La extorsión es una modalidad delictiva pluriofensiva que causa un impacto significativo sobre la víctima y que puede ser estudiada desde infinidad de perspectivas: desde el medio empleado, el victimario, la víctima, en relación a otras actividades delictivas, la periodicidad, etc. La denominada extorsión sistemática, la tipología principal que caracteriza a la delincuencia organizada, se ha asociado tradicionalmente a los grupos u organizaciones criminales de estructura jerarquizada y de larga trayectoria, descrita como un plan conspiratorio a través del cual el “parásito humano” se alimenta y vive a costa del patrimonio de otros utilizando para su mantenimiento la intimidación, la violencia y el terrorismo.

No se puede llegar a insistir lo suficiente en la gravedad de las consecuencias de la extorsión sobre las víctimas y así mismo para la sociedad en general. La amenaza como elemento persuasivo más eficaz para llevar a cabo la extorsión constituye una forma de agresión instrumental en el que el efecto de la violencia o intimidación empleados vulneran la libertad psíquica del sujeto para poder determinarse en función de su interés, haciéndolo sentir vulnerable y sumido ante el victimario, de forma que acceda a sus exigencias.

Las víctimas de extorsión presentan trastornos psicológicos, algunos de carácter temporal y otros diagnosticados como crónicos; así como el aislamiento social, debido al miedo o la realidad con la que golpea la amenaza a las víctimas haciéndolas creer que cualquier medida de autoprotección es insuficiente. Las víctimas de extorsión ven afectadas sus esferas más íntimas, sus relaciones conyugales, familiares, y de amistades, comprometidos a vivir en un estado total de alerta, en un continuo sufrimiento y ansiedad ante la posibilidad de las represalias y a volver a ser víctimas. Se considera la extorsión como un delito de gran complejidad y diversidad y cuya dinámica viene definida por el contexto social en el que se realice. Una tipología delictiva que avanza y se ajusta a los avances de la sociedad y las oportunidades que las nuevas tecnologías comprenden y por la cual se debe trabajar en su prevención y detección de forma activa y cooperativa.

La extorsión como figura delictiva pluriofensiva que comprende, en su caracterización, delitos de amenazas condicionales (dado que el objetivo económico se pretende conseguir limitando la voluntad del sujeto pasivo), el robo con violencia o intimidación (por los medios comisivos) y la estafa (ya que el sujeto ha de realizar u omitir el acto o negocio jurídico con efectos patrimoniales). La consumación del delito se da junto con la realización de la disposición patrimonial por parte de la víctima. Tal y como hemos mencionado anteriormente, el delito de extorsión se tipifica y divide en tres elementos: la amenaza condicional, el uso de la intimidación y/o violencia, y la estafa. La amenaza consiste en anunciar a otra persona el padecimiento de un mal sobre la misma o su familia; si dicho padecimiento se ve supeditado a la realización u omisión de una acción se habla de amenaza condicional. En este caso el bien jurídico protegido es la libertad interna del sujeto, es decir, la capacidad de escoger sin trabas ni presiones la conducta que se desea realizar. En el caso del delito de extorsión, el victimario anuncia a la víctima la causación de un mal futuro.

La diferencia primordial reside en la motivación criminal de obtener una ganancia de carácter económico, perjudicando consecuentemente, y no necesariamente por ánimo adicional, el patrimonio de la misma. La violencia puede ser ejercida tanto sobre la persona del sujeto pasivo como sobre cualquier otra cosa, aunque en tal caso constituiría para el sujeto pasivo de la extorsión sólo intimidación.

Respecto a la intensidad, esta debe ser suficiente como para quebrantar el ánimo de la víctima, y para ello habrá que atender a las circunstancias del caso concreto, a la víctima y a las circunstancias del delito. La diferencia principal respecto al robo con violencia o intimidación radica en que en la extorsión no existe apoderamiento de cosas muebles sino en una disposición patrimonial. La intimidación, como medio o instrumento del delito de extorsión, es considerada como la vertiente o sucedáneo de la violencia física. En su mayoría conmutable con lo referido a la amenaza, la intimidación se ha entendido tradicionalmente como el anuncio de un mal inmediato, grave y posible que cause o inspire sobre la víctima un sentimiento de miedo, angustia o desasosiego ante la contingencia de un daño real o imaginario.

