Roberto Briceño-León
A las puertas de la morgue, donde la esperaban los periodistas, y mientras salía junto a su familiares cercanos, todos compungidos y con evidente dolor, la señora se atrevió a responderle a la joven que alzaba el micrófono: “yo confío en la Justicia Divina, pues con la otra ya no tengo esperanza”.
La historia se repite de múltiples formas. La desesperanza se ha apoderado de los familiares de las víctimas de la violencia y del delito y la respuesta, como en los muchos otros casos cuando debemos enfrentarnos al infortunio, es recurrir al consuelo de la religión.
Pero, ¿Es posible controlar la violencia desatada que vivimos en el país con acciones humanas? Nuestra respuesta es que sí es posible lograrlo con medidas de la sociedad, es decir con iniciativas de las personas en riesgo y de las autoridades responsables de proteger a la población.
Es posible alcanzarlo y, además, se pueden ver los frutos en poco tiempo, si existe la respuesta adecuada y se convoca a todos los venezolanos. Ahora bien, ¿Qué se debe hacer para frenar la violencia?.
En la sociología criminal sostenemos que hay tres grandes medidas que deben tomarse para tener una sociedad más segura. La primera es que se debe enviar un mensaje muy claro a las personas que no es lo mismo ser un trabajador honesto que un asesino, un joven estudioso que un malandro aprovechador. Que la sociedad valora y exalta a quienes contribuyen con su bienestar y censura y desprecia a quienes roban el esfuerzo del trabajo y matan los sueños de los demás.
La segunda medida es la creación de una fuerza poderosa destinada a la protección de las personas y de la familia. Como no se tiene garantía que el mensaje anterior va a ser atendido por todos, es necesario crear barreras de defensa y eso lo tienen que hacer los ciudadanos y la policía. La cooperación entre los entes privado: vecinos, consejos comunales, empresas de seguridad, y la policía es fundamental para detener a los bandidos.
La tercera medida es cumplir con la promesa original: no es igual ser un trabajador honesto que un delincuente, por lo tanto, la sociedad castigará a quienes le hagan daño a los demás. Se requiere de un sistema de justicia eficiente pues la impunidad es muy dañina, no solo porque deja sin respuesta a las víctimas, como en el caso de la señora entrevistada, sino porque promueve la incorporación al crimen de nuevos delincuentes.
Estas tres medidas deben ir juntas y deben contar con el apoyo de toda la sociedad.
Las medidas además deben ser coherentes: no se puede elogiar a los malandros y luego pedir que se porten bien, elogiar las armas y el uso de la fuerza y luego pretender un desarme y que se cumpla la ley.