Una aproximación al 2020
La Organización Panamericana de la Salud (OPS), oficina regional para las Américas de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el pasado 10 de septiembre de 2020[1] informó que el Covid-19 está afectando la salud mental de muchas personas. Datos de estudios recientes muestran un aumento de la angustia, la ansiedad y la depresión especialmente en trabajadores de la salud, que, sumadas a la violencia, los trastornos por consumo de alcohol, el abuso de sustancias y las sensaciones de pérdida, se van a constituir como importantes factores de riesgo que pueden incrementar las probabilidades de que una persona decida quitarse la vida. La institución advirtió que la pandemia por el virus puede exacerbar los factores de riesgo de suicidio, por lo que exhortó a discutir sobre el tema en forma abierta y responsable, permanecer relacionados aún durante el distanciamiento físico, y aprender a identificar los signos de advertencia para prevenirlo.
Por otra parte, la OMS expone que los problemas mentales, el sufrimiento emocional intenso y la desesperanza son comunes en situaciones de crisis y que además estos problemas pueden llevar a individuos de diferentes edades al suicidio o a la autolesión[2]. Entonces, con todo lo dicho con anterioridad, no es de extrañar que, en Venezuela, la superposición de la pandemia, y la medida de aislamiento asociada a esta, en conjunción con la emergencia humanitaria compleja que se ha venido gestando en los últimos años; haya activado, reactivado y potenciado sentimientos y pensamientos negativos en los venezolanos, así como cuadros de ansiedad, depresión e impulsividad, que llevaron a muchos a querer atentar contra sus vidas.
En el seno del Observatorio Venezolano de Violencia (OVV), con base en cifras obtenidas de registros llevados por centros de salud y médicos forenses, y por medio de la aplicación de procedimientos estadísticos; estimamos de forma conservadora que en el 2020 ocurrieron en Venezuela unos 1.150 suicidios aproximadamente, lo que revela una aparente disminución en relación a nuestras estimaciones de los años 2017 (2.648) y 2018 (2.889). No obstante, es probable que esta cifra haya sido superior. Esto debido a que, como se conoce, los suicidios constituyen una casusa de muerte que presenta subregistros importantes en la mayoría de los países del mundo (en más del 65% de los países miembros de la OMS)[3], bien sea porque muchos casos no se reportan, por mala clasificación del hecho o porque quedan ocultos dentro de la categoría de muertes de intención no determinada en los anuarios de mortalidad.
Otra razón que nos conduce a decir que es probable que la cifra sea superior a la estimada, se fundamenta en lo siguiente. Cuando se revisa con detenimiento las cifras de valores absolutos de suicidios ocurridos en Venezuela por medio de los Anuarios de Epidemiología y Estadística Vital y los Anuarios de Mortalidad entre 1936-2014[4] (Gráfico 1), se encuentra que, entre 1998-2003, en el país se alcanzaron los máximos históricos fluctuando los casos entre 1.144 (1998) y 1.160 (2003), presentándose un pico máximo de 1.383 en el año 2001, la cifra más elevada de esos 78 años de registros oficiales.
Quizás esas cifras encuentren su explicación en los problemas económicos, sociales y políticos que afrontaba el país entre esos años, los cuales pusieron en tensión a muchos venezolanos. Es muy probable que diversas situaciones adversas relacionadas con aquellos, indujeron a un buen grupo de individuos a tomar la decisión de quitarse la vida en esa época. Ahora, si bien es cierto durante esos años Venezuela vivía tiempos difíciles, también es cierto que aquella realidad o contexto fue menos compleja en parangón con la que vivimos en la actualidad, por lo que esto último representa otro elemento de juicio que sustenta el hecho de plantear que, en 2020, el número de casos de suicidios ocurridos en el país pudo haber sido más elevado que el estimado.
