícil emigrar, pues ya tienen una vida hecha, y serán más bien sus hijos quienes emigren y les envíen remesas. Mientras que los casados de veinte años están construyéndose un futuro y pueden soñar con un nuevo espacio donde formar familia.

Empleo. Es relevante destacar que la única aparición estadísticamente significativa de la variable empleo fue en aquellos que han sentido necesidad de mudarse. Pudiera resultar extraño, pues es un sector que tiene seguridad laboral y por lo tanto serían los desempleados los más desfavorecidos. Pero pensamos que esto tiene su explicación en varios factores. En primer lugar, el empleo perdió relevancia social en Venezuela, pues los sueldos percibidos por la mayoría de los trabajadores al momento de la encuesta no excedían los diez dólares mensuales, así que no es cierto que se encuentren bien. En segundo lugar, es que, justamente por estar empleados, tienen confianza en sus habilidades. Y, en tercer lugar, a pesar de lo reducido de sus ingresos, son quienes pueden disponer de una mínima cantidad de dinero para emprender la aventura de la mudanza, cantidad tan mínima como los cien dólares con que muchos han emprendido su mudanza hasta Perú o Chile.

Lugar donde viven. El lugar desde el cual se puede iniciar la mudanza es importante para entender las razones de expulsión que puedan tener los entrevistados, y esta variable resultó significativa entre las dos situaciones extremas, quienes habían reducido sus actividades y querían emigrar y entre quienes no habían reducido sus actividades y no querían mudarse. Los que sí habían pensado en emigrar vivían en los barrios de las ciudades grandes, es decir, en los sectores de menores ingresos de la ciudad. Al contrario, los que no habían pensado en mudarse estaban en las ciudades grandes, pero no en los barrios, sino en el resto de la ciudad formal, en los espacios habitados por sectores de clase media o de mayores ingresos, en los cuales hay menos delito y sobre todo menos victimización violenta, pues hay mayor protección, sea por las fuerzas policiales o por la contratación de la seguridad privada. En cambio, en los barrios de las ciudades grandes se concentra la mayoría de la victimización violenta, y son los lugares de la ciudad donde hay menos presencia y protección policial.

Es interesante que también aparecieron sin deseos de mudarse los que habitaban en pueblos campesinos; en ese caso la explicación es que históricamente han sido lugares más seguros, con una menor ocurrencia del delito y con un control social vecinal más importante.

Estrato Social. La única aparición significativa de esta variable estuvo en el sector que declaró que no había reducido sus actividades, ni había pensado en mudarse y fue el estrato más alto de la sociedad, tanto por la medición objetiva realizada por el equipo de investigación -con variables vinculadas al lugar de residencia-, como por la auto ubicación subjetiva de los entrevistados en la escala social que les fue presentada. La explicación nos parece encontrarse en la privatización de la seguridad que ha ocurrido en este grupo social, pues son quienes cuentan con vigilancia privada en sus casas o edificios, se trasladan en carros blindados y cuentan con servicios de guardaespaldas para sus salidas nocturnas. Aunque en algunas oportunidades esa seguridad privatizada la presten funcionarios de los servicios policiales del Estado en sus horarios de trabajo, se trata de igual modo de una apropiación privada de la seguridad pública.

Autodefinición política. Aunque sin ser estadísticamente significativa, se encontró una asociación entre quienes no pensaban emigrar y los que se autodefinieron como chavistas y los que sí habían pensado en mudarse y los que se definían como de la oposición.

Cuando uno intenta hacerse una idea de conjunto de los resultados es posible construir dos grupos diferenciados en la disposición a mudarse.

El grupo que ha sentido necesidad de mudarse está conformado por personas jóvenes, que habitan en los barrios de las grandes ciudades, tienen estudios de educación media, están empleados y están casados o tienen una pareja permanente y se autodefinen como de oposición. Este grupo no es el más pobre, ni el más desvalido de la sociedad, es el sector trabajador del país que ha estado amenazado por la violencia y que las restricciones a sus actividades por temor a ser víctima lo han despojado de sus expectativas de futuro en su ciudad o en el país.

El grupo que no ha sentido necesidad de mudarse es amplio y diverso, pues está integrado por las dos terceras partes de la población. Sin embargo, si uno busca caracterizar un sector particular en esa diversidad, que concentre algunos rasgos comunes entre ellos, encuentra que ese conjunto habita en las zonas de clase media o alta de las ciudades grandes, no ha restringido las actividades laborales o de recreación por temor a la violencia y tiene ingresos suficientes con los cuales pueden obtener bienes y servicios no regulados o en el mercado negro y se autodefinen como chavistas.

Estos resultados muestran el incremento de la desigualdad en el país, tanto en la victimización como en el miedo y en las limitaciones para trabajar, divertirse o moverse en la ciudad. Y también, en la manera de imaginarse el futuro en el lugar donde se encuentran o en otro lugar diferente a dónde puedan mudarse.

El temor a ser víctima es un factor importante en el deseo de mudarse del lugar que es visto como peligroso o amenazante. Sostenemos que ese sentimiento es más adecuado medirlo en la forma de los actos de las personas, tal y como lo hemos hecho en esta investigación; es decir, en la forma como ha provocado una inhibición y retraimiento de sus actividades cotidianas. En alguien que pueda verbalizar que no siente miedo, pero si ha restringido sus actividades, ya hay una expresión del temor en el comportamiento, aunque no en sus palabras o su conciencia. Mientras que otra persona puede decir que alberga mucho miedo, pero si no limita sus actividades, entonces ese sentimiento no tiene consecuencias en su comportamiento. Aunque los sentimientos son verdaderos, desde el punto de vista social la reducción de actividades es una muestra objetiva de que la persona se está tomando en serio el temor y las amenazas que percibe. Así que el retraimiento lo consideramos un indicador sólido del miedo.

De los resultados obtenidos podemos concluir que, aunque la decisión de mudarse de ciudad o emigrar del país se encuentra mediada por una diversidad de factores sociales y políticos, el temor a ser víctima de la violencia expresado en la reducción de actividades cotidianas es un factor importante para tomar en cuenta.

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