Estudios recientes dados a conocer por medio de publicaciones científicas, desarrollados por el Observatorio Venezolano de Violencia en Mérida (OVV Mérida), han mostrado suficientes evidencias de que Mérida resalta en el contexto venezolano con una singularidad y especificidad en cuanto a la ocurrencia y frecuencia de muertes por suicidio, lo que se traduce para mejor entendimiento, que durante décadas ha sido la entidad del país con la mayor tasa en esta causa de muerte, como consecuencia de una combinación particular de múltiples factores de riesgo asociados a comportamientos suicidas, por lo que esa visión dejó de ser un supuesto, una mera percepción cimentada en innumerables casos reseñados en los medios de comunicación durante varias décadas. Pero, además, sistemáticamente ha quedado al descubierto que en Mérida -en la mayoría de las entidades del país- y por supuesto a nivel de toda Venezuela, la aludida tasa se incrementó en tiempos recientes.
El asunto no es decir: “en Mérida siempre muchas personas se suicidan” -se han suicidado o se seguirán suicidando-, eso hasta cierto punto es innegable; mucho menos decir: “esa situación es normal”, expresiones que algunos individuos señalan y resuenan crueles, frívolas con lo que “normalizan” o “naturalizan” el comportamiento suicida en esta entidad andina. Cada caso de ideación suicida o de intento de suicidio cuenta y es importante abordarlo para evitar un desenlace fatal, puesto que, como es lógico, toda muerte por suicidio que acontece duele, enluta a familias y a una sociedad, pero si estos sucesos acontecen cada día con más frecuencia, la situación se agrava aún más y puede llegar a convertirse en un problema de salud pública, como apuntan los resultados de las investigaciones científico-técnicas.
Hasta este punto lo que hay que comprender a profundidad y con un alto grado de reflexión, es que aumentó la frecuencia -por cada 100 mil habitantes- con la que están ocurriendo esas muertes, y no solo en este estado andino, sino en la mayoría de las entidades del país y, por supuesto, eso se ha visto reflejado en el incremento de la tasa de Venezuela.
Puesta al descubierto aquella realidad histórica y reciente de Mérida, y de Venezuela al aumentar su tasa, se hace necesario poner en marcha acciones, medidas y/o estrategias que conduzcan a la prevención del suicidio. La Organización Mundial de la Salud (OMS), en su informe: “Prevención del suicidio. Un imperativo Global”, identifica y diferencia tres tipos de intervenciones para prevenir el suicidio: (a) Universales: diseñadas para llegar a toda una población con la finalidad de potenciar al máximo la salud y reducir a la mínima expresión el riesgo de suicidio al eliminar barreras en la atención y aumentar el acceso a la ayuda, así como fortalecer los procesos protectores como el apoyo social y modificar el entorno físico; (b) Selectivas: dirigidas a grupos vulnerables de la población sobre la base de características como la edad, el sexo, la situación ocupacional o los antecedentes familiares; y (c) Indicadas: aquellas que son dirigidas a determinados individuos vulnerables dentro de la población, por ejemplo quienes muestren señales prematuras de potencial suicida o quienes hayan hecho un intento de suicidio. Entre las principales intervenciones según tipos de factores de riesgo asociados a comportamientos suicidas que se podrían poner en práctica en Mérida -y en el país- se listan:
Las relacionadas con el sistema de salud y factores sociales de riesgo. En este particular la puesta en marcha de una política de salud mental está dentro de las principales intervenciones, donde se fortalezca el liderazgo eficaz y la gobernanza en pro de la salud mental y en donde se proporcionen servicios de atención y asistencia social integral, integrada y receptiva en los ámbitos comunitarios; se apliquen estrategias de promoción y prevención en materia de salud mental; y fortalezcan los sistemas de información, los datos científicos y la investigación sobre salud mental. Esto conduce a decir que dentro del plan de acción la tasa de muertes por suicidio es un indicador crucial para hacerle seguimiento y la meta es su disminución.