En cuanto a otras cifras derivadas, se obtuvo que, de ese total de suicidios estimados para 2020, en el 73% de los casos se empleó el método del ahorcamiento, valor superior al último estimado por el OVV, el cual fue presentado en nuestro estudio más reciente sobre el tema (porcentaje promedio histórico 52%, 1950-2014)[5], y muy superior al último estimado para Venezuela por la OMS de 62% para el lapso 2005-2009[6]. Este método es uno de los procedimientos más letales empleados y podría estar dando indicios de las intenciones definitivas de las personas para tomar la decisión de quitarse la vida, “justificado” por la situación negativa que estén viviendo. Puede ser un indicativo de mucha desesperanza en los individuos. Es una tendencia que debe llamar a la reflexión a las autoridades gubernamentales, a la sociedad y a las familias.
Otro dato importante a resaltar, y que podría tener una elevada correlación con el anterior, es el del móvil o causas presuntas de los suicidios. Los resultados de nuestra investigación arrojaron que el 83% de las personas que se suicidaron lo hicieron por depresión. Estos hallazgos concuerdan con lo señalado por la OMS sobre la aparición con frecuencia de problemas mentales, de sufrimiento emocional y de desesperanza en países bajo contextos de crisis. También es oportuno acotar que investigaciones en el mundo han demostrado la fuerte conexión existente entre el suicidio y los trastornos mentales como la depresión, ansiedad, bipolaridad, en por lo menos el 80-90% de los casos de muertes autoinfligidas[7].
La pandemia y el aislamiento como detonantes de sentimientos negativos y de trastornos mentales
A la compleja realidad que atraviesa el país en los últimos años, se le adiciona desde mediados de marzo de 2020, la pandemia por Covid-19 y la medida de aislamiento social como mecanismo para interrumpir las cadenas de contagios de esta enfermedad. Esto nos permite plantear como hipótesis que es probable que la combinación de esas situaciones indujo a una tendencia de aumento en ciertos meses del año en la ocurrencia de suicidios consumados en Venezuela durante 2020.
La coexistencia de la crisis con la pandemia y la medida de confinamiento, según psicólogos y psiquiatras, ha generado cuadros de depresión y ansiedad entre los venezolanos y, en algunos casos, ha agravado estos trastornos capaces de detener la vida cotidiana de los individuos. De esta manera lo confirman tres profesionales de la salud mental entrevistados en un reportaje[8] realizado por Jesús Herrera, comunicador social del medio comunicacional Noticiero Digital: psicólogos Luis Morello e Irene Ferreira y la Dra. Petra Aponte, vicepresidenta de la Sociedad Venezolana de Psiquiatría (SVP).
Los tres concuerdan en que “estos trastornos están influenciados por la incertidumbre, el miedo, el pánico, la angustia, el estrés y la inseguridad que, juntos, hacen el cóctel perfecto para generar en una persona activa cuadros depresivos y ansiosos, así nunca se haya topado con ellos”.
Las dificultades para relacionarse con los demás; desmotivación y desesperanza; perspectivas pesimistas y pensamientos negativos asociados a la posibilidad de enfermarse, de no poder curarse, incluso de morir; asimismo la alteración del sueño (en cuanto a su conciliación y mantenimiento), pérdida del cuidado personal, el no ver posibilidades de superar la situación por el tema laboral y económico, la sensación de estar a solas, entre muchos otros; son los rasgos predominantes que exhiben las personas en estos tiempos de crisis, pandemia y aislamiento, según los especialistas.
A todo lo anterior, como consecuencia de la cuarentena, podemos agregar diversas situaciones que podrían estar presente a nivel individual y/o familiar: individuos trabajadores informales o por cuenta propia que no han podido salir a trabajar, en consecuencia, no han logrado generar ingresos económicos para sus hogares; la merma en los ahorros de los jefes de hogar para cubrir los diversos gastos mensuales del grupo familiar; el truncamiento de metas propuestas que no lograron concretarse por la medida de aislamiento; la no posibilidad de poder asistir a una consulta médica prevista o de seguir algún tipo de tratamiento continuo bajo medicamentos recetados; el no poder hacer visitas regulares como era de costumbre a algún familiar sobre todo si este está enfermo y, peor aún, si éste es de tercera edad, entre muchas otras.
