El Universal
Alejandra Hernández | @alejandramhf

30 de abril de 2016

La violencia institucional también trastoca la vida de la población infanto-juvenil

Luís Hernández tenía 13 años, estudiaba séptimo grado y vivía en la parte alta del barrio 24 de Julio, sector Fechas Patrias de Petare, municipio Sucre del estado Miranda. Soñaba con ser bombero cuando fuera grande, por eso desde que tenía 9 años, los fines de semana asistía como voluntario a la Brigada Francisco de Miranda de los Bomberos del Distrito Capital, ubicada en La Urbina. El pasado 13 de abril, el joven fue apuñalado varias veces dentro de su propia casa, según reportes de prensa. Su muerte, no solo truncó su sueño de ser bombero sino que le arrebató a Venezuela parte de una nueva cosecha de ciudadanos que prometía para el futuro. A sus agresores no les importó que fuera un menor de edad.

El caso de Luís es solo uno de los más de 60 homicidios que contra niños y adolescentes se han contabilizado, de manera extraoficial, en lo que va del 2016 en el área Metropolitana de Caracas, ciudad que ocupó durante el 2015 el primer lugar entre las 10 urbes más violentas del mundo con una tasa de 3.946 homicidios, lo que representa 119,87 muertes violentas por cada 100.000 habitantes, de acuerdo al más reciente informe de la organización civil mexicana Seguridad, Justicia y Paz.

Pero en Venezuela el fenómeno de la violencia se ha extendido a todo el país y ha alcanzado a todos los sectores de la sociedad sin hacer distinciones entre grandes y pequeños. De hecho entre octubre de 2008 y diciembre de 2015 se registraron 31.545 casos de violencia contra niños y adolescentes, de los cuales 5.872 culminaron en homicidio, según los informes Somos Noticia presentados anualmente por Cecodap (Centros Comunitarios de Aprendizaje), ONG dedicada a la protección de los menores de edad.

Incremento sostenido

Un análisis comparativo de los balances de Cecodap deja al descubierto una tendencia sostenida hacia el incremento de la violencia contra este sector de la población. Solamente entre el último semestre de 2008 y septiembre de 2009 se contabilizaron 3.231 hechos violentos contra niños y adolescentes, cifra que aumentó entre octubre de 2009 y septiembre de 2010 a 3.708 casos, lo que representa un crecimiento de 14,8%.

Entre octubre de 2010 y septiembre de 2011 se presentaron otros 4.107 episodios, lo que se traduce en un aumento de 10,8% con respecto al año anterior. En 2012 la cifra se elevó a 4.455 (8,5%), mientras que en 2013 se observó un leve descenso de 7,2% al ubicarse el número de hechos violentos en 4.133. En 2014, por el contrario, hubo un repunte en la violencia de 32% (5.456 casos), tendencia que se incrementó en 2015 en 18,3% cuando se registraron 6.455 casos.

Vale aclarar que los datos manejados por Cecodap se basan en las situaciones de violencia reseñadas por la prensa nacional durante un año específico, razón por la cual son solo una muestra de la totalidad de casos que anualmente se presentan en todo el país. De allí que el coordinador general de Cecodap, Fernando Pereira, no dude en señalar que “la realidad es mucho peor”, por eso lamenta que desde hace varios años las autoridades no publiquen las estadísticas oficiales sobre la materia, ya que ellas permitirían dimensionar la gravedad del problema a los fines de diseñar un plan de acción efectivo que permita prevenir y atender con efectividad los casos de violencia contra menores de edad.

Desde el punto de vista de Cecodap, el aumento sostenido y sistemático de la violencia contra lo menores es consecuencia directa de la falta de políticas públicas para atender a este sector de la población. Esta opinión es compartida por la educadora Gloria Perdomo, trabajadora social y miembro del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UCAB, quien explica que las agresiones contra niños y adolescentes son cada vez más frecuentes porque son los más inermes y por tanto, más fáciles de someter. Recuerda que la violencia “es el privilegio del uso de la fuerza como recurso para imponer el punto de vista de uno para someter al otro”.

