La investigación titulada: “Violencia, Desigualdad y Género” que desarrolló el Observatorio Venezolano de Violencia (OVV) en el segundo semestre de este año 2022, en quince estados del territorio nacional, específicamente en lo atinente a la región zuliana, ha arrojado como resultado que la incorporación de la mujer como victimaria se ha hecho más notoria en estos últimos años.  

Con respecto a este problema en el Zulia: ¿Qué nos interesa conocer?

Estamos enfrentando más que un obstáculo, un desafío interesante e importante como investigadores de la violencia interpersonal, pues la criminalidad de la mujer a nivel internacional ha sido poco estudiada, lo cual dificulta la posibilidad de entender cabalmente este problema y dificulta, en consecuencia, el proponer las correctivos necesarios en términos de políticas públicas bien diseñadas e implementadas adecuadamente. Es momento, de entender que tanto los hombres como las mujeres pueden ser protagonistas como sujetos activos, agresores y agresoras, perpetradores y perpetradoras, de hechos de violencia en el hogar, en la comunidad, en el contexto laboral, en los cuerpos policiales y de seguridad y en el mundo de la delincuencia.  

 En el caso del estado Zulia, la investigación se concentró, específicamente, en conocer los factores asociados con los comportamientos violentos de mujeres en las familias, como funcionarias policiales y como delincuentes o miembros de bandas u organizaciones delictivas.

En el Observatorio Venezolano de Violencia, sede estado Zulia, nos hemos planteado interrogantes acerca de los factores que pudieran intervenir para formar una victimaria en el terreno familiar, policial y criminal. En este sentido, nos propusimos conocer, desde las perspectivas de las propias mujeres -victimarias y víctimas- las razones que las indujeron a ejercer violencia contra otras mujeres. También nos hemos preguntado sobre las repercusiones de sus agresiones, especialmente en lo referido a la cadena de violencia, que una vez iniciada, parece no tener fin, pues como señalan algunos autores revisados, la “violencia se hereda”, entendiendo esa “herencia” desde un punto de vista social y cultural, no biológico, es decir, antropológicamente. De modo que pasar de víctima a victimaria parece ser una constante, en los casos estudiados.

Dentro de ese marco, asumimos y desarrollamos un proceso de investigación eminentemente cualitativo, con el fin de conocer las perspectivas que sobre ese tema manejan las agresoras y las agredidas. En este sentido, entrevistamos a cuatro mujeres, una inmersa desde niña en violencia intrafamiliar; otra en la delincuencia; una tercera exintegrante de un cuerpo de seguridad del Estado y una cuarta, experta en violencia basada en género, quien además la padeció en carne propia. Así como dos grupos focales, uno con ocho mujeres en un rango de edad de 17 a 32 años, es decir, jóvenes. Y el otro, con nueve mujeres donde sus edades están comprendidas de 35 a 66 años. Efectivamente fueron agrupadas en razón de la edad, por cuanto los investigadores consideraron que de esa manera el grupo tenía más intereses en común, y si era el caso, se podían comparar las opiniones de uno y otro, ya que están permeadas por la mayor o menor experiencia de vida.    

Aquí debemos señalar que  los mismos entornos que deberían velar por la tranquilidad de las venezolanas, en el caso de las personas estudiadas, se presentaron como espacios sociales riesgosos, en los cuales se enseña, manifiesta y despliega la violencia de género.

Una aclaratoria necesaria

Debemos señalar que estudiar a la mujer en estos tiempos, obliga a asumir una concepción de género desde la construcción social y esto significa considerar la autopercepción que cada quien tiene sobre sí mismo, en términos de binariedad e inclusive más allá. Esto involucra también una diferenciación y oposición entre los géneros. A su vez implica la relación jerárquica entre lo masculino/femenino. No obstante, es importante subrayar que históricamente ha prevalecido la superioridad de los atributos tenidos y catalogados como masculinos. Vale la pena puntualizar que, en la actualidad, han insurgido una variedad o compás de géneros que traspasan la binariedad.

Observamos entonces, que existe una diversidad y diferenciación entre los géneros, pero también intragéneros y en esa tendencia se ubica nuestro estudio, pues percibimos que algunas mujeres, atendiendo algunos factores a los cuales están sometidas, desarrollan procesos de violencia contra otras mujeres.

Esa dominación intragénero se crea y mantiene a partir de una distribución desigual de los conocimientos, propiedades, responsabilidades y derechos. A esto se le suma el uso asimétrico del poder, y por lo tanto, de la supremacía que se ejerce a través de diferentes mecanismos de violencia, entre los cuales predomina, la verbal, la psicológica y la física.  Así que, el análisis de los comportamientos vinculados con la violencia de género, no implica de ninguna manera que se estudien a las mujeres y se relegue a un segundo plano a los hombres. El compromiso, en este sentido, es estudiar la realidad desde la perspectiva de género y observar las relaciones cambiantes y diversas entre hombres y mujeres, en el contexto de la violencia y la desigualdad, así como sus representaciones.

