Roberto Briceño-León

Después que le mataron a su hijo la señora clamaba con desesperación: ¡Qué saquen los militares a la calle! ¡Esto es un infierno!

Esta es una respuesta muy común y comprensible ante el dolor de la población que ha visto morir a sus familiares y amigos, ante la angustia que les despierta la idea que uno cualquiera  de nosotros puede ser la próxima víctima. Se cree, entonces, que con el despliegue militar en las calles se puede poner freno a la violencia desatada, y por eso tiene simpatía en parte de la población.

Con el clamor, lo que en realidad están demandando las personas es protección para sus vidas y propiedades, y castigo a los delincuentes; no los militares en la calle. Claro, como no encuentran respuesta en una policía que los proteja, ni en los tribunales que juzguen y castiguen a los bandidos, se acude desesperadamente a los militares, con la esperanza de alguien ponga orden y le ofrezca seguridad.

Sin embargo esas esperanzas resultan vanas. La experiencia histórica muestra que los militares no son ni eficaces ni eficientes en el control del delito ni en proporcionarle seguridad a las personas. La razón es muy sencilla, los militares no están preparados ni entrenados para la seguridad ciudadana, sino para la guerra. Y eso no está mal, lo que sucede es que la seguridad de los ciudadanos es exactamente lo contrario de una guerra, es la ausencia de guerra.

La función militar es la defensa del territorio, del país y su adiestramiento es para ganar una guerra y vencer a los enemigos, y nuestra Fuerza Armada tiene ese entrenamiento y estamos orgullosos de su labor. Pero la seguridad ciudadana es algo diferente, es civil, es cotidiana, se basa en la convivencia y en el fortalecimiento del tejido social, en el diálogo y en el castigo puntualmente aplicado.

Hay además riesgos adicionales en el uso de las fuerzas armadas, imaginemos un grupo de soldados colocados con unos fusiles de asalto en una calle de Sabana Grande, llena de peatones, ¿Qué pueden hacer ante un robo, un secuestro o un intento de asesinato?  ¿Van a disparar con sus armas de alta potencia? Tener los fusiles cargados en la calle ya es un riesgo y, si no los tienen cargados, los propios soldados pueden ser víctimas de los delincuentes, deseosos de robarles sus armas.

Por eso el uso de los efectivos militares en la calle pueden ser un buen espectáculo, pero su eficacia en la disminución del delito es muy baja y, lo poco que pueda alcanzarse, se obtiene con un gran costo financiero y humano, es decir, tampoco son eficientes,  pues las mismas detenciones o protección pudiera lograrse con menos costos y menos molestia a la población.

La seguridad es ciudadana, no es militar. Se basa en la construcción de amigos, no en la derrota de enemigos, en la unión de las personas con independencia del color político, en el esfuerzo por fortalecer los valores de la vida, el respeto al otro y el castigo a los delincuentes.