El acceso a la atención de salud. Un tratamiento adecuado, inmediato y accesible de los trastornos mentales y por uso de sustancias contribuye a reducir el riesgo de comportamientos suicidas. La aplicación de políticas y prácticas de difusión de conocimientos sobre la salud en todos los sistemas e instituciones de salud, y especialmente en los centros de salud emplazados en las comunidades, es una manera muy importante de mejorar el acceso a estos servicios en general y a los de salud mental en particular.
La restricción del acceso a medios utilizables para suicidarse entra en la lista de intervenciones pertinentes. A escala mundial, y también en Mérida específicamente, y en Venezuela, los métodos más frecuentes que las personas utilizan para atentar contra sus vidas son: el ahorcamiento, intoxicarse o envenenarse con agroquímicos, dispararse con un arma de fuego o saltar desde un lugar elevado. Se ha comprobado que la restricción del acceso a los medios utilizables para suicidarse es eficaz para la prevención, sobre todo los suicidios por impulsividad, porque da más tiempo de reflexión a quienes contemplan el suicidio. Las estrategias de restricción de los medios se pueden aplicar a nivel nacional a través de leyes y reglamentos, y a nivel local, por ejemplo, velando por la seguridad en los entornos de riesgo (un ejemplo lo representa la medida de vigilancia que se implementó en tiempos recientes en el viaducto Miranda; otra la medida estructural ejecutada a mediados de los años 2000 cuando se cercó el viaducto Campo Elías).
Las principales intervenciones de restricción del acceso a los medios utilizables para suicidarse específicamente para Mérida deben ir dirigidas a objetos para aplicar asfixia mecánica, acceso a los agroquímicos, a armas de fuego, a agentes farmacológicos así como a la accesibilidad a viaductos y puentes.
Entre otras intervenciones se tienen: la generación de información responsable a través de los medios de comunicación; concientización acerca de la salud mental, los trastornos debidos al consumo de sustancias y su conexión con el suicidio; y políticas para reducir el consumo nocivo de alcohol.
En el caso de las intervenciones relacionadas con la mitigación de la influencia de factores de riesgo en la comunidad y las relaciones (familiares y de amigos),en esta categoría las intervenciones dirigidas a grupos vulnerables resaltan entre las primeras acciones. En el caso particular de Mérida se tienen: personas que han experimentado abuso, traumas o violencia (con especial atención hacia niños, niñas y adolescentes, y mujeres adultas); personas pertenecientes a la comunidad LGBTQI+; agricultores y estudiantes; familias con antecedentes de un pariente que intentó suicidarse o que se suicidó; e individuos con problemas económicos.
Una medida que posiblemente pueda dar también buenos frutos en Mérida se trata de la capacitación de guardianes. Es sabido que las personas en riesgo de suicidio rara vez solicitan ayuda. A pesar de ello, pueden presentar factores de riesgo y comportamientos que los identifican como vulnerables. Para la OMS un “guardián” es todo aquel que está en condiciones de identificar si alguien puede estar contemplando el suicidio. Los principales guardianes potenciales son: proveedores de servicios de salud primarios, de salud mental y de urgencias; docentes y otro personal escolar; líderes comunitarios; oficiales de policía, bomberos y otros que son los primeros en responder; oficiales militares; trabajadores de bienestar social; líderes religiosos y espirituales; personal y gerentes de recursos humanos.
Los programas de capacitación de guardianes procuran desarrollar los conocimientos, actitudes y capacidades de los participantes para que puedan identificar a las personas en riesgo, determinar el nivel de riesgo, y luego conducir a los individuos para que reciban tratamiento.
Otra medida es la implementación de líneas telefónicas de ayuda en caso de crisis. Esto se refiere a centros públicos de llamadas a los cuales pueden acudir quienes no tienen o no quieren otro apoyo social o atención profesional. Las líneas telefónicas de ayuda pueden atender a la población en general o a ciertos grupos vulnerables.