En lo concerniente a la perspectiva de género, la Organización Mundial de la Salud en 2018 señaló que: “Los roles de género son construcciones sociales que conforman los comportamientos, las actividades, las expectativas y las oportunidades que se consideran apropiados en un determinado contexto sociocultural para todas las personas. Además, el género hace referencia a las relaciones entre las personas y a la distribución del poder en esas relaciones”.

Los anteriores son algunos de los referentes teóricos que manejamos en el OVV Zulia, los cuales le han permitido a su equipo de trabajo, contextualizar los resultados de esta investigación, sobre violencia, desigualdad y género.

¿Cuáles son los factores asociados con los comportamientos violentos de las mujeres en el Zulia?

Se pudo establecer que las razones que fundamentan la violencia de mujeres contra mujeres tiene sus raíces, entre otros varios factores: en la familia, la comunidad y el medio laboral en su más amplio significado. Entendiendo, por supuesto, que este tipo de violencia es un fenómeno de por sí complejo y multifactorial.

En tal sentido, se señala que resulta fundamental atender en un orden jerárquico, la importancia que le asignan las entrevistadas a los factores que explican la violencia intragénero, o sea, de mujer a mujer. Entre esos factores, resalta sin duda, la familia. Veamos en detalle.

La violencia intrafamiliar genera violencia

En los casos estudiados prevaleció que la violencia reiterada de la progenitora contra sus hijas, tanto en su infancia como en su adolescencia, trajo como consecuencia la repetición de patrones de violencia, cuando éstas formaron nuevas familias, pues las agresiones de tipo verbal, psicológica y física se “normalizaron” en la familia de origen.

En ese sentido, debe señalarse que la exposición constante al sufrimiento, desde tempranos años de vida repercute drásticamente en la salud mental, y algunas veces, física de quienes han recibido frecuentes maltratos. Las víctimas de violencia intrafamiliar, por lo general, repiten en su adultez y una vez que conforman sus propias familias, la violencia recibida en su infancia y adolescencia. Lo que nos lleva a afirmar que se observan unos patrones de violencia aprendidos, transmitidos de padres a hijos.

En esta repetición de patrones de violencia las más vulnerables son las hijas, quienes sufren el impacto negativo de los tratos agresivos y belicosos que reciben en el seno de su familia, y en el caso de nuestra investigación, de parte de su progenitora, especialmente.

El abandono paterno, también formó parte de esa violencia familiar que recibieron las hijas, pues sentirse despreciadas y abandonadas, repercutió de forma negativa en la conformación de valores, sus perspectivas de futuro y trazar sus propias vidas. También el rechazo del resto de los miembros de la familia de las mujeres maltratadas sirvió para darle continuidad a la violencia recibida en sus núcleos familiares. Así que, quienes ayer fueron víctimas, luego fueron victimarias. El caso más resaltante fue el de una entrevistada de 30 años de edad que ejerce violencia verbal y física contra su madre de 66 años, su hija y su expareja.  

Dentro de esta perspectiva, vivir en un hogar, en el cual la madre agresora, muestra una abierta y desmedida preferencia por el hijo, sólo por el hecho de ser varón, lesiona el amor propio de las niñas o adolescentes hermanas. Se imponen así, los celos y la envidia contra “el hijo preferido de mamá”, pues este disfruta los privilegios, que les son negados a las hembras. En tan sentido, la asignación de obligaciones, permisos, premios, reconocimientos y muestras de cariño son totalmente diferentes al que reciben las hijas.

Sumado a eso, la investigación arrojó un dato importante: este hallazgo está referido a que si en un hogar, las normas son maleables y se aplican de manera distinta, diferenciada, desequilibrada, según quien las reciba, esto, definitivamente crea situaciones de confusión, que pueden llevar a las niñas o adolescentes a infringirlas, Ellas se enfrentan, entonces, al ejercicio diario del aprendizaje constante de la transgresión.

Estos elementos conforman el primer y más importante peldaño para que las mujeres, víctimas en sus hogares estén en riesgo de convertirse en victimarias. Todo esto pudiera permitir la reproducción de la violencia, contribuyendo a que estas mujeres se conviertan en agresoras en sus hogares, en sus escuelas, en sus centros laborales y en sus comunidades. Incluso esta agresión intrafamiliar pudiera conducir a que las víctimas incursionen también en el mundo de la delincuencia.