El Observatorio Venezolano de Violencia en Falcón (OVV Falcón) monitoreó al menos, según la cobertura mediática, 8 casos de extorsión en el primer semestre de 2023. La observación que el equipo del OVV Falcón mantiene en los medios de comunicación en la entidad, da cuenta que estos 8 casos de extorsión fueron en los siguientes municipios: Mauroa y Union 2 casos cada uno, y Miranda, Los Taques, Acosta y Federación un caso cada uno.

Entre los casos más emblemáticos esta lo sucedido en el municipio Mauroa, ubicado al occidente del estado Falcón, zona que se caracteriza por la ganadería y la agricultura donde sus habitantes venían siendo víctimas de una peligrosa banda de extorsionadores que tenían como víctimas a ganaderos, productores del campo y comerciantes.

De acuerdo a la investigación que realiza el (OVV Falcón), esta banda de extorsionadores exigía vacunas en divisas y cuando los ganaderos, productores agropecuarios y comerciantes se rehusaban, les quemaban las casas y vehículos. Sus habitantes señalan que esta banda llevó a la quiebra a muchos ganaderos al ser extorsionados y provocó la migración de otros que se negaron ser extorsionados.

En consecuencia, en el desmantelamiento de esta banda de extorsionadores hubo varios enfrentamientos con los cuerpos de seguridad del estado, dejando 5 muertos por intervención policial y varios detenidos en el municipio Mauroa.

Fases de la extorsión

Fase 1. Selección de la víctima. La víctima es elegida por el perpetrador quien hace uso de medios como las redes sociales, Internet, las páginas amarillas o el entorno, entre otros. Entendemos esta como una fase preliminar que no siempre está presente, en delitos de extorsión telefónica y sobre todo en el caso del secuestro virtual, nos encontramos ante un entramado que involucra el engaño y el uso de la aleatoriedad para la búsqueda de víctimas potenciales, “el pez que pica el anzuelo”.

Fase 2. Contacto. Esta etapa es el primer punto de contacto directo entre víctima y agresor. Los medios a través de los cuales se hace conocer a la víctima las intenciones del extorsionador pueden ser clasificados en dos tipos: 1) Presencia física del victimario el extorsionador se presenta físicamente ante la víctima. En estos casos la violencia verbal viene acompañada por elementos que acentúan la intimidación como es el uso de armas. En estos casos cabe la posibilidad de que la intimidación escale y derive en el uso de violencia física ante la negativa de la víctima. 2)Sin presencia física del victimario el contacto con la víctima se realiza a través de medios que permiten la comunicación no física. En la actualidad es la modalidad de contacto más utilizada debido a las oportunidades y facilidades que las TIC otorgan: posibilitan la comunicación rápida, directa y sin límites geográficos, permiten mantener el anonimato y dificulta la persecución e investigación policial para aquellos delitos de carácter trasnacional. Los medios de contacto posibles son: A través de llamadas telefónicas (extorsión telefónica o secuestro virtual) y a través de cartas, redes sociales e Internet (mediante aplicaciones como Whatsapp, Facebook, Instagram, o cuentas de correo).

Fase 3. Negociación En este punto se realiza la amenaza. Aunque suele ser simultánea a la puesta en contacto hay casos en los que los extorsionadores realizan un primer acercamiento haciendo ver sus intenciones sin llegar a realizar la exigencia económica. Esto es más visible en la extorsión sistemática, en el que la víctima sufre una victimización reiterada ante la continuidad de las amenazas. Los extorsionadores hacen uso de la violencia verbal para coaccionar a la víctima. Las amenazas dependerán en parte del modus operandi del sujeto, de la información que dispone sobre la víctima y del grado de violencia psicológica a utilizar, que puede ir en aumento en función de la situación y de la reacción de la víctima. Algunas de las amenazas más recurrentes son: amenazas de daños físicos o muerte a la propia víctima o familiares; amenazas de divulgación de contenido y revelación de secretos; amenaza de mal; uso del perfil social de la víctima en las redes; amenaza de causación de daños en negocios y bienes inmuebles; amenaza de robo y amenazas de secuestro, entre otros.