Múltiple violencia

Los balances de Cecodap también ponen de manifiesto que durante los últimos 7 años, un importante número de niños y adolescentes se han convertido en víctimas de la violencia en sus entornos más cercanos como lo son la comunidad, los centros educativos e incluso sus hogares, en donde se producen diferentes acciones violentas, tanto físicas como emocionales, que en algunos casos terminan en fatalidades. Es así como los menores quedan expuestos a por lo menos 6 tipos de violencia: social, familiar, escolar, institucional, sexual y accidentes.

Según el estudio más reciente de Cecodap, presentado hace dos semanas, de los 6.455 casos de violencia contra los niños y adolescentes que se reportaron en 2015, los tipos más frecuentes fueron la violencia social con 2.534 menores vulnerados (39,26%) y la escolar con 1.671 (25,9%). El tercer lugar fue para los accidentes, con 1.285 víctimas (19,91%), seguido por la violencia sexual con 359 afectados (5,56%), la familiar con 318 (4,93%), la institucional con 273 (4,23%) y otros tipos de violencia con 15 casos (0,23%).

Las estadísticas revelan que la violencia social se incrementó 27,79% en relación al 2014, al pasar de 1.983 a 2.534 casos en los cuales los adolescentes son el grupo más afectado, mayoritariamente los del sexo masculino.

Vale señalar que si bien la violencia social está referida a actos de la sociedad donde se pone en riesgo la integridad física, psicológica, económica y moral de las personas, como en el caso de la inseguridad, el informe de Cecodap destaca que en 2015 este tipo de violencia aumentó de forma importante por “las carencias actuales del sistema social que vulneran y ponen en riesgo la vida de niños y adolescentes, como son la situación de los centros hospitalarios, la negligencia médica, falta de medicamentos, entre otros”. De acuerdo al documento también empiezan a manifestarse con fuerza casos de violencia social que son consecuencia de la grave crisis económica que afronta el país como el tema de la escasez.

Ni en la escuela se salvan

Durante el 2015 la violencia en el ámbito escolar se incrementó en 38% al pasar de 1.210 en 2014 a 1.671 casos en los cuales se reseña algún tipo de violencia dentro de planteles educativos. La mayoría de los casos están referidos al robo de escuelas (26%), protestas docentes (17%) y a deficiencias en la infraestructura escolar (15%). Sin embargo, Cecodap introduce un nuevo concepto: el ausentismo escolar de los pequeños, quienes dejan de lado las actividades académicas para hacer colas y poder acceder a productos de primera necesidad. Tal es el caso de María (nombre ficticio para proteger su identidad), tiene 14 años, vive en Cotiza y estudia octavo grado en un liceo ubicado en el municipio Libertador. Aunque reconoce que no le gusta mucho estudiar, dice que prefiere ir a clase que hacer cola para comprar comida. Explica que los martes le corresponde a su madre, por el terminal del número de cédula, adquirir productos regulados, por lo que esos días no va a la escuela ya que tiene que ayudar a su mamá a hacer las colas para comprar los alimentos y productos que necesitan para la familia.

Casi 6.000 homicidios

En Venezuela el aumento progresivo de la violencia, principalmente de hechos delictivos, también atenta contra la vida y la integridad física y mental de los niños y adolescentes. De los informes de Cecodap se desprende que del 2009 al 2015 se registraron 5.872 asesinatos de menores, de los cuales 1.026 casos se reportaron el año pasado, lo que representa un incremento de 12,5% con respecto a los 912 contabilizados en 2014. Esta cifra equivale a 85 homicidios por mes. En 2009 hubo 703 casos y en 2010 otros 694; mientras que en 2011 los asesinatos aumentaron a 795 y en 2012 a 904. En 2013 hubo un leve descenso en el número de víctimas al computarse 838 casos.