La violencia de las madres contra sus hijas, en el estado Zulia, en particular, en las historias de vida de las mujeres que formaron parte de esta investigación, se ejerció de forma diversa: psicológica, verbal y física. Incluso la violencia intrafamiliar puede tener un desenlace fatal: filicidio por parte de la madre-victimaria o el suicidio cometido por la hija-víctima, con el objeto de darle fin a su difícil situación.   

Los resultados que arrojó nuestra investigación se expresaron en el hecho, que tanto las victimarias como las víctimas, recibieron violencia física, psicológica y verbal, por parte de sus progenitoras. Además, ellas fueron rechazadas en el hogar. De igual forma, la ausencia de la figura paterna fue determinante para que las víctimas experimentaran frustración y pocas posibilidades de manejar apropiadamente los efectos de la violencia intrafamiliar.

La comunidad: como un ámbito en el cual se desarrolla la violencia y la delincuencia

La investigación arrojó, que algunas victimarias se involucraron en la delincuencia e incluso en bandas criminales organizadas, incitadas por algunos habitantes de la comunidad donde nacieron y crecieron. Es decir, la situación familiar, según las perspectivas de las entrevistadas, es fundamental como estímulo para continuar la cadena de violencia. Pero si a esto se le suma que en las comunidades existen personas (especialmente sus amigos y amigas) que las animan a delinquir, a prostituirse y a drogarse, pues resulta más fácil ceder a estas “tentaciones”. Fundamentalmente, esto se debe a que los problemas que enfrentan en sus hogares, las llevan a buscar espacios sociales, en los cuales, puedan encontrar algunos reconocimientos y satisfacciones, aunque los riesgos sean mayores que los beneficios que se reciben por formar parte de estas bandas organizadas delincuenciales.

Otros ambientes

Las entrevistadas señalaron que no sólo eran víctimas de violencia intrafamiliar, también lo eran en su vida laboral, en sus comunidades e incluso de funcionarias policiales. Las victimarias por su parte, sobre todo aquellas que integran cuerpos policiales refirieron que su formación es violenta y disciplinada por naturaleza, pues su responsabilidad es mantener el orden sociopolítico, a toda costa. Existen diversas estrategias para controlar a la población y la agresión personal, es uno de ellas.

Ser parte de los cuerpos de seguridad exige estar preparadas para enfrentar situaciones con mucha y hasta desmedida violencia. También saber que en muchas oportunidades se deben sumar a situaciones, que si bien, no las comparten, se ven obligadas a adecuarse a las “circunstancias” institucionales. Esto significa que tienen que sumarse a la violencia, a la corrupción y al desarrollo de actos ilegales para no quedar fuera del grupo e incluso, evitar de esta forma, sufrir agresiones de otros funcionarios y funcionarias, por el único hecho de pensar o querer actuar de otra manera.

El ejercicio de la violencia en los cuerpos policiales es también un escenario propicio para drenar la frustración que las mujeres victimarias traen de sus propios entornos familiares.

Igualmente, formar parte de bandas delictivas exige lealtad y fidelidad. Si estas dos condiciones no se cumplen, conllevan a la violencia, a torturas, a desapariciones y a muertes, pues la deslealtad y la infidelidad se cobran implacablemente, sin lugar a dudas, en estas organizaciones.

Crisis Humanitaria Compleja

Para nadie es un secreto que nuestro país experimenta una dura situación económica, política y de violación generalizada de los derechos humanos. Si a esto se agrega la falta de políticas que atiendan la violencia fundamentalmente desde la prevención, y no únicamente desde el castigo y la punición, eso nos lleva a observar que la situación social que enfrentan las mujeres en nuestro estado, es realmente difícil. Esto no significa que las autoras de los hechos delictivos no deban recibir sanciones penales por los delitos cometidos. La Ley debe ser aplicada con toda firmeza, pero con garantías de imparcialidad, transparencia y credibilidad, pero la disposición y la atención de los problemas que enfrenta el país y sus gentes, también. Eso es fundamental para desmontar los mecanismos de la violencia. 

El hambre, la enfermedad y las carencias en general, son un tipo de violencia ejercida desde el Estado. Este tipo de violencia parece ser invisible, pero sus estragos de todo tipo se hacen sentir objetivamente en casi toda la población.

Algunas de las entrevistadas señalaron que su incursión en la violencia, la delincuencia, la prostitución; el tráfico de drogas, de mujeres y de armas, es una salida ante las necesidades insatisfechas, es un instrumento para obtener recursos económicos y además alcanzar el prestigio.