La conjunción de algunos de los rasgos y situaciones negativas descritas en párrafos precedentes, pueden llevar a muchos individuos a padecer trastornos de depresión y ansiedad.
Es así como la psicóloga Morello señala que en sus consultas están asistiendo en su mayoría pacientes depresivos y ansiosos, donde “sea cual sea la razón”, la medida de aislamiento social -necesaria por supuesto- no les permite desarrollar su vida cotidiana como lo hacían antes de la pandemia. Por su parte, la Dra. Aponte, de acuerdo a un estudio de 617 consultas, llevado a cabo entre el 27 de marzo y el 27 de mayo de 2020, señaló con base a esa indagación que la depresión fue el principal motivo de consulta, en el 45% de los casos. En segundo lugar se ubica el trastorno de ansiedad con un 35%, es decir que, en suma, ambos trastornos mentales concentraron el 80% del total de casos registrados de pacientes que asistieron a examen psiquiátrico en el lapso mencionado.
Encuesta sobre manejo de emociones en tiempos de cuarentena
En una encuesta virtual de sondeo realizada por el Observatorio Venezolano de Violencia sede Mérida (OVV Mérida), entre el 25 de mayo y el 15 de junio, se pretendió indagar sobre las emociones de los venezolanos en tiempos de cuarentena, utilizando para ello un muestreo no probabilístico de tipo intencional, cumpliéndose para ello con dos criterios: (i) las personas a encuestar debían ser individuos de 15 años o más y (ii) residenciados en diferentes estados del país.
En ese sentido, se encuestó a 50 personas de las cuales el 43% fueron del sexo masculino y el 57% del femenino. Los individuos consultados eran adolescentes (15-17 años; 4,3%), jóvenes y adultos-jóvenes (18-29; 19,5%), adultos (30-64; 56,5%) y adultos mayores (65 años y más; 19,7%).
El cuestionario constó de cinco preguntas en concreto. La primera estuvo relacionada con ¿Cuál es la emoción que predomina en usted hoy? La emoción o sentimiento que obtuvo mayor respuesta fue el de la expectativa (43,4%), le siguen el miedo, rabia y tristeza con 30,4% en conjunto, y luego la angustia, melancolía, incertidumbre, preocupación y desespero que en total concentraron el 13,0%. Solo dos personas respondieron sentir una emoción positiva, es decir, alegría (4,3%).
En la segunda interrogante se indagó sobre: ¿Por qué esa emoción predominante? Al respecto los resultados arrojaron que la expectativa está relacionada con el hecho de que los individuos no saben qué va a ocurrir o qué puede ocurrir en el país a futuro con la crisis, la pandemia, el aislamiento y las consecuencias de esa combinación. El resto de sentimientos negativos guardaron relación con el mal funcionamiento de los servicios públicos (sobre todo el de la electricidad) y la escasez de gasolina, la carencia de recursos económicos para subsistir, el sentirse encerrados en sus propias viviendas y la percepción de destrucción del país.
En tercer lugar se preguntó: ¿Ha sentido usted que podría padecer o ha padecido de un episodio de depresión o ansiedad? El 43,5% de las personas encuestadas respondieron de forma afirmativa, mientras el restante 56,5 fue negativo.
Luego, en la cuarta pregunta, se consultó: ¿Qué es lo que más le ha costado en la cuarentena? Los patrones encontrados en las respuestas fueron: (i) Lidiar con la deficiencia de los servicios públicos; (ii) Dificultad para ir a trabajar, para poder salir a comprar alimentos y generar ingresos; (iii) Dificultad para poder movilizarse sin combustible y (iv) No poder hacer las actividades cotidianas de manera normal.
La quinta y última pregunta: ¿Qué ha hecho para sobrellevar la cuarentena y esas situaciones? En concreto se encontró un patrón general. Las personas tratan de hacer sus actividades diarias en el hogar y de realizar otras para poder sobrellevar el confinamiento, tales como: leer, escuchar música, ver televisión, navegar en internet, reparaciones en la vivienda, compartir más en familia, entre otras.