Por su parte, las intervenciones pertinentes para factores individuales de riesgo contemplan: seguimiento y apoyo comunitario, es decir, a los pacientes recientemente dados de alta que a menudo carecen de apoyo social y pueden sentirse aislados sin la atención que antes recibían. Se ha comprobado que esta medida ha sido eficaz para reducir los suicidios y los intentos de suicidio. Los seguimientos repetidos son una intervención de bajo costo recomendada que es fácil de ejecutar; el personal de tratamiento existente, incluido el personal de salud capacitado no especializado, puede ejecutar la intervención y demandar pocos recursos para hacerlo. Es importante conseguir el apoyo de la comunidad, con la participación de familiares, amigos, centros de salud mental locales -de existir- en la asistencia posterior al tratamiento porque estos pueden supervisar regularmente a las personas y promover la adhesión al tratamiento.
La evaluación y manejo de comportamientos suicidas forma parte de las acciones, para lo que se requieren estrategias eficaces. La guía de intervención mhGAP de la OMS recomienda evaluar integralmente a toda persona que se presente con ideas, planes o actos de lesión autoinfligida o suicidio. Se debe realizar una evaluación cuidadosa mediante entrevistas clínicas y corroborarse con información colateral o complementaria.
Asimismo, se necesita educación y capacitación del personal de salud, haciendo hincapié en el personal de atención de urgencia, para asegurar que se proporcione apoyo psicosocial a los necesitados y que haya un seguimiento sistemático y apoyo de las comunidades.
Finalmente, la evaluación y manejo de trastornos mentales y por uso de sustancias es de suma importancia. Capacitar al personal de salud en esta materia es decisivo para avanzar hacia la prevención del suicidio. La OMS expone que un gran número de quienes se suicidan han tenido contacto con servidores de atención primaria de salud dentro del mes anterior al suicidio. Por lo que adiestrar a los trabajadores de atención primaria de salud para que reconozcan la depresión y otros trastornos mentales, y por uso de sustancias, y para que realicen evaluaciones detalladas del riesgo de suicidio, son importantes para prevenirlo. Es pertinente acotar que la guía de intervención mhGAP, dirigida principalmente a la capacitación del personal de salud no especializado, expone orientaciones sobre la evaluación y el tratamiento de las siguientes afecciones prioritarias: depresión, psicosis, epilepsia o crisis convulsivas, trastornos del desarrollo, trastornos de conducta, demencia, trastornos debidos al consumo de alcohol, trastornos por consumo de drogas y lesión autoinfligida o comportamiento suicida.
En definitiva, una manera sistemática de dar una respuesta al suicidio en un país, o en una región a lo interno de una nación, es establecer una estrategia nacional o regional de prevención del suicidio. Esto sería un reflejo fehaciente del compromiso claro de cualquier gobierno para ocuparse del problema en cuestión.
Tal y como lo expresa la OMS, algunos elementos clave del desarrollo de una estrategia de prevención del suicidio consisten en hacer de aquella una prioridad multisectorial que incluya no solo el sector de la salud sino también al de educación, empleo, el de bienestar social, justicia, entre otros. La estrategia debe adaptarse al contexto cultural y social de cada territorio y establecer mejores prácticas e intervenciones basadas en datos científicos con un abordaje integral. Deben asignarse recursos para lograr objetivos a corto, mediano y largo plazo y debe existir una planificación eficaz; una evaluación cada cierto tiempo, y los resultados de su evaluación deben utilizarse para la planificación prospectiva.
Finalmente, expresa esta organización internacional, que para generar un cambio social en la temática abordada se requieren tres factores importantes: conocimientos (tanto científicos como adquiridos mediante experiencias prácticas), apoyo público (voluntad política) y una estrategia social, como una respuesta nacional -o regional- para alcanzar las metas de prevención del suicidio. Entonces, la posible puesta en práctica de todo lo expuesto -entre otras intervenciones- podría coadyuvar a la prevención del suicidio y a la reducción de su tasa en Mérida.
Prof. Gustavo Alejandro Páez Silva
Coordinador del Observatorio Venezolano de Violencia en Mérida (OVV Mérida)