Para las entrevistadas, la violencia ha aumentado en el país, y la familia se ha posicionado como uno de los contextos principales. Todo eso jalonado por la llamada y palpable Emergencia Humanitaria Compleja y de la violencia estructural generada y ejercida desde el Estado contra la sociedad. He allí las razones más sólidas, para interpretar la incursión de la mujer como victimaria en las familias, en los cuerpos policiales y en el crimen organizado.  

¿Cómo prevenir o darle un alto a la violencia intragénero entre mujeres?

Lograr ese cometido no es una tarea fácil, porque implica la ruptura de una cadena de violencia que se ha mantenido y alimentado de generación en generación. Romperla implica, primeramente, según la experta que entrevistamos, visibilizarse como víctima, tomar la decisión de dejar de serlo, someterse a tratamiento y apoyarse en sus redes familiares y afectivas para que su salida de un ecosistema violento sea lo menos difícil posible y pueda concluir con la denuncia de las victimarias y los victimarios involucrados.

Se trata de la prevención desde las familias, desde los centros educativos y desde las comunidades, implementada ésta desde el Estado y con la ayuda decisiva de la sociedad civil organizada. Teniendo presente que estos mismos espacios, muchas veces, engendran la violencia en su seno y la imponen como método de dominio y de ejercicio del poder social.

Algunos casos emblemáticos

En el OVV se revisan diaria y sistemáticamente los casos de violencia que se publican en los medios de comunicación. En tal sentido, desde el OVV Zulia podemos referir que la prensa en los casi 11 meses que van de 2022, ha publicado constantemente hechos de violencia protagonizados por mujeres-victimarias.

Resaltan los filicidios que se hicieron presentes en el tercer trimestre de este año. El más emblemático fue el de una mujer de 29 años de edad, que vive en el municipio San Francisco. Ella ocultó su embarazo y una vez que su hija nació no le prestó las atenciones necesarias y se presume que por esta razón falleció. Las versiones apuntan a que esta madre envolvió a la niña en prendas de vestir, la colocó en un balde y la lanzó a la casa de una vecina.

Otro caso que conmocionó a los zulianos, en el mes de octubre de este año, fue el de una madre que le quemó las manos a su hija de 11 años con un tenedor caliente, en el municipio San Francisco. En lo que va del mes de noviembre tuvimos acceso a la noticia de que una mujer de 25 años fue detenida por la Guardia Nacional por maltratar salvajemente a su hija, al agarrarla por sus cabellos y en reiteradas ocasiones levantarla y luego tirarla contra el piso.

En el caso de las mujeres victimarias y miembros de bandas delictivas, la que más llamó la atención este año, fue la noticia referida al desmantelamiento de la red de prostitución infantil en el centro de Maracaibo, conformado por hombres y un número elevado de mujeres.

Una vez más, aparece la mujer como victimaria y víctima de un ciclo de violencia que el Estado venezolano y sus tantos entes gubernamentales no atienden, como ya dijimos desde el punto de la prevención. Sólo se observa en las noticias que se capturaron o detuvieron a las agresoras, pero no se existe una política social dirigida a atacar este flagelo que azota la vida, especialmente de niñas, adolescente y a mujeres de la tercera edad.

Estos resultados expuestos, son producto de la ejecución de un proyecto de investigación y dado que ésta es de tipo cualitativa no pueden ser generalizados a toda la población. Lo que sí se pone en evidencia es que la violencia existe y que las mujeres están participando de ella en diferentes realidades socioespaciales, como hemos señalado: familiar, laboral, comunitario, grupos policiales y bandas organizadas del delito, en el estado Zulia.

No todo está perdido

Para concluir, desde el OVV-Zulia, se señala que ante este panorama desalentador, protagonizado por varias mujeres en nuestro estado, no todo está perdido. La experta que entrevistamos a propósito de nuestra investigación, “Violencia, Desigualdad y Género”, al igual que algunas mujeres víctimas entrevistadas, coincidieron en afirmar que “se pueden romper las cadenas de violencia y pasar de víctima a sobreviviente y no a victimaria”. Víctima es quien recibe violencia y no logra romper las cadenas que la mantiene amarrada a ciclos de maltratos que la acercan a la muerte cada día. Por su parte, sobreviviente es quien logra salir del ciclo de violencia y se ha rehabilitado para decidir por su vida, en vez de constituir una estadística más de homicidio.

Para concluir, debemos expresar, que la responsabilidad de esta violencia intragénero entre mujeres no recae exclusivamente sobre ellas. El Estado, repetimos, tiene la obligación de aplicar políticas para prevenir y detener la violencia en Venezuela, en todas sus manifestaciones y en todos sus escenarios.

Equipo OVV Zulia