Si bien es cierto los resultados de esta encuesta no pueden tomarse como representativos de las emociones que sienten y padecen los venezolanos debido a que solo se tomó una muestra pequeña de 50 personas, también es cierto que exponen cifras y patrones cuali-cuantitativos que son congruentes con muchos aspectos expuestos en el apartado anterior de este escrito. Asimismo, otro dato a favor de este procedimiento estadístico, es que se trató de realizar la consulta a individuos ubicados en distintos estados del país. Esto se hizo con el objetivo de obtener un panorama general de las emociones de los venezolanos, según la realidad específica que viva cada uno en las entidades donde residen. De allí que la distribución geográfica de la muestra abarcó: Barinas, Bolívar, Carabobo, Distrito Capital, Lara, Mérida, Miranda, Nueva Esparta, Táchira, Trujillo, Sucre y Zulia.
Los sentimientos y pensamientos negativos son los predominantes en la muestra analizada en más del 95% de los encuestados, en tanto que los episodios de ansiedad y depresión están o han estado presente en el 43,5% de aquellos. En añadidura, la información cualitativa obtenida permite decir que todo lo anterior está conectado con distintas facetas de la compleja realidad que atraviesa el país y con los impactos sociales, económicos y psicológicos que ha ocasionado la pandemia por Covid-19.
Patrones encontrados en las cifras reseñadas en los medios de comunicación
Empleando como fuentes de información 81 medios de comunicación (entre impresos y digitales), redes sociales (WhatsApp, Facebook, Twitter), consulta permanente a informantes clave (psiquiatras, psicólogos, periodistas, entre otros), así como información proveniente de conocidos y familiares de víctimas; entre el 01 de enero y el 31 de diciembre del 2020, logramos registrar un total 306 casos de presuntos suicidios consumados a escala nacional, cifra sobre la cual se basará el siguiente análisis.
Es oportuno recordar que en los medios de comunicación –principal fuente de información en esta parte del análisis- no necesariamente salen reseñados todos los casos de muertes autoinfligidas que puedan acontecer en un momento y espacio dado; no obstante, las cifras derivadas de estas fuentes nos muestran patrones cónsonos con la realidad imperante.
Un primer patrón identificado es el del incremento del número de casos de suicidios durante los primeros cinco meses del año (Gráfico 2), específicamente entre marzo y mayo se aprecia un aumento notable alrededor del 126,3%. No obstante, entre junio y diciembre, los registros exhiben un aparente descenso fluctuante (Gráfico 3).
Una hipótesis explicativa para tratar de comprender el primer patrón identificado, podría estar sustentada en la aparición y reactivación en las personas de sentimientos y pensamientos negativos que quizás muchos venezolanos ya venían soportando antes de la pandemia. De igual modo, como consecuencia de lo anterior, en un cierto número de individuos podrían haber aparecido, reactivado o agravado (en el caso de las personas que ya los padecían) cuadros de depresión y ansiedad, producto del solapamiento de la crisis con la pandemia, el aislamiento y todas los efectos asociados, que los podría haber conducido al acto suicida. En otros casos se podrían haber dado cuadros de impulsividad para cometer el acto suicida.
Para la psicóloga Ferreira, la pandemia con su resultante medida de aislamiento, la cual lleva a poca interacción social, más el cambio en la dinámica normal del día a día de un individuo (o paciente), se traducen en un incremento de las sintomatologías que pueden llevar a aquellos a padecer cuadros depresivos que, “si no son atacados a tiempo, pueden derivar en suicidio o en patologías y trastornos mucho más graves que requieren medicación, atención psiquiátrica y psicológica, así como hospitalización”.
A lo anterior podemos agregar lo expuesto por Morello: “si unimos las situaciones previas a la pandemia con los malos servicios, la situación económica y del país en general; son posibilidades de impulsar la depresión y al ocurrir ésta, la alternativa de un pensamiento o acto suicida es mucho mayor”.
