La mortalidad infantil se refiere a las defunciones ocurridas en niños menores de un año de edad y se cuantifica a través de la tasa de mortalidad infantil, que es un indicador demográfico que da cuenta de la frecuencia con que ocurren esas muertes, por cada mil nacimientos vivos que acontecen en un año calendario. Su nivel numérico es susceptible a aumentos o descensos, producto de situaciones coyunturales y estructurales significativas que acontezcan en el seno de una sociedad en un momento o período dado, ya sean de naturaleza económica, social, política, cultural, sanitaria, entre otras.

Según información emanada del Ministerio del Poder Popular para la Salud (MPPS), plasmada en una publicación del año 2012 titulada: “Mortalidad materna e infantil, República Bolivariana de Venezuela, años 1990 -2009”, el estado Mérida contaba con una tasa de mortalidad infantil de 33,8‰ (defunciones de menores de 1 año por cada 1.000 nacidos vivos), la que, hasta 2008, mostró una tendencia fluctuante al descenso y se ubicó ese año en 12,7‰. Luego, entre 2009-2013, empleando cifras de la Corporación de Salud de Mérida (Corposalud Mérida, lapso 2001-2018), los cálculos propios denotaron que hubo poca variación en sus cifras (osciló entre 12,0-13,5). Es a partir de 2014 cuando comienza a notarse un aumento gradual en los valores de este indicador hasta tiempos recientes (2020).

Para ese año (2014), la tasa alcanzó la cifra de 14,4‰ y, 6 años después (2020), se incrementó a 23,2‰, según los resultados arrojados por la edición más reciente de la Encuesta sobre Condiciones de Vida (ENCOVI 2019-2020). En otros términos, eso significa que dicha tasa aumentó entre esos años en 61,1% y que, mientras en 2014 fallecían en promedio 4 niños (< 1 año) cada semana, en 2020 esa cifra se incrementó a cerca de 6.

Los resultados exhibidos con anterioridad son coincidentes con los obtenidos en diferentes estudios que se han hecho en Venezuela en los últimos años, en los que se ha llegado a estimar un aumento de la tasa nacional. Las investigaciones han arrojado que, en 1990, la tasa del país se ubicó en 25,7‰, y que luego descendió hacia 2014 y se mantuvo poco variable entre ese año y el 2015 (alrededor de 14-14,8‰), para después ascender a 25,2‰ en 2020 (≈ 70% de aumento, lapso 2014-2020). Esto lleva a decir que es posible que la tendencia de incremento de la tasa de mortalidad infantil detectada en Mérida no sea exclusiva de esta entidad andina, sino que sea una propensión que, a diferentes ritmos y niveles numéricos, se esté dando en el resto de las entidades de Venezuela. Todo esto también lleva a expresar que ha sucedido un retroceso en los logros alcanzados en materia de mortalidad y, en específico, en lo referente a mortalidad infantil, donde se están alcanzando los niveles de este indicador que se tenían a inicios de los años 90.

Resulta sorprendente que Venezuela, siendo uno de los países que obtuvo mayor éxito en la batalla contra la muerte, el cual superó los logros alcanzados por todos los países de la región latinoamericana en cuanto a la velocidad de descenso de su mortalidad (medida en relación a la magnitud de la reducción por unidad de tiempo), hoy en día experimente un ascenso preocupante de su mortalidad general y, más aún, de la infantil.

Nuestra hipótesis es que probablemente el aumento de la mortalidad infantil en Mérida, y por supuesto en el país, está correlacionado con el incremento de la pobreza y el colapso de la economía; elevado costo de la salud privada y el profundo deterioro del sistema médico-asistencial público; las deficiencias en la cobertura y acceso a ciertas vacunas contempladas dentro de los esquemas de inmunización; el aumento del número de hogares sin seguros médicos (según la ENCOVI, el país presenta la peor desprotección financiera de salud de América y la mayor privatización de financiamiento de ésta en el continente, con tendencia a más deterioro); incremento del número de hogares con inseguridad alimentaria; la merma en el acceso al agua potable en cantidad y calidad; y con el nacimiento cada vez más frecuente de niños con bajo peso o que durante su primer año de vida muestran estado de desnutrición; entre otros. Muchas de estas realidades han sido estudiadas por medio del aludido Proyecto ENCOVI, el Observatorio Venezolano de la Salud (OVS), la Encuesta Nacional de Hospitales (ENH) de Médicos por la Salud, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), entre otras instituciones y organizaciones nacionales e internacionales que han dado a conocer sus resultados por medio de diferentes tipos de publicaciones (informes, libros, artículos científicos).

Finalmente, en Venezuela -y el estado Mérida no escapa a esa realidad- está aconteciendo un excedente de muertes infantiles asociadas a la crisis humanitaria actual, las que quizás en su mayoría podrían haber sido evitadas si las condiciones externas (económicas, sociales, sanitarias, ambientales) que reciben a los niños (en los hospitales, viviendas, comunidades y en la sociedad en general) fuesen las idóneas para su bienvenida al mundo y posterior sano crecimiento y desarrollo. En definitiva, solo si se revierten las tendencias negativas esbozadas que imperan hoy en día en el país, se lograría evitar que cada día fallezcan más niños venezolanos que no tendrían por qué fenecer.

Equipo del Observatorio Venezolano de Violencia en Mérida (OVV Mérida)