Pereira aclara que el incremento sostenido de la violencia contra menores que se evidencia en estas cifras, es solo una tendencia que se ha mantenido durante los últimos 7 años, pero que tienen su origen con anterioridad. En 1992 se registraron 242 homicidios de menores de 18 años, según cifras de la extinta Policía Técnica Judicial (PTJ), es decir, 20 muertes por mes; pero en 2002 el número de decesos superó en más del doble esta estadística al acumular 521 asesinatos, lo que equivale a 47 muertes por mes, según datos oficiales del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (Cicpc). Ya en 2008 esta cifra se incrementó en 43,7% para ubicarse en 748 asesinatos, es decir, 62 muertes por mes, según reportes oficiales del Cicpc.

Precisamente el homicidio sigue siendo la forma más común de violencia social contra este sector de la población. En 2015, por ejemplo, hubo un incremento de 8,38% al acumular 750 casos en relación a los 692 del 2014, siendo los más afectados los adolescentes entre 12 y 17 años (94%) y de sexo masculino (91%), lo que a juicio de Pereira revela la existencia de un modelo de masculinidad asociado a la resolución violenta de los conflictos. “Ser hombre en nuestra cultura significa tener que defender tus espacios, reaccionar violentamente porque de lo contrario no eres hombre, y esa forma de ejercer la virilidad está llevando a que estemos formando a nuestros niños para ser víctimas o victimarios”:

La violencia institucional también trastoca la vida de la población infanto-juvenil. Según Cecodap, en 2015 al menos 177 menores (174 adolescentes y 3 infantes) murieron a manos de funcionarios de cuerpos de seguridad, lo que representa un ascenso del 40% en comparación con los 126 que fallecieron durante el 2014. En el 69% de los casos, las muertes fueron catalogadas como enfrentamientos. En 2013 el número de víctimas por esta causa de fue de 70.

Diversidad de factores

Fernando Pereira destaca que son diversos los factores que dan origen a esta situación de violencia, entre ellos, la impunidad, el modelo de masculinidad y el embarazo precoz. Comenta que la violencia continúa en ascenso porque “no hay castigo y en la medida que el sistema de justicia no actúe oportunamente, la impunidad se convierte en un impulsor y una luz verde para que se sigan cometiendo delitos y homicidios”.

Señala, además que en más del 90% de los casos los asesinatos ocurren con arma de fuego, “lo cual también nos está indicando que hay una proliferación de armas ilegales y de municiones en la calle”.

Según el Observatorio Venezolano de Violencia (OVV), en 2015 se produjeron 27.875 muertes violentas, lo que se traduce en una tasa de 90 fallecidos por cada 100 mil habitantes, mientras que en el informe de Memoria y Cuenta del Ministerio Público para el 2014, el índice de impunidad se ubicó en promedio en 98,3%.

Malandro como mi pana

El informe 2015 de Cecodap también revela que existe un significativo incremento en el número de niños y adolescentes que actúan como agentes de agresión convirtiéndose en victimarios. Según el monitoreo, 2.978 menores estuvieron involucrados en hechos delictivos: 39% participó en robos, 8,83% en narcotráfico, 8,53% en homicidios y otros portaban armas.

La educadora Gloria Perdomo, quien además es miembro del OVV, explica que cada vez hay menores más violentos porque “como sociedad no tuvimos bien presente la importancia de proteger el desarrollo de la niñez y de la adolescencia, y en este momento estamos cosechando las consecuencias de ese abandono”. Argumenta que hay “un aprendizaje social de la violencia”, que es cotidiano y que le permite al menor percibir ésta como algo normal porque esa es la forma habitual de resolver los problemas”. Es por esta razón –señala– que los niños empiezan a admirar y a modelar, por ejemplo, la actuación de los azotes de barrios, “porque tienen la fuerza y el poder que les dan las armas para hacer lo que quieren y nadie los detiene”.

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