Todo apunta que los trastornos de depresión y ansiedad posiblemente han aumentado como producto de la cuarentena. En palabras de Ferreira, los trastornos depresivos son casos “bien graves” porque son capaces de producir psicosis, acciones paranoides y cuadros de mucha más ansiedad y angustia. “La cuarentena ya no son 40 días ni tres meses. Vamos a cuatro meses (según indicó para el mes que se le hizo la entrevista). Se va prolongando en el tiempo una situación donde la persona va esperando que exista un cambio, y al no haberlo, se produce miedo, incertidumbre, confusión, desesperanza, desmotivación; lo cual agudiza los cuadros”, comentó para Noticiero Digital.
De hecho, del total de 306 presuntos suicidios registrados, según las fuentes consultadas, en el 24,4% de los casos el móvil o causa presunta del hecho estuvo relacionada con distintas situaciones negativas detonadas por la crisis (tercera causa). Incluso, con todo lo argumentado hasta el momento, quizás es posible inferir que dentro de éstos un cierto número de individuos podrían haber estado padeciendo cuadros de depresión y ansiedad que los condujeron inexorablemente al suicidio. Es así como en primer lugar se ubica la depresión (aparentemente como trastorno y no como un episodio aislado) en el 32,3% de los casos. En segundo lugar, se ubican los problemas afectivos y/o de pareja (25,0%) y, en el restante 18,3%, móviles como las discusiones y/o conflictos familiares, personas huyendo de la justicia y casos puntuales de trastornos mentales como la esquizofrenia.
Por otra parte, el aparente descenso de casos desde el mes de junio en adelante (segundo patrón encontrado), podría ser el resultado de dos cosas: la primera, desde aproximadamente finales de mayo, en diversas noticias, se reseñó con frecuencia la flexibilización no oficial de la cuarentena en distintos sectores de pueblos y ciudades venezolanas. Los propios habitantes de estos lugares comenzaron a “suavizar” la medida después de dos meses de encierro. Segundo, y como factor más importante, a inicios del mes de junio, el gobierno nacional comenzó a hacer sus mejores esfuerzos para tratar de buscar la mejor alternativa de flexibilización de la cuarentena que implicara menores riesgos para la población.
Como hipótesis explicativa se maneja el hecho de que, la flexibilización de la cuarentena ejecutada por las autoridades nacionales, regionales y locales, podría haber generado una sensación de “alivio” para aquellas personas sumergidas en sentimientos y pensamientos negativos o en cuadros de depresión y ansiedad. Esto pudo haber creado una “sensación de recuperación” frente al problema que se vive o “sensación de salida del problema” y, a su vez, haber incidido, de una u otra manera, en la decisión de atentar contra su vida en cierto número de personas atravesando por ciertas situaciones. En otras palabras, actuó como un elemento positivo que llevó a la disminución de los casos de suicidios registrados.
Otros indicadores de ocurrencia de suicidios
Del total de suicidios registrados en 2020, el 77,7% de las víctimas fueron del sexo masculino, mientras que el restante 22,3% se correspondió con el femenino. En cuanto a la edad, el mayor número de muertes autoinfligidas se presentó entre los adultos de 30 a 64 años (50,0%). Le siguen en importancia relativa los adultos mayores (65 años y más) con 13,9%, luego los jóvenes (18-24) y adolescentes (12-17 años) con 12,2% en cada grupo. Los adultos-jóvenes (25-29) 10,0% y niños/niñas (0-11) 1,7%, concentran en conjunto el restante 11,7%.
En relación a los métodos empleados, el ahorcamiento ocupa el primer lugar en el 61,7% de los casos registrados, después dispararse con armas de fuego (14,3%), lanzarse de un lugar muy elevado (13,0%) y el envenenamiento (7,0%). Los cortes con objetos punzo-penetrantes, prenderse fuego y sumersión concentran el 3,9% restante. En términos espaciales, los estados Lara, Trujillo, Táchira, Falcón y Aragua, en ese orden de importancia, agrupan el 49,2% de los casos de suicidios asentados (Gráfico 4).
