Luisa Pernalete
@luisaconpaz

“Donde no se podía, se pudo”. Confieso que no se si la frase es del Padre José María Vélaz, el jesuita fundador de Fe y Alegría, o de alguna de las religiosas que le acompañaron en esas primeras escuelas, hace 66 años. En cualquier caso, creo que refleja bien ese espíritu emprendedor de este movimiento educativo, nacido en Venezuela, hace más de 6 décadas, y hoy en 22 países, con varios en lista de espera en África y Asia.

Vale la pena recoger algunas de esas claves que han permitido tanta vitalidad, en medio de numerosas dificultades.

Atrevimiento, siempre mirar más allá. Así era el Padre Vélaz: atrevido. No lo pensaba mucho para arriesgarse a nuevos proyectos. Siempre con gran visión. “Si somos pocos, no nos harán caso, pero si somos muchos…” Para él, crecer era una fortaleza. Eso lo heredamos. Uno ve un terreno, al lado una madre que te dice que en su comunidad hace falta una escuela, y uno imagina la escuela, y los niños entrando… y se atreve a comprometerse. Pero no sólo con nuevas creaciones, también con nuevos proyectos que enriquezcan la educación que se ofrece. No dormirse y contentarse con lo ya hecho. Y no con ánimos de grandeza, sino con ánimo de servicio.

Reconocer los problemas y enfrentarlos. En Fe y Alegría no se esconden los problemas, limitaciones e incluso errores, ni se disfrazan. Mirar para el otro lado, no ayuda a salvar las dificultades. Ello implica realismo, sinceridad, monitoreo, seguimiento… Reconocer que existe una debilidad, un problema, un obstáculo en la vía, es el primer paso para resolverlo. No inventamos logros y éxitos. Si al final del año escolar pasado, llegamos a un promedio de 82% del alumnado, eso es lo que nos decimos y lo que decimos al país. Con la Federación Internacional tenemos una manera de medir nuestro trabajo educativo, le llamamos Sistema de Mejoras. En cada colegio se aplican pruebas para ver cómo estamos en lengua, matemáticas, valores, relación con la comunidad, y cada escuela obtiene sus datos, no para competir con el otro sino para mejorar en donde está estancado, o mal. Y así con todo. Se diagnostica para ver mejor cómo hacer las cosas.

Confiar y aliarse. Eso también creo que nos viene del fundador: “Hay más gente buena que mala”, solía decir. Era un gran optimista y detectaba bondades por todas partes. Así como hace 66 años, se consiguió con Abraham Reyes, y su esposa Patricia, esa pareja que le entregó la planta baja de su casa, en lo que hoy es el 23 de Enero, y allí se creó la primera escuela, así continuó confiando y aliándose, con vecinos, con padres y representantes, con empresarios… Así seguimos hoy, confiando y aliándonos, con otras organizaciones, con pequeños o con grandes… A veces las alianzas son para sumar esfuerzos de otros, también necesarios para defender el Derecho a la Educación… La red de emisoras es prueba de esas alianzas, que suman al trabajo de otros. Y en lo pequeño y cotidiano, la alianza con las familias. Se establecen verdaderos matrimonios con esos padres que piden una escuela, y ya se sabe que es un compromiso de la institución y la comunidad, a favor de los hijos de ellos que serán los “ahijados” de Fe y Alegría.

Valorar y cuidar al personal. Esto es muy importante: valorar al personal, desde el portero, hasta el equipo directivo. Hacer saber que son importantes, que se reconoce su trabajo, el que es estrictamente su deber, y el resto, producto de la generosidad, porque no es obligado. Expresar que lo que está haciendo se ve y se considera importante; estar atentos a sus logos y a sus necesidades… Ello supone acompañamiento cercano. En una encuesta que estoy haciendo a docentes, pregunto qué les ha ayudado en esta cuarentena educando a distancia, y hasta ahora, todos colocan “el acompañamiento de su equipo directivo”. En Fe y Alegría, todos somos de la AAM: Asociación de la Alabanza Mutua (jajaja), que tiene como principios practicar la crítica y la autocrítica, y la alabanza y la autoalabanza. Alabar, no adular, valorar, pues.

Hay un elemento de la gestión que considero muy importante: la autonomía funcional. También viene desde los primeros años. El padre Vélaz fundaba una escuela, creaba una oficina zonal o se creaba en otro país, y se aceptaba que cada quien, dentro de unos principios filosóficos que después se convirtieron en el Ideario, tuviese libertad de acción. Nada centralizado, “autonomía funcional” que viene de la identidad, de la confianza… Eso en la pandemia, ha ayudado mucho a no paralizarnos.

Finalmente, coloco la creatividad, que permea todo el movimiento. No sólo se valora el ser creativos, se propicia esa creatividad, para la formación de los alumnos, para resolver los problemas, para crecer en resiliencia… Esa creatividad va desde inventar cuentos, estrofas para navidad, teatro escolar… hasta cómo hacer para enfrentar los múltiples retos que van apareciendo. “Hasta dónde podrán llegar el ingenio la ilusión y los anhelos”, se pregunta el padre Vélaz en su poema El Testamento, y yo creo que la respuesta es: hasta el infinito… El educador popular necesita de mucho cerebro creativo, el alumno de sectores vulnerables –como todos los de Fe y Alegría– necesita de mucha creatividad… Un movimiento que atiende más de un millón de estudiantes, requiere de mucha creatividad.

Seguro se me escapan algunas claves, pero éstas son las que he recogido para compartir en este día de aniversario. La vitalidad en Venezuela se refleja en esa red de 177 escuelas –desde Cojoro, frontera con Colombia hasta Manakru, frontera con Brasil- 5 Institutos Universitarios, 80 centros de Capacitación Laboral, 23 emisoras de radio… más de 100 mil estudiantes… ¿Pueden servir estas claves a otros? Creemos que sí.