Para que la extorsión funcione, la presión sometida a la víctima ha de causar en ella miedo e indefensión. El miedo es una emoción básica, junto con la ira, alegría entre otros. Se entiende como una reacción emocional adaptativa, que nos protege ante situaciones de peligro o estrés. Ante la extorsión, la reacción habitual es de estrés que puede dar lugar a miedo extremo y estado de shock que hace que la víctima acepte la exigencia como solución al estado estresante. Cuando el individuo identifica una situación de peligro, se activa la alerta como respuesta de supervivencia, así como de miedo. Factores como la sorpresa, el desequilibrio emocional (que da lugar a perdida de estabilidad y reacciones más emocionales) o la falta de información pueden acentuar que la víctima se paralice y siga las instrucciones del extorsionador. Una peculiaridad de la extorsión es el estado de shock propio de la victimización y el daño psicológico, que aparece en el curso del propio delito.

El estado de shock, las víctimas pueden presentar embotamiento general, dificultad de reacción general y abatimiento. Esto puede explicar el que la víctima acceda a las exigencias de la extorsión dejándose llevar por el estado de miedo extremo y shock y dando su consentimiento de carácter inválido. Sin embargo, las personas extorsionadas pueden reaccionar de múltiples maneras, entre las cuales cabe la negación hacia las exigencias o incluso la denuncia inmediata de los hechos a las autoridades pertinentes. De parte del perpetrador, la confianza en sus actuaciones es lo más importante para asegurar el éxito de la operación junto a la credibilidad en los medios utilizados y la fuerza del elemento de castigo como condición de la amenaza.

Fase 4. Instrucciones y exigencias Tras asegurar las bases de la intimidación sobre la víctima, el perpetrador le señala el método de realización del pago. Realiza así las instrucciones pertinentes y reitera las posibles consecuencias a las que se puede ver enfrentada la víctima. En casos de extorsión telefónica única (llamadas aleatorias con baja cantidad monetaria exigida) se utilizan técnicas para evitar que la víctima cuelgue el teléfono, denuncie el caso o asegure el bienestar de allegados y familiares. Entre esta fase y la fase de realización de pago y cobro, el victimario puede llevar a cabo un control sobre la víctima y verifica que dicho control sea conocido por la víctima. De tal forma que se asegura que la intimidación es latente y prolongada durante el tiempo que dura la extorsión, sobre todo en casos de extorsión periódica en el que las exigencias de pagos son recurrentes, así como la intimidación ejercida.

Fase 5. Realización del Pago o Cobro. La víctima realiza la disposición patrimonial siguiendo las instrucciones dadas por los extorsionadores. Con la disposición se da la extorsión como delito consumado y deja de ser una tentativa. La víctima, valga la redundancia, sufre la multivictimización de la amenaza, así como de la estafa y sus consecuentes daños psicológicos que afectan a su vida cotidiana, a su esfera familiar, laboral y social.

Para finalizar es necesario enfrentar el delito extorsión realizando campañas que consigan alentar a las víctimas para que denuncien su situación, ofreciendo a las empresas, comerciantes y productores del campo con mayor vulnerabilidad líneas de apoyo. Desde el ámbito de la actuación policial, es importante la toma de concienciación en lo que respecta a nuevas formas de extorsión y trabajar en campañas de sensibilización ciudadana sobre las nuevas modalidades delictivas emergentes. En lo que respecta a las víctimas de extorsión, es preciso realizar estudios relativos a la repercusión psicológica del trauma en cuestión, así como valorar la implementación de mecanismos de protección y de apoyo psicológico.

Equipo OVV Falcón