Se contabilizaron 40 intentos de suicidios: 22 en el estado Mérida, 3 en Distrito Capital, 2 en Trujillo al igual que en Sucre y Lara, y 1 en Amazonas, Carabobo, Delta Amacuro, Falcón, Miranda, Monagas Portuguesa y Zulia, respectivamente.
Los resultados arrojados donde se muestra que los hombres son la principal víctima de suicidios, así como las personas adultas (30-64 años) y los adultos mayores (65 años y más); donde además el método más empleado es el ahorcamiento y las causas más frecuentes de suicidios están relacionadas con aspectos negativos del contexto actual y con trastornos de depresión y ansiedad; son todos coherentes con los obtenidos en la investigación sobre la ocurrencia y frecuencia de suicidios en Venezuela que desarrollamos en el OVV, entre octubre 2019 y marzo 2020.
A modo de cierre
La pandemia no solo ha generado impactos sociales y económicos sobre la población, sino también impactos psicológicos que deben ser bien manejados y canalizados por las personas para evitar caer en desesperación o en cuadros profundos de depresión o ansiedad, incluso de impulsividad. De allí que, en medio de todo, lo primero que hay que hacer es guardar la calma, atraer pensamientos positivos y alejar los negativos, ser proactivo y, en la medida de lo posible, tratar de ocuparse en diferentes actividades diarias y evitar las preocupaciones intensas, lo que no significa que los individuos no estén claros de la realidad que se vive.
De ser necesario, las personas con el apoyo de sus familias como uno de los principales factores de protección, deben buscar ayuda profesional por medio de psiquiatras o psicólogos para poder tratar eventuales cuadros de depresión o ansiedad, y con más razón si se encuentran a nivel de trastorno mental. Si se siente angustiado, ansioso, triste, estresado o considera que la cuarentena está afectando su vida, busque un servicio de apoyo psicológico. Entre las organizaciones que actualmente ofrecen asesoría psicológica se encuentran: Psicólogos Sin Fronteras (0424-292.56.04), Sociedad Venezolana de Psiquiatría (0426-519.66.18) y Federación de Psicólogos de Venezuela (0412-416.31.16/0212-416.31.18). En cuanto a atención a niños, niñas y adolescentes: Fundación Luz y Vida (0424-218.44.38/0424-218.10.38), CECODAP (0424-284.23.59/0412-952.62.69).
De igual modo, las personas deben estar muy atentas a cualquier señal, comportamiento o indicio atípico que puedan presentar familiares, amigos o conocidos, los cuales podrían indicar que la persona haya experimentado una ideación suicida o, peor aún, que haya intentado o que esté encaminado a intentar suicidarse. Entre los que destaca la OMS se tienen: la mayoría de los suicidios son precedidos de signos de advertencia verbal o conductual como hablar sobre querer morirse, sentir una gran culpa o vergüenza, o sentirse una carga más para los demás. Otros signos son sentirse vacío, sin esperanza, atrapado o sin razón para vivir; sentirse extremadamente triste, ansioso, agitado o lleno de ira; con un dolor insoportable, ya sea emocional o físico.
En adición, cambios de comportamiento como hacer un plan o investigar formas de morir; alejarse de los amigos, decir adiós, regalar artículos importantes o hacer un testamento; hacer cosas muy arriesgadas como conducir con una rapidez extrema; mostrar cambios de humor extremos; comer o dormir demasiado o muy poco; consumir drogas o alcohol con más frecuencia, entre otros, pueden ser signos de advertencia del suicidio.
Debemos señalar que el suicidio se ha convertido en un problema de salud pública en Venezuela y que debe ser abordado con prontitud por las autoridades competentes, tomando en consideración las recomendaciones y estrategias planteadas por la OMS en materia de prevención del suicidio. Las estrategias van desde las universales diseñadas para llegar a toda una población (aumentar el acceso a la atención de salud, promover la salud mental, reducir el consumo nocivo de alcohol, limitar el acceso a los medios utilizables para suicidarse o promover una información responsable por parte de los medios de difusión; pasando por las de prevención o “selectivas” dirigidas a grupos vulnerables (como los compuestos por personas que han padecido traumas o abuso, los afectados por conflictos o desastres, los refugiados y migrantes y los familiares de suicidas, mediante “guardianes” adiestrados que ayudan a las personas vulnerables y mediante servicios de ayuda como los prestados a través de líneas telefónicas); y las estrategias “indicadas” que van orientadas a personas vulnerables específicas mediante el apoyo de la comunidad, el seguimiento a quienes salen de los establecimientos de salud, la capacitación del personal de salud y una mejor identificación y manejo de los trastornos mentales y por uso de sustancias.
Como mensaje final, sabemos que a todos los venezolanos nos ha tocado vivir tiempos muy difíciles, pero como sociedad, podemos salir adelante. Podemos reconstruirla y levantarla de la situación en la que se encuentra. Siempre hay que vivir con la esperanza de que todo va a cambiar y de que ese cambio va a depender de un esfuerzo colectivo. Los venezolanos nunca nos hemos caracterizado como personas que ejercíamos con frecuencia la violencia autoinfligida, por lo que ese rumbo reciente evidenciado en este escrito y en otros estudios, podemos revertirlo. Después de toda tormenta siempre sale el sol.
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Notas:
[1] Pandemia por COVID-19 exacerba los factores de riesgo de suicidio: https://www.paho.org/es/noticias/10-9-2020-pandemia-por-covid-19-exacerba-factores-riesgo-suicidio
[2] OMS (Organización Mundial de la Salud). 2016. Guía de intervención humanitaria mhGAP (GIH-mhGAP). El manejo clínico de los trastornos mentales neurológicos y por uso de sustancias en las emergencias humanitarias. Washington DC: OPS. Disponible en: https://iris.paho.org/bitstream/handle/10665.2/28418/9789275319017_spa.pdf?sequence=6&isAllowed=y
[3] OMS (Organización Mundial de la Salud). 2014a. Prevención del suicidio. Un imperativo global. Washington DC: OMS y OPS. Disponible en: https://apps.who.int/iris/bitstream/handle/10665/136083/9789275318508_spa.pdf&ua=1?sequence=1
[4] MSAS (Ministerio de Sanidad y Asistencia Social). 1961. Mortalidad por suicidios y homicidios. Caracas: Dirección de salud Pública; MSAS (Ministerio de Sanidad y Asistencia Social). 1950-1996. Anuarios de epidemiología y estadística vital. Caracas: Dirección General Sectorial de Epidemiología; MPPS (Ministerio del Poder Popular para la Salud). 1997-2014. Anuarios de mortalidad. Caracas: Dirección General de Epidemiología del MPPS. Disponible en: https://drive.google.com/drive/folders/0By6RZhEqt4ajVXctVGhPcWlvS2s
[5] Informe resumen disponible en: https://observatoriodeviolencia.org.ve/news/el-suicidio-en-venezuela-crisis-humanitaria-y-violencia-autoinfligida-con-enfasis-en-los-estados-merida-y-aragua/
[6] OMS (Organización Mundial de la Salud). 2014b. Mortalidad por suicidio en las Américas. Washington DC: OMS y OPS. Disponible en: https://www.paho.org/hq/dmdocuments/2014/PAHO-Mortalidad-por-suicidio-final.pdf
[7] Solo por citar algunos: ECHEBURÚA, E. (2015). «Las múltiples caras del suicidio en la clínica psicológica». Terapia Psicológica, 33(2), pp. 117-126. Disponible en: https://scielo.conicyt.cl/pdf/terpsicol/v33n2/art06.pdf; BERTOLOTE, J. y Fleischmann, A. (2002). «A global perspective in the epidemiology of suicide». Suicidology, 7(2), pp. 6-8. Disponible en: https://www.iasp.info/pdf/papers/Bertolote.pdf
[8] Disponible en: https://observatoriodeviolencia.org.ve/news/pandemia-y-crisis-economica-dos-nubarrones-sobre-la-depresion-y-la-ansiedad-